El Lazarillo De Ciegos Caminantes
markosariel27 de Septiembre de 2012
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EL LAZARILLO DE CIEGOS CAMINANTES, OBRA NEOCLÁSICA.
INDICE
Introducción…............................................................................................3
La mirada de Carrió…................................................................................3
El paisaje: creencia determinista…..............................................................6
El Neoclasicismo: la literatura en el s. XVII…............................................7
Bibliografía…............................................................................................10
Introducción
Este trabajo tiene por objeto abordar la obra El Lazarillo de ciegos caminantes (Lima 1775), de Alonso Carrió de la Vandera (Gijón 1715-Lima 1783), más conocido como Concolocorvo desde el análisis del relato y los distintos comentarios que el autor ha plasmado sobre ciertos rasgos de la vida cotidiana, el paisaje, las costumbre, el entorno y todos aquellos componentes socio-culturales que formaron la idiosincrasia del ámbito rioplatense.
La obra consta de XXVII capítulos, dividido en dos partes. La primera hasta el capítulo X y la segunda del XI al XXVI, quedando el capítulo último XXVII, para el Juicio del visitador Carrió sobre el itinerario histórico del autor. Hay en ella, informes estadísticos, chismes, anécdotas; y otros recursos como: diálogos, sátiras contra españoles, franceses y mexicanos; además de algunos cuentos. Como libro de viajes, tiene los consejos a los viajeros y la descripción de lugares: flora y fauna, enfermedades; pero también se describen personas y hay reflexiones sobre los estratos sociales; se enumeran las costumbres y vestuarios.
En la obra El Lazarillo de ciegos caminantes, Calixto Bustamante Carlos Inca, Concolocorvo aparece como personaje acompañante del español Alonso Carrío de la Vandera y con el cargo de escribano o secretario suyo en el viaje que, como visitador de correos nombrado en 1771, tuvo que realizar Carrió desde Buenos Aires a Lima. Como funcionario de la corte de Carlos III de España, viaja al Rio de la Plata a raíz de los procesos borbónicos de reformas sobre las comunicaciones en el Virreinato del Perú, y es en este contexto donde gestará El lazarillo: catalogada en el género de la literatura de viaje o diario de viaje colonial, en el marco de un ámbito cultural impulsado por la ilustración en la Europa del siglo XVIII. La relación de este viaje constituye la obra en cuestión. Ambos, personajes ficticios a la vez que reales, son amigos: Alonso Carrió es el europeo idealista, y Concolocorvo el indígena pícaro y crítico.
LA MIRADA DE CARRIO
El Lazarillo es un compendio de diferentes aspectos sobre la realidad de las colonias en el cual Carrió se preocupa por estudiar el estilo de vida de los habitantes de los distintos lugares por los que pasa para presentarnos un minucioso análisis de su cultura. Es interesante enfatizar que, en dicha obra, encontramos una constante confrontación entre el comportamiento de ciertos animales y la imagen que se nos ofrece de los habitantes que conviven con dichas especies. Tomemos como ejemplo de lo dicho la imagen de los pobladores de San Miguel del Tucumán donde se comparan las arañas que producen seda con la realidad de los habitantes de esa jurisdicción para criticar lo que la voz enunciadora cataloga como “deplorable estilo de vida”.
El indio en su conjunto se lo plasma a través de un discurso negativo donde se utiliza la alteridad con el europeo creando de este modo el binomio salvaje/civilizado. Siendo el primero el indio y por extensión comparativa el segundo: el español.
A medida que caminamos la obra podemos recoger la visión prejuiciosa que pesa sobre los indios: según el enunciador la tiranía de la cual se acusa a los españoles es imaginaria: el repartimiento es un sistema justo que permite al indio vivir, pero a éste le gusta embriagarse por eso nunca le alcanza el dinero. Según el enunciador el repartimiento es lo que hace que los indios se queden en su tierra y sus hogares, “ya ha visto Vd., señor inca” (2000:162). Carrio enuncia de este modo estar a favor de la Conquista al postular que esta nos salvó del indio.
Un indio que define como desconfiado, malicioso, sin caridad, bárbaro porque no puede expresarse correctamente en el idioma castellano (pero todos lo entienden por una cuestión de necesidad) y, que no tiene bienes porque se lo gasta en borracheras. En esta descripción de uno se toma el conjunto: todos los indios son iguales en la colonia. Cáusticamente dice el enunciador que lo que tienen de bueno es la capacidad de adoctrinamiento y cumplimiento de los castigos encomendados a los doctrineros indios. No obstante en el Cap. XIX destaca su valor, la ferocidad de su ataque y diferencia a los indios sujetos a los emperadores de México y Perú del resto de indios indiferenciados que había declarado anteriormente.
Otro claro ejemplo comparativo entre las costumbres europeas y el indio, para señalar lo bárbaro e inhumano de uno sobre lo racional que se aplica en Europa, se describe en el capítulo VII donde presenta un extenso tratado acerca del origen y mansaje de las mulas por parte de los habitantes de San Miguel del Tucumán. En el siguiente párrafo podemos notar un valor negativo en el modo salvaje de amansar a las mulas:
Este grosero, bárbaro e inhumano modo de amansar no puede ser de la aprobación de hombre racional alguno, porque dejando aparte las muchas mulas que se estropean y lastiman en muchas partes de su cuerpo, no consiguen otra cosa los dueños de las tropas y fletadores que debilitar el ganado mejor y preservarse de una estampida, y ahorrar algún número de mansas. (2000:86)
A continuación, Carrió explica el método de domar que se aplica en Europa con la finalidad de resaltar el carácter racional de dicha técnica. Asimismo, detallará el modo de amansar propio de los indios en comparación con el de los tucumanes. El examen que hará del método de los indios tiene como real finalidad una cruel analogía entre el comportamiento de las mulas tras los efectos que produce sobre ellas el mansaje y el comportamiento o estilo de vida propio de sus dueños:
A cada uno de éstos les reparte el corregidor una o dos, y a muchos ninguna, porque no la necesitan o no son capaces de pagarla. Todos apetecen este repartimiento. Los primeros para servirse de ellas en los transportes de sus efectos, y otros para venderlas a ínfimo precio y servirse de su corto valor para emplearle en borracheras y otros desórdenes. Los primeros amansan las mulas por un término opuesto al que siguen los tucumanes, en que unos y otros van errados, según mi concepto. Los indios, como cobardes y de débiles fuerzas, reciben gustosos una, o a lo más dos mulas, y conduciéndolas a sus casas las amarran fuertemente en los patios o corrales a un fuerte tronco (...). Allí dejan la mula o macho, a lo menos veinticuatro horas sin darle de comer ni beber, y al cabo reconocen si la bestia está o no domada (...) La bestia, debilitada antes con el hambre y la sed y después con la carga, sigue a paso lento al que la tira (...). Para todo tienen paciencia los indios, y así van domando sus mulas según su genio pacífico y modo de pensar; pero siempre crían unos animales sin corpulencia y de débiles fuerzas (...). (2000:87-88)
Estos son solo algunos ejemplos del discurso condenatorio de Carrió respecto al modo de vida y hábitos del poblador del territorio americano, como mencionamos anteriormente, esta crítica se sostiene principalmente en la carencia de un comportamiento racional en el hombre indígena.
Asimismo, es posible reconocer el prejuicio de inferioridad y la crítica a la diversidad de mezclas raciales en el Nuevo Mundo en un fragmento en el que el autor se dedica a explicar el origen y la propagación de las mulas: el nacimiento de una nueva especie tras la unión de otras dos distintas es considerado como una aberración (“de burro y de yegua salía una especie de monstruo infecundo”).La interpretación alegórica del pasaje citado se sustenta en el hecho de que Carrió defendía la idea de eliminar la hibridez étnica como parte de su proyecto ideológico colonialista. El autor también define negativamente a otros grupos raciales, por ejemplo, dedica una sección completa de la obra a retratar las costumbres de los negros: el indio es cruel con el negro, y éste se ubica en un estrato inferior “los indios son muchos más hábiles que los negros para todas las obras del espíritu (…) Los negros no tienen intérpretes, ni hubo jamás necesidad de ellos” (2000:168), porque rápidamente entienden y se dan a entender en el castellano, no obstante “les quedo un resabio del fuste”(2000:168). Esta apelación a la esclavitud a la cual se sometió al negro durante la colonia se corresponde en la escasa representación, protagonismo y valoración como tipo social. El texto borra enunciativamente lo que no es sustancial al discurso reformista y de esta manera borra una identidad cultural.
En consonancia define al mestizo como mezcla de blanco: una degradación de la raza. Esta corrupción se traslada al lenguaje, siguen manteniendo la lengua aymará y quichua. En el Cap. XX se aclara que algunos “mesticillos contrahechos” son los que se encargan de las labores productivas en la colonia. Indios que aseados pasan por cholos, por mestizos, porque son útiles al español pero constituyen una amenaza en la medida en que podrían confundirse con los blancos.
Los guamanguinos se distinguen por tener una forma peculiar de vestimenta. Los únicos indios valorados
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