¿Cómo se manifiesta el tacto pedagógico?

El tacto pedagógico – El significado de la sensibilidad pedagógica.

Autor: Max Van Manen.

¿Cómo se manifiesta el tacto pedagógico?

No siempre es fácil diferenciar las verdades acciones de tacto de comportamiento fingido o artificial que no parece motivado por un Interés auténtico en el bienestar de los niños.

El tacto pedagógico se manifiesta principalmente como una orientación consciente en cuanto a la forma de ser y actuar con los niños. Se puede poner en evidencia evitando la intervención, mostrándose abiertos a la experiencia del niño.

El tacto se manifiesta retrasando o evitando la intervención. A veces la mejor forma de actuar es no actuar. Una forma es la paciencia, esta es una virtud fundamental, que todo profesor y todo padre deben poseer. La paciencia permite al educador integrar al niño en el curso de las cosas necesario para crecer y aprender. Es necesario tener paciencia para no preocuparnos si unos objetivos no se logran, porque todavía es necesario más tiempo o porque es necesario seguir intentándolo.

A algunos profesores y padres, les es prácticamente indiferente lo que hagan sus hijos, tienden a evitar la responsabilidad directa y, por lo tanto, se quedan completamente fuera de la relación pedagógica con la gente joven.

El tacto se manifiesta sensible a la subjetividad. Intentar tratar al otro como a un sujeto en lugar de como a un objeto.

Una metáfora subyacente para la enseñanza, sugiere que, para venir a la escuela y aprender cosas nuevas, los estudiantes tienen que cruzar barreras (una calle) para llegar al lado del profesor (escuela). Un educador que tenga tacto, se da cuenta que no es el niño, sino el profesor quien tiene que cruzar la calle, para llegar al lado del niño. El profesor tiene que saber dónde está el niño y cómo ve el niño las cosas.

Los profesores no nos damos cuenta de cómo influimos en nuestros alumnos, incluso en aquellos que menos imaginamos.

El tacto pedagógico es una forma de actuar en la educación. Describe las formas en que los educadores pueden actuar en las relaciones de enseñanza-aprendizaje. El tacto pedagógico también está gobernando por sensibilidades normativas. Y también hace lo que es correcto o bueno para el niño.

El tacto preserva el espacio del niño. El crecimiento personal y el aprendizaje necesitan espacio. Este enfoque educativo de laissez faire, a veces se confunde con el progresismo democrático centrado en el niño. A un niño se le debe dar la libertad de cometer errores y aprender de forma autónoma.

Los profesores no sólo deberían ser conscientes de la necesidad que tiene el niño de apoyo de espacio personal, también tiene que ser conscientes tanto del exceso, como de la falta de comunicación en casa.

El tacto evita el dolor. Las experiencias discontinuas, son las experiencias que han dejado heridas profundas y dolor, en la historia personal de un sujeto. Se vuelven discontinuos en nuestro ser, y se manifiestan en forma de miedos, dependencias, obsesiones, distorsiones, que aparecen en el camino de las relaciones saludables con el mundo y con los demás.

El tacto recompone lo que se ha roto. El tacto cura. Un niño esta triste porque se siente traicionado por todos sus compañeros de clase. El tacto consigue sus mejores logros. El tacto trata de evitar que las cosas se rompan, he intenta recomponer lo que se ha roto. El tacto tiene que tratar los aspectos objetivos y subjetivos de la experiencia del niño, sabe cómo se viven estas “pequeñas” cuestiones y sabe que se pueden convertir en obstáculos gigantes en la vida escolar cotidiana del niño.

El tacto refuerza lo que es bueno. Pestalozzi lo describe así: el adulto desea lo que es bueno y el niño está dispuesto a estar abierto a ello. El tacto resalta lo que es único. Hay que estar siempre atentos a la singularidad del niño. El tacto descubre lo que es único y diferente de un niño e intenta resaltar su singularidad. En cambio, un profesor sin tacto es incapaz de ver las diferencias entre los niños.

El tacto pedagógico sabe cómo discernir y evaluar la singularidad. El tacto pedagógico

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