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De la alquimia a la química


Enviado por   •  11 de Marzo de 2023  •  Documentos de Investigación  •  2.469 Palabras (10 Páginas)  •  152 Visitas

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Reporte de lectura LEOYE II

Nombre del Alumno:  Garcia castillo Dennise  

                                                                                                  Grado y Grupo: 2 CV

Nombre del Libro: De la alquimia a la química  

Nombre del Autor: Teresa de la selva

Tema de que trata el libro: Química y sus avances                                                  

 Nombre del Maestro: Licona Ordaz Claret

Sobre lo que leíste:

1.- Que tipo de lenguaje utiliza el texto: Usa un lenguaje en tercera persona centrándose específicamente en pre fijos y sub fijos de la química actual

2.- Que palabras nuevas aprendiste o tuviste que buscar:

Aeriformes: Que es similar al aire o se comporta como el

Sacristía: Habitación aneja de una iglesia donde se guardan las ropas y objetos necesarios para el culto y donde los sacerdotes se revisten pag 87

Flogisto: Sustancia invisible que supuestamente existía en todas las cosas materiales y que explicaba su combustión antes del descubrimiento del oxígeno

Malaca: Peinado de trenzas que se juntan delante arriba de la frente

Voluble: Qué cambia fácil o frecuentemente de manera de ser

Efluvios: Emisión de vapor o de partículas muy pequeñas que se desprenden de un cuerpo y que se perciben normalmente como algo agradable

3.- Realiza (una toma de notas o un resumen o una síntesis, una sinopsis o una paráfrasis).

Capitulo 4: En donde arrecian los descubrimientos de substancias aeriformes y no se percibe lo que se tiene bajo la nariz. Y en donde se ve que un siglo después de la publicación de los “principia” se encuentra una ley fundamental y nace la Química. (Resumen)

Carlos Guillermo Sheele llegó ante la puerta de la botica adosada a la sacristía de la catedral de Upsala. Encendió la estufa, colocó el tintero encima para que se descongelara la tinta, y sin quitarse los guantes mojó la pluma y continuó el relato suspendido desde la noche anterior. Llevaba fielmente la bitácora de sus descubrimientos desde que tenía 15 años, cuando era aprendiz con Herr Bauch. Frau Bergman se alejó, confortada por la cortesía del querido boticario y reconfortada por la calidez que emanaba del solo nombre de esa lejana tierra. Por su parte, Scheele, se frotó las manos y continuó con su relato... y así se puede notar que el aire confinado en contacto con diferentes substancias se contrae. Si este aire fuera la unión de aire común con flogisto, habiéndose contraído, debe ser más denso que el aire común. El último colectado en una vejiga se absorbió completamente al confinarlo con hígado de azufre. La vejiga se plegó completamente sobre el hígado al no quedar aire-empíreo libre en su interior que resistiera la presión del aire exterior a ella. Pero no sólo esto, también comprobé que después de arder fósforo en un matraz delgado, cerrado, lleno de aire empíreo, al enfriarse estallaba. El sonido alegre de una campanilla avisando que ya estaba lista la comida reverberó en el cálido mediodía de agosto de 1772. Se sacudió la yerba del fino satín de sus calzas, recogió su libro y su bastón de malaca y puño de plata mexicana. Se dirigió con paso rápido a la entrada de la huerta, donde la silueta vaporosa y elegante de la joven Madame Lavoisier destacaba el rosa de su organdí contra el cielo azul. el hombre se inclinó a besar la mejilla de su mujer y ambos se dirigieron en silencio a la terraza donde estaba ya dispuesta una mesa para el almuerzo. Sentados a la mesa la joven hablo: — Te veo pensativo, ¿ocurre algo? Desde que se llevaron a cabo los experimentos con los diamantes, te estás obsesionando con la explicación de la combustión y de la calcinación, ¿puedo saber qué has estado pensando?. Como Lavoisier moviera dubitativamente la cabeza, la joven prosiguió.—¡Oh Antoine, Antoine! ¿No te habrás quedado dormido bajo el roble? Aunque no te culparía, el rumor de las cigarras adormece hasta las lechuzas. —No, querida, no —contestó Lavoisier mientras abría el paquete—. ¡Otra vez, más trabajos que revisar! Uno, relacionado con la combustión del fósforo... otro, relacionado con destilaciones... ¡En latín! ¿Estos alemanes no podrían escribir en francés y no en esta antigualla?... Este otro, en inglés. ¡Vas a tener mucho trabajo traduciéndolos, están muy largos! Pero esta vez hay algo más... —dijo rebuscando en el fondo del paquete y extrayendo un pliego—. ¡Mira! —exclamó con orgullo—. ¡Tienes ante ti al nuevo miembro correspondiente, clase química, de la Academia de Ciencias! —y tendió una carta a María Ana—. Cuando ella la hubo leído, no pudo contener su júbilo, y abrazando a Lavoisier; lo obligó a valsar alrededor de la mesa. Por fin, calmada, lo dejó caer en un sillón. La cosa es que, una vez que el vapor ha pasado al aire, no nos damos cuenta de que ya no se trata de aire puro, sino de una mezcla de dos gases, el aire y el vapor; que lleva el calor que se mezcló con él. Ahora bien, la espina que se me ha metido entre ceja y ceja es que, si todas las substancias son susceptibles de tomar el estado aeriforme y tal estado no es exclusivo del aire, ¿cómo sé yo que lo que estoy considerando como el elemento aire, no es en realidad una mezcla de elementos aeriformes? —Por lo pronto, mira, en este paquete viene un informe sobre una substancia aeriforme distinta del aire que un tal José Priestley ha identificado y a la que denomina gas silvestre o aire fijo. —preguntó María Ana, que estaba al día, pues Lavoisier compartía sus ideas con ella y ella participaba en los experimentos, en capacidad de dibujante, para hacer las ilustraciones de las memorias—. Pero no sólo esto, está también la memoria que presentó sobre los "aires facticios" ante la Academia de Ciencias inglesa el respetabilísimo Cavendish. Así que, por lo pronto, parece que contamos con diversos gases distintos del aire atmosférico: el vapor de agua, el aire fijo, el aire inflamable, el aire mefítico y el gas de los pantanos; uno obtenido por suministro de calor; otro obtenido por calcinación de algunas substancias sólidas, no expandibles, donde se encontraba fijo; esto es, atrapado. —A esta inquietud, añádele el hecho de tantos informes sobre el aumento de peso de los calces metálicos respecto del peso del metal, cuando éste se calcina; y las sugerencias que se han hecho, olvidadas por la mayoría de los químicos actuales; una, la de Boyle, de que el aumento se debe a la fijación de partículas de fuego, y la otra, de que se debe a absorción de aire.

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