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Dotrina De Drago

coromotoleon26 de Marzo de 2013

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ntroducción:

Luis María Drago consideró que la Argentina no podía quedar impasible frente a hechos que eran algo más que una amenaza imperialista. Circunstancialmente sirvió para defender los intereses venezolanos pero luego servirá para resguardar nuestros y los de muchas otras naciones.

En la actualidad, políticos y pensadores, han desarrollado escritos que, respaldándose en esta doctrina y en otros puntos del derecho internacional apuntan a reducir nuestros compromisos internacionales hasta la posibilidad de recurrir al no pago de estos. De esta manera queda en evidencia la vigencia de esta tesis elaborada hace más de un siglo.

Reseña histórica

El 23 de mayo de 1899 el general Cipriano Castro, invadió desde Colombia, ya que se encontraba desterrado por problemas políticos, a Venezuela. El 23 de Octubre, en Caracas, fue proclamado Jefe del Poder Ejecutivo. Esta invasión duró 153 días, en un recorrido de más de mil kilómetros y costó 3.500 victimas.

La inestabilidad política y las guerras civiles, no interfirieron con el concepto de propiedad que estos tenían, a pesar de favorecer a los venezolanos era sustancial en sus relaciones con el mundo exterior. Esos derechos de propiedad nunca fueron cuestionados, ni en su esencia ni en su variedad, y no había discriminación venezolanos o entre quienes no lo fueran. “Hasta el Régimen de Cipriano Castro (escribió el historiador John Lombardi), la mayoría de los gobiernos venezolanos lograron tener a los extranjeros razonablemente contentos y pagar lo suficiente a cuenta de las deudas de Venezuela para que la intervención extrajeras se limitara a las protestas y amenazas del embajador”

Con Castro al Poder, la situación varió. Lombardi percibe sus causas: la penuria de la tesorería, los excesos del dictador, el efecto acumulado de mas de un décimo de ejercicios guerrilleros; para Venezuela el siglo XIX había sido una época de violencia, destrucción y guerras civiles, e inevitablemente, de desorden administrativo. La deuda pública había incrementado de 113 a 208 millones de bolívares. En 1902, la Revolución Libertadora incendió al país de un extremo a otro, concertando una fuerza de 16.000 hombres, “la más numerosa de nuestras guerras civiles y la mejor dotada de armamento, debido al financiamiento que logro por parte de las compañías extranjeras interesadas en el derrocamiento del régimen de Cipriano Castro”. Esta tuvo la particularidad de que a las disensiones civiles, conflictos y ambiciones extrajeras. Apenas una semana antes del estallido de la revolución, el embajador de Alemania ante la Casa Blanca dirigió un memorando al gobierno de los EE.UU. sobre sus querellas con Venezuela.

Como prologo a una acción que se vislumbraba en el horizonte, el 11 de diciembre de 1901, la embajada imperial de Alemania en Washington le había dirigido al departamento de estado una memoria sobre sus quejas contra Venezuela. La embajada exponía que existía un reclamo por conceptos de deudas no canceladas por la construcción del Gran Ferrocarril de Venezuela con la compañía del Berliner Disconto Gesellschaft, montantes a 6 millones de bolívares (el crédito total había sido de 33 millones de bolívares). Los intereses no habían sido pagados regularmente durante los últimos 7 años, alejaba el embajador Káiser.

La conducta del gobierno venezolano podría, tal ves, y hasta un cierto grado, ser explicada y excusada por la pésima situación financiera del Estado”, se escribía en la memoria, “pero nuestras reclamaciones adicionales contra Venezuela, que datan de las guerras civiles de los años 1898 a 1900, han tomado en meses recientes un carácter mucho mas serio”. La embajada imperial describió un panorama dramático: muchos comerciantes alemanes residentes en Venezuela, o propietarios de tierras, han sido objeto de préstamos compulsorios, sus ganados han sido tomados sin pago alguno durante la guerra, y sus casas han sido asaltadas. El total de estos reclamos privados ascendían, según el cálculo imperial, a 2 millones de bolívares, el cual debía ser dividido entre 35 reclamantes, “en parte, gente pobre”. Visiblemente, el gobierno venezolano no tiene intenciones de reconocer estas demandas. “La conducta del Gobierno venezolano debe considerarse, por consiguiente, como un intento frívolo de evadir estas obligaciones”.

Mas allá de las quejas de la memoria imperial, lo que la embajada alemana quería hacer de del conocimiento del gobierno norteamericano era simple, y lo escribí ya al final de la extensa nota: “Nosotros declaramos de modo especial que, bajo ninguna circunstancia, pretendemos ni la adquisición de territorio venezolano ni su ocupación permanente”. De modo que el bloqueo previsto y organizado con un año de antelación solo debía ser interpretado “como una forma de coerción”. El gobierno del Káiser despejaba el camino, garantizándole a Washington que no intentarían nada que tuviera que ver con conquistas territoriales: entre líneas, respeto al principio de la doctrina Monroe.

El secretario de Estado, John Hay, consideró pertinente citar las palabras del presidente Roosevelt en su mensaje al congreso el 3 de diciembre, en las cuales se leía: “la doctrina Monroe es una declaración según la cual no puede haber anexiones territoriales por potencias no americanas a expensas de países americanos”.”Esta doctrina, añadió Roosevelt, no tiene relación alguna con las cuestiones comerciales…””No protegemos a ningún Estado que sea castigado por su conducta irregular”

Desarrollo:

A pocos meses de terminada la Segunda Conferencia Panamericana en México, hacia fines de 1902, las costas de Venezuela fueron bombardeadas por unidades navales de Gran Bretaña y Alemania, a las que se agregaron las de Italia. El objetivo de esta intervención conjunta fue exigir el cobro de las deudas del gobierno venezolano pendientes con particulares europeos. Esta intervención desafiaba a la doctrina Monroe (“América para los americanos”), el gobierno norteamericano lo justificó con el llamado "primer Corolario Roosevelt", que limitaba la aplicación de la doctrina a los casos de adquisición de territorio en América por parte de una potencia no americana, y amparaba la intervención de potencias extra-continentales originada por el cobro de deudas como la efectuada por las potencias europeas en Venezuela.

Mientras tanto en Argentina Luis María Drago era designado Ministro de Relaciones Exteriores, del gobierno de Julio Argentino Roca

El gobierno Norteamericano apoyaba a los agresores europeos, por esto el dictador venezolano Cipriano Castro (1899-1908) optó por aceptar las condiciones de estos, el 1º de enero de 1903. El 13 de febrero, Castro reconoció a través del protocolo de Washington la justicia de los reclamos europeos, pagando algunas deudas de inmediato y otras a través de comisiones, estableciéndose en garantía hasta el 30 % del ingreso de las aduanas de La Guayra y Puerto Cabello, lo que fue percibido por agentes belgas.

En la Argentina mientras tanto se vivía un “Clima de Histerismo”, ya que para la europeizada elite Argentina esta injerencia de las potencias europeas, se veía como una amenaza a la región. En el congreso, la intervención europea produjo una separación, se habían formados dos grupos: el primero, eran partidarios de efectuar una declaración de solidaridad Sudamericana Venezuela; y el segundo, eran proclives a no adoptar ninguna medida que pudieran generar tensiones en los lucrativos vínculos argentinos con Europa.

Por el lado de los medios de prensa, los primeros días de la intervención europea en Venezuela reflejaron preocupación. La Prensa, periódico cuyos editoriales evidenciaron un punto de vista generalmente hostil al gobierno norteamericano, apeló con reservas a la Doctrina Monroe, explicitando que los estados latinoamericanos habían ganado su independencia sin Estados Unidos, y que debían retenerla sin la ayuda de la gran potencia americana. Tampoco el matutino ahorró críticas a la intervención europea, señalando que las naciones latinoamericanas debían denunciarla. Incluso dicho diario llegó a acusar al gobierno de Roca de aislacionismo, clamando por la formación de un bloque americano, sugiriendo en el editorial del 21 de diciembre de 1902 una "Sudamérica para los sudamericanos". Por su parte, La Nación de Bartolomé Mitre, aunque generalmente menos hostil hacia Estados Unidos que La Prensa, adoptó con relación a la intervención europea en Venezuela un punto de vista similar. El 13 de diciembre de 1902, rechazó tanto la actitud europea como la interpretación de la Doctrina Monroe como instrumento legal que confería a Estados Unidos el derecho de intervenir en una nación con serios problemas financieros como el caso de Venezuela. Mientras tanto, el diario de Carlos Pellegrini, El País, calificó a la Doctrina Monroe como una "ficción", y llamó a una acción conjunta de la Argentina, Brasil y Chile.

En esas circunstancias, Luis María Drago, ministro de relaciones exteriores argentino entre agosto de 1902 y julio de 1903, preparó una nota, protestando por los sucesos de Venezuela, con fecha 29 de diciembre de 1902 y dirigida al ministro argentino en Washington, Martín García Merou, para que éste la presentara al gobierno norteamericano. La nota incluyó lo que más tarde se dio en llamar la Doctrina Drago. El argumento central de esta doctrina sostiene que "la deuda pública no puede dar lugar a la intervención armada, ni menos a la ocupación material del suelo de las naciones americanas por una potencia europea”.

La postura del canciller argentino constituyó en este caso un respaldo al texto de la Doctrina

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