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El Banquete

carbego3110 de Octubre de 2012

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El Banquete. Platón

Introducción

Apolodoro (dirigiéndose a Glaucón) –Me parece que sobre lo que

preguntas estoy preparado. Pues precisamente anteayer subía a la ciudad

desde mi casa de Falero1 cuando uno de mis conocidos, divisándome por

detrás, me llamó desde lejos y, bromeando2 a la vez que me llamaba, dijo:

–¡Eh!, Tú, falerense, Apolodoro, espérame.

Yo me detuve y le esperé. Entonces él me dijo: –Apolodoro,

justamente hace poco te andaba buscando, porque quiero informarme

con detalle de la reunión mantenida por Agatón, Sócrates, Alcibíades y

los otros que entonces estuvieron presentes en el banquete, y oír cuáles

fueron sus discursos sobre el amor. De hecho, otro que los había oído de

Fénix, el hijo de Filipo, me los contó y afirmó que también tú los

conocías, pero en realidad, no supo decirme nada con claridad. Así pues,

cuéntamelos tú, ya que eres el más adecuado para informarme de los

discursos de tu amigo. Pero antes dime, ¿estuviste tú mismo en esa

reunión o no?

Y yo le respondí: –Evidentemente parece que tu informador no te

ha contado nada con claridad, si piensas que esa reunión por la que

preguntas ha tenido lugar tan recientemente como para que yo también

haya podido estar presente.

–En efecto, así lo había pensado–dijo.

–¿Pero como pudiste pensar eso, Glaucón?, Le dije. ¿No sabes

que, desde hace muchos años, Agatón no ha estado aquí, 3en la ciudad, y

que aún no han transcurrido tres años desde que estoy con Sócrates y me

propongo cada día saber lo que dice o hace? Antes daba vueltas de un

sitio a otro al azar y, pese a creer que hacía algo importante, era más

1 El más antiguo de los tres puertos de Atenas, a unos 4 km. de la ciudad, en la costa oriental del Pireo y uno

de los 170 demos o barrios del Ática, de donde es oriundo Apolodoro.

2 La broma está en la manera en que es interpelado Apolodoro, el narrador del diálogo, con empleo de la

fórmula oficial usada en ceremonias y tribunales de justicia, a base el nombre de la persona en nominativo y

de la mención de su demo.

3 Por Aristófanes en Las Ranas, se sabe que Agatón se había ausentado de Atenas y hacia el –405 se había

marchado a la corte del rey de Macedonia, Arquelao.

2

desgraciado que cualquier otro, no menos que tú ahora, que piensas que

es necesario hacer todo menos filosofar.

Glaucón: No te burles y dime cuándo tuvo lugar la reunión esa.

Apolodoro: Cuando éramos todavía niños y Agatón triunfó con su

primera tragedia, al día siguiente de cuando él y los coreutas celebraron el

sacrificio por su victoria.

–Entonces, hace mucho tiempo, según parece. Pero, ¿quién te la

contó? ¿Acaso, Sócrates en persona?

–No, ¡por Zeus!. Me la contó el mismo que se la contó a Fénix.

Fue un tal Aristodemo, natural de Cidateneón,4 un hombre bajito,

siempre descalzo, que estuvo presente en la reunión y era uno de los

mayores admiradores de Sócrates de aquella época, según me parece.

Sin embargo, después he preguntado también a Sócrates algunas

de las cosas que le oí a Aristodemo y estaba de acuerdo conmigo en que

fueron tal y como éste me las contó.

–¿Por qué entonces no me las cuentas tú? Además, el camino que

conduce a la ciudad es muy apropiado para hablar y escuchar mientras

andamos.

Así, mientras íbamos caminando hablábamos sobre ello, de suerte

que, como dije al principio, no me encuentro sin preparación. Si es

menester que también lo cuente a ustedes (dirigiéndose a los demás

acompañantes), tendré que hacerlo. Cuando hago yo mismo discursos

filosóficos o cuando se los oigo a otros, aparte de creer que saco

provecho, también yo disfruto enormemente. Pero cuando oigo otros,

especialmente los de ustedes, los de los ricos y hombres de negocios,

personalmente me aburro y siento compasión por ustedes, mis amigos,

porque creen hacer algo importante cuando en realidad no están

haciendo nada. Posiblemente, por el contrario, piensen que soy un

desgraciado, y creo que tendrán razón; pero yo no es que lo crea de

ustedes, sino que sé muy bien que lo son.

Un amigo: Siempre eres el mismo, Apolodoro, pues siempre

hablas mal de ti y de los demás, y me parece que, excepto Sócrates,

consideras unos desgraciados absolutamente a todos, empezando por ti

mismo. De dónde recibiste el sobrenombre de 'blando', 5yo no lo sé,

pues en tus palabras siempre eres así y te irritas contigo mismo y con los

demás, salvo con Sócrates.

Apolodoro: Queridísimo amigo, realmente está claro que, al

pensar así sobre mí mismo y sobre ustedes, resulto un loco y deliro.

4 Demo de Atenas del que también era oriundo Aristófanes.

5 El apodo va muy bien con el carácter de Apolodoro, quien, en la muerte de Sócrates, sorprende a todos con

un desesperado llanto (malakós significaba blando, tierno, impresionable, y agrego yo: en un franco tono

irónico.).

3

Amigo: No vale la pena, Apolodoro, discutir ahora sobre esto.

Pero lo que te hemos pedido, no lo hagas de otra manera y cuéntanos

cuáles fueron los discursos.

–Pues bien, fueron más o menos los siguientes... Pero mejor

intentaré contárselos desde el principio, como Aristodemo me los contó.

Apolodoro: Me dijo, en efecto, Aristodemo, que se había

tropezado con Sócrates, lavado y con las sandalias puestas, lo cual éste

hacía pocas veces, y que al preguntarle adónde iba tan elegante le

respondió: –A la comida en casa de Agatón. Pues ayer logré esquivarlo

en la celebración de su victoria, horrorizado por la aglomeración. Pero

convine en que hoy haría acto de presencia y ésa es la razón por la que

me he arreglado así, para ir elegante junto a un hombre elegante. Pero tú,

dijo, ¿querrías ir al banquete sin ser invitado?

Y yo, dijo Aristodemo, le contesté: –Como tú ordenes.

–Entonces sígueme, dijo Sócrates, para aniquilar el proverbio

cambiándolo en el sentido de que, después de todo, también los buenos

van espontáneamente a las comidas de los buenos. Homero, ciertamente,

parece no sólo haber aniquilado este proverbio, sino también haberse

burlado de él, ya que al hacer a Agamenón un hombre

extraordinariamente valiente en los asuntos de la guerra y a Menelao un

'blando guerrero', cuando Agamenón estaba celebrando un sacrificio y

ofreciendo un banquete, hizo venir a Menelao al festín sin ser invitado, él

que era peor, al banquete del mejor.

Al oír esto, me dijo Aristodemo que respondió: –Pues tal vez yo,

que soy un mediocre, correré el riesgo también, no como tú dices,

Sócrates, sino como dice Homero, de ir sin ser invitado a la comida de

un hombre sabio. Mira, pues, si me llevas, qué vas a decir en tu defensa,

puesto que yo, ten por cierto, no voy a reconocer el haber ido sin

invitación, sino invitado por ti.

–Juntos los dos, marchando por el camino deliberaremos lo que

vamos a decir. Vayamos, pues.

Tal fue, más o menos –contó Aristodemo–, el diálogo que

sostuvieron cuando se pusieron en marcha. Entonces Sócrates,

concentrando de alguna manera el pensamiento en sí mismo6, se quedó

rezagado durante el camino y como aquél le esperara, le mandó seguir

adelante. Cuando estuvo en la casa de Agatón, se encontró la puerta

abierta y dijo que allí le sucedió algo gracioso.7

6 Primera mención del estado de recogimiento usualmente practicado por Sócrates, estado parodiado por

Aristófanes en Las Nubes 634. La meditación extática de Sócrates, en la que se supone se concentra en la idea

de Belleza, cuando se dirigía a la casa de Agatón suele considerarse histórica.

7 Esto es una expresión irónica, humorística: La gracia está en que Aristodemo, que no había sido invitado, se

ve solo en la puerta sin Sócrates, el invitado.

4

Del interior de la casa salió a su encuentro de inmediato uno de

los esclavos que lo llevó a donde estaban reclinados los demás,

sorprendiéndoles cuando estaban ya a punto de comer. Y apenas lo vio

Agatón, le dijo: –Aristodemo, llegas a tiempo para comer con nosotros.

Pero si has venido por alguna otra razón, déjalo para otro momento,

pues también ayer te anduve buscando para invitarte y no me fue posible

verte.

Pero, ¿cómo no nos traes a Sócrates?

Y yo –dijo Aristodemo–me vuelvo y veo que Sócrates no me sigue

por ninguna parte. Entonces le dije que yo realmente había venido con

Sócrates, invitado por él a comer allí.

–Pues haces bien, dijo Agatón. Pero, ¿dónde está Sócrates?

–Hasta hace un momento venía detrás de mí y también yo me

pregunto dónde puede estar.

–Esclavo, ordenó Agatón, busca y trae aquí a Sócrates. Y tú,

Aristodemo, reclínate junto a Erixímaco.8

Y cuando el esclavo le estaba lavando para que se acomodara,

llegó otro esclavo anunciando: –El Sócrates del que hablan se ha alejado

y se ha quedado plantado en el portal de los vecinos. Aunque

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