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Enviado por   •  16 de Diciembre de 2013  •  5.808 Palabras (24 Páginas)  •  264 Visitas

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CUENTOS Y PARÁ-

BOLAS

1. CUENTOS

Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto: que la cuna del hombre

la mecen con cuentos, los ahogan con cuentos,

que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,

que los huesos del hombre

los entierran con cuentos,

y que el miedo del hombre...

ha inventado todos los cuentos.

Yo sé muy pocas cosas, es verdad,

pero me han dormido con todos los cuentos...

y sé todos los cuentos.

Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco,

Soy nuevo en la ciudad... Y esto quiero decir:

Me durmieron con un cuento...

y me he despertado con un sueño.

Es un sueño sin lazos, Sin espejos, sin anillos,

sin redes, sin trampas y sin miedo.

León Felipe

2. EL ABRAZO DE DIOS

Un hombre santo, orgulloso de serlo, ansiaba

con todas sus fuerzas ver a Dios. Un día Dios le

habló en un sueño: “¿Quieres verme? En la

montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré”.

Al despertar al día siguiente comenzó a pensar

qué podría ofrecerle a Dios. Pero ¿qué podía

encontrar digno de Dios?

“Ya lo sé”, pensó. “Le llevaré mi hermoso jarrón

nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no

puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo”.

Estuvo pensando mucho en lo que metería en el

precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata? Después de

todo, Dios mismo había hecho todas aquellas

cosas, por lo que se merecía un presente mucho

más valioso.

“Sí”, pensó al final, “le daré a Dios mis oraciones.

Esto es lo que esperará de un hombre

santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio

a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios,

buenas obras...”.

Estaba contento de haber descubierto justamente

lo que Dios esperaría y decidió aumentar sus

oraciones y buenas obras, consiguiendo un

verdadero récord. Durante las pocas semanas

siguientes anotó cada oración y buena obra

colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando

estuviera lleno lo subiría a la montaña y se lo

ofrecería a Dios.

Finalmente, con su precioso jarrón hasta los

bordes, se puso en camino hacia la montaña. A

cada paso se repetía lo que debía decir a Dios:

“Mira, Señor, ¿te gusta mi precioso jarrón? Espero

que sí y que quedarás encantado con

todas las oraciones y buenas obras que he

ahorrado durante este tiempo para ofrecértelas.

Por favor, abrázame ahora”.

Al llegar a la montaña, oyó una voz que descendía

retumbado de las nubes: “¿Quién está ahí

abajo? ¿Por qué te escondes de mí? ¿Qué has

puesto entre nosotros?”

“Soy yo. Tu santo hombre. Te he traído este

precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he

traído para Ti”.

“Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte

detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos

de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo

lejos. Quítalo de mi vista”.

No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper

su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?

“No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he

traído especialmente para Ti. Lo he llenado de

mis...”

“Tíralo. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de

él. Deseo abrazarte a ti. Te quiero a ti”.

Pedro Ribes. “Parábolas y fábulas...”, p. 31

3. ACCIÓN DESINTERESADA

“Lo que más me deprime es la absoluta vulgaridad

de mi existencia. Jamás en la vida he hecho

nada tan importante como para merecer la atención

del mundo”.

“Te equivocas si piensas que es la atención del

mundo lo que hace que una acción sea importante”,

dijo el Maestro.

Siguió una larga pausa.

“Bueno, pero es que tampoco he hecho nada

que haya influido en alguien, ni para bien ni para

mal...”

“Te equivocas si piensas que es el influir

...

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