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El Banquete


Enviado por   •  5 de Agosto de 2012  •  1.437 Palabras (6 Páginas)  •  377 Visitas

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“Pero voy a dejarte por ahora y os contaré el discurso sobre Eros que oí un día de labios de una mujer de Manti­nea, Diotima, que era sabia en éstas y otras muchas cosas. Así, por ejemplo, en cierta ocasión consiguió para los ate­nienses, al haber hecho un sacrificio por la peste, un apla­zamiento de diez años de la epidemia . Ella fue, precisa­mente, la que me enseñó también las cosas del amor. In­tentaré, pues, exponeros, yo mismo por mi.cuenta, en la medida en que pueda y partiendo de lo acordado entre Agatón y yo, el discurso que pronunció aquella mujer. En consecuencia, es preciso, Agatón, como tú explicaste, des­cribir primero a Eros mismo, quién es y cuál es su natura­leza, y exponer después sus obras. Me parece, por consi­guiente, que lo más fácil es hacer la exposición como en aquella ocasión procedió la extranjera cuando iba interro­gándome. Pues poco más o menos también yo le decía lo mismo que Agatón ahora a mí: que Eros era un gran dios y que lo era de las cosas bellas. Pero ella me refutaba con los mismos argumentos que yo a él: que, según mis pro­pias palabras, no era ni bello ni bueno.

-¿Cómo dices, Diotima? -le dije yo-. ¿Entonces Eros es feo y malo?

-Habla mejor -dijo ella-. ¿Crees que lo que no sea bello necesariamente habrá de ser feo?

-Exactamente.

-¿Y lo que no sea sabio, ignorante? ¿No te has dado cuenta de que hay algo intermedio entre la sabiduría y la ignorancia?

-¿Qué es ello?

-¿No sabes -dijo- que el opinar rectamente, incluso sin poder dar razón de ello, no es ni saber, pues una cosa de la que no se puede dar razón no podría ser conocimien to, ni tampoco ignorancia, pues lo que posee realidad no puede ser ignorancia? La recta opinión es, pues, algo así como una cosa intermedia entre el conocimiento y la ignorancia.

-Tienes razón -dije yo.

-No pretendas, por tanto, que lo que no es bello sea necesariamente feo, ni lo que no es bueno, malo. Y así también respecto a Eros, puesto que tú mismo estás de acuerdo en que no es ni bueno ni bello, no creas tampoco que ha de ser feo y malo, sino algo intermedio, dijo, entre estos dos.

-Sin embargo -dije yo-, se reconoce por todos que es un gran dios.

-¿Te refieres -dijo ella- a todos los que no saben o también a los que saben?

-Absolutamente a todos, por supuesto.

Entonces ella, sonriendo, me dijo:

-¿Y cómo podrían estar de acuerdo, Sócrates, en que es un gran dios aquellos que afirman que ni siquiera es un dios?

-¿Quiénes son ésos? -dije yo. -Uno eres tú -dijo- y otra yo. -¿Cómo explicas eso? -le replirqué yo. -Fácilmente -dijo ella-. Dime, ¿no afirmas que to dos los dioses son felices y bellos? ¿O te atreverías a afir­mar que algunos de entre los dioses no es bello y feliz? -¡Por Zeus!, yo no -dije.

-¿Y no llamas felices, precisamente, a los que poseen las cosas buenas y bellas?

Pero en relación con Eros al menos has reconocido que, por carecer de cosas buenas y bellas, desea precisamente eso mismo de que está falto.-Efectivamente.

-Lo he reconocido, en efecto.

-¿Entonces cómo podría ser dios el que no participa de lo bello y de lo bueno?

-De ninguna manera, según parece.

-¿Ves, pues -dijo ella-, que tampoco tú consideras dios a Eros?

-¿Qué puede ser, entonces, Eros? -dije yo-. ¿Un mortal?

-En absoluto. -¿Pues qué entonces?

-Como en los ejemplos anteriores -dijo-, algo in­termedio entre lo mortal y lo inmortal.

-Un gran demon, Sócrates. Pues también todo lo demónico está entre la divinidad y lo mortal.-¿Y qué es ello, Diotima?

-¿Y qué poder tiene? -dije yo.

Interpreta y comunica a los dioses las cosas de los hombres

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