Discursos
harry16 de Diciembre de 2013
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CUENTOS Y PARÁ-
BOLAS
1. CUENTOS
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto: que la cuna del hombre
la mecen con cuentos, los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre
los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco,
Soy nuevo en la ciudad... Y esto quiero decir:
Me durmieron con un cuento...
y me he despertado con un sueño.
Es un sueño sin lazos, Sin espejos, sin anillos,
sin redes, sin trampas y sin miedo.
León Felipe
2. EL ABRAZO DE DIOS
Un hombre santo, orgulloso de serlo, ansiaba
con todas sus fuerzas ver a Dios. Un día Dios le
habló en un sueño: “¿Quieres verme? En la
montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré”.
Al despertar al día siguiente comenzó a pensar
qué podría ofrecerle a Dios. Pero ¿qué podía
encontrar digno de Dios?
“Ya lo sé”, pensó. “Le llevaré mi hermoso jarrón
nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no
puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo”.
Estuvo pensando mucho en lo que metería en el
precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata? Después de
todo, Dios mismo había hecho todas aquellas
cosas, por lo que se merecía un presente mucho
más valioso.
“Sí”, pensó al final, “le daré a Dios mis oraciones.
Esto es lo que esperará de un hombre
santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servicio
a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacrificios,
buenas obras...”.
Estaba contento de haber descubierto justamente
lo que Dios esperaría y decidió aumentar sus
oraciones y buenas obras, consiguiendo un
verdadero récord. Durante las pocas semanas
siguientes anotó cada oración y buena obra
colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando
estuviera lleno lo subiría a la montaña y se lo
ofrecería a Dios.
Finalmente, con su precioso jarrón hasta los
bordes, se puso en camino hacia la montaña. A
cada paso se repetía lo que debía decir a Dios:
“Mira, Señor, ¿te gusta mi precioso jarrón? Espero
que sí y que quedarás encantado con
todas las oraciones y buenas obras que he
ahorrado durante este tiempo para ofrecértelas.
Por favor, abrázame ahora”.
Al llegar a la montaña, oyó una voz que descendía
retumbado de las nubes: “¿Quién está ahí
abajo? ¿Por qué te escondes de mí? ¿Qué has
puesto entre nosotros?”
“Soy yo. Tu santo hombre. Te he traído este
precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he
traído para Ti”.
“Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte
detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos
de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arrójalo
lejos. Quítalo de mi vista”.
No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper
su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedrecitas?
“No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he
traído especialmente para Ti. Lo he llenado de
mis...”
“Tíralo. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de
él. Deseo abrazarte a ti. Te quiero a ti”.
Pedro Ribes. “Parábolas y fábulas...”, p. 31
3. ACCIÓN DESINTERESADA
“Lo que más me deprime es la absoluta vulgaridad
de mi existencia. Jamás en la vida he hecho
nada tan importante como para merecer la atención
del mundo”.
“Te equivocas si piensas que es la atención del
mundo lo que hace que una acción sea importante”,
dijo el Maestro.
Siguió una larga pausa.
“Bueno, pero es que tampoco he hecho nada
que haya influido en alguien, ni para bien ni para
mal...”
“Te equivocas si piensas que es el influir en los
demás lo que hace que una acción sea importante”,
volvió a decir el Maestro.
“Pero, entonces, ¿qué es lo que hace que una
acción sea importante?”
“El realizarla por sí misma y poniendo en ello
todo el propio ser. Entonces resulta ser una
acción desinteresada, semejante a la actividad
de Dios”.
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
Sal Terrae.
4. ACTITUDES
Dice una antigua leyenda que, cuando Dios
estaba creando el mundo, se le acercaron cuatro
ángeles, y uno de ellos le preguntó: “Qué
estás haciendo?”; el segundo le preguntó: “¿Por
qué lo haces?”; el tercero: “¿Puedo ayudarte?”;
y el cuarto: “¿Cuánto vale todo esto?”
El primero era un científico, el segundo un filósofo,
el tercero un altruista, el cuarto un agente
inmobiliario.
Un quinto ángel se dedicaba a observar y a
aplaudir con entusiasmo. Era un místico.
Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2”
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Textos para orar y reflexionar 2
5. ACTUAR DE DIOS
Un hombre se hallaba en el tejado de su casa
durante unas inundaciones y el agua le llegaba
a los pies.
Poco después, pasó un individuo remando en
una canoa y le gritó:
- “¡Oiga! ¿Quiere que le lleve a un sitio más
alto?”.
- “No, gracias - replicó el hombre -. Tengo fe en
el Señor y Él me salvará”.
Pasó el tiempo, y el agua le llegaba al hombre
hasta la cintura. Entonces pasó por allí una
lancha de motor.
- “¿Quiere que le lleve a un sitio más alto?” -
gritó el que la llevaba.
- “No, gracias - respondió el hombre -. Tengo fe
en el Señor y Él me salvará”.
Más tarde, cuando el nivel del agua le llegaba
hasta al cuello del individuo, llegó un helicóptero.
- “¡Cójase a la cuerda - gritó el piloto -. Yo le
subiré”.
- “No, gracias - dijo el hombre por tercera vez -.
Tengo fe en el Señor y Él me salvará”.
Desconcertado, el piloto dejó a aquel hombre en
el tejado, casi cubierto por las aguas. Después
de haber pasado horas allí, el pobre hombre no
pudo resistir más, se ahogó y fue a recibir su
recompensa.
Mientras aguardaba en las puertas del Paraíso,
se halló frente al Creador y se quejó de lo ocurrido:
- “Señor - le dijo -, yo tenía total fe en que Tú me
salvarías y me abandonaste. ¿Por qué?”
A lo cual le replicó el Señor:
- “¿Qué más quieres? ¡Te mandé dos lanchas y
un helicóptero”.
6. ACUMULAR
Cuando el gorrión hace su nido en bosque, no
ocupa más que una rama. Cuando el ciervo
apaga su sed en el río, no bebe más que lo que
le cabe en la panza.
Nosotros acumulamos cosas porque tenemos el
corazón vacío.
Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
tomo)”, p. 83
7. ADORAR AL VERDADERO DIOS
El maestro preguntó al discípulo:
- ¿Por qué no adoras a los ídolos?
El discípulo respondió:
- Porque el fuego los quema.
- Entonces adora al fuego.
- En todo caso adoraría al agua, capaz de apagar
al fuego.
- Adora entonces al agua.
- En todo caso adoraría las nubes, capaces de
apagar el fuego.
- Adora las nubes.
- No, porque el viento es más fuerte que ellas.
- Entonces adora el viento que sopla.
- Si debiera adorar al viento, adoraría al hombre
que tiene poder de soplar.
- Adora entonces al hombre.
- No, porque muere.
- Adora la muerte.
- Lo único digno de adorarse es el Dueño de la
vida y de la muerte.
El maestro alabó la sabiduría del discípulo.
Anónimo judío
8. LA ALFORJA
Un día Júpiter bajó a la tierra, convocó a todos
los animales, incluido el hombre, y les dijo:
- Quiero que viváis en armonía y contentos. Así
que, si alguien tiene alguna queja, que la diga
sin temor y enseguida le pondré el remedio.
- Nadie expuso nada. Júpiter entonces se dirigió
al mono
- ¿Qué? ¿Tú estás contento?
- Claro, - respondió el mono - tengo cuatro patitas
que son un tesoro y tengo un tipo que todos
me envidian. Yo no tengo motivos para envidiar
a nadie... Comparado con el oso, tan feo, soy
una maravilla. Él sí tendrá de qué quejarse.
Los otros animales pensaban como el mono y
esperaban la queja del oso. No hubo tal queja.
Al contrario, con tono de orgullo dijo:
- Yo me veo fuerte, bien proporcionado, con
cierto aire señorial. Comparado con el elefante,
que es un monstruo, una masa de carne que
parece que se cae a trozos, soy un encanto. No
me quejo de nada.
El elefante tomó la palabra y dijo:
- ¡Ah!, pues yo no me quejo absolutamente de
nada, me siento fuerte, sólido, como un rey
...