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El Pasado, Guarida Del Presente (Xicotencatl, Guatimozin, Lanzas Coloradas)


Enviado por   •  1 de Enero de 2012  •  1.846 Palabras (8 Páginas)  •  720 Visitas

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Cuando alguien pregunta ¿para que se enseña literatura?, siempre uno se queda en blanco por extenuantes largos tres o cuatro segundos. Mi respuesta, últimamente, es dialéctica… mantener la dialéctica. Ahora si sumáramos ¿De qué sirve leer, en la educación formal, libros de poco menos de 200 años de antigüedad? o ¿Cambia algo en el estudiante leer novelas históricas (NH) decimonónicas, o de principio del siglo veinte? La articulación de respuestas válidas se volvería algo complicada.

Lo primero es pensar el porqué de su creación, extrapolarlo a la realidad del contexto de estudio, para luego interpretar desde el hoy su valor intelectual, artístico o cultural.

Entonces para delinear las posibles causas de creación podemos tomarnos de las palabras de Bourdieu (1990: 2), quien establece el término de campo literario definiéndolo como:

‘…campo de fuerzas que actúan sobre todos los que entran en ese espacio y de maneras diferentes según la posición que ellos ocupan en él (sea, para tomar puntos muy distantes entre sí, la del autor de piezas de éxito o la del poeta de vanguardia), a la vez que un campo de luchas que procuran transformar ese campo de fuerzas’.

Al escribir, el autor debe optar dentro de las posibilidades que entrega el entramado de sistemas (a lo ‘TGS’) tanto para definir tema y recopilar información, o bien para (re)significar acontecimientos.

Con esto Bourdieu desea superar el término de contexto, pues el campo requiere una toma de posición por parte del autor, dejando en claro la fuerza de la época y la posición del escritor. Esto pues, en el campo de toma de posiciones el autor está determinado por los sistemas que lo influyen contextualmente para tomar opciones. Dicho de otro modo, el contexto en que se escribe entrega algunas posibilidades de significados y de significantes (a todo orden) con los cuales se crea una obra literaria, el autor elige entre las opciones dadas. Así mismo el lector significa las obras, encuentra los significados que su propia época le otorga, siendo distintas la toma de posiciones del que produce con el que lee.

Por lo tanto, aprovechemos el escenario y desmenucemos (escueta, pero productivamente) “Xicoténcatl” de anónimo (1826), “Guatimozin” de Gómez de Avellaneda (1846), y “Las lanzas coloradas” de Uslar Pietri (1931).

La primera y la segunda de estas novelas, están escritas en la primera mitad del siglo XIX en pleno surgimiento de las nuevas naciones latinoamericanas. Era el momento en que se debía conformar las instituciones americanas, se debían forjar la moralidad propia y afianzar la identidad común. Si bien la obra se construye desde una visión romántica, el atraso intelectual de América nos entrega una obra híbrida, compartiendo tintes neoclásicos.

La ilustración se explícita a lo largo de ambas obras. Por ejemplo: la separación de los poderes del estado promovido por Rousseau en su contrato social. En “Guatimozin” de Gómez de Avellaneda (1846: 25), así explica un mexicano a Cortés, cómo se piensa el gobierno en el imperio,

“Nosotros creemos que la sabiduría de los dioses ilumina el entendimiento de los reyes; pero como comprendemos que un solo hombre no puede atender a todos los cuidados de un gran pueblo, nos resignamos a que llame en su auxilio a los nobles de conocida virtud, capacidad y experiencia. Así es que tenemos varios ministros con diversas atribuciones y prerrogativas (…) Tenemos además varios tribunales…”

Mientras en “Xicoténcatl” (1826: 80) el narrador es el encargado de ‘dibujarnos’ la organización de Tlaxcala:

“su gobierno era una república confederada; el poder soberano residía en un congreso o senado (…) El poder ejecutivo, y al parecer también el judicial, residían en los jefes de los partidos o distritos, los que (…) están subordinados al congreso.”

La proyección del modelo decimonónico ilustrado de gobierno, logra colarse en la narración. Si bien, se supone existirían ciertas concordancias entre los gobiernos aborígenes y el ideal ilustrado, en estas novelas se presenta como un anacronismo de orden ideológico.

Así también, el uso de la razón como medio libertador y de crecimiento humano se deja entre ver en los personajes. Para Kant “La Ilustración significa el movimiento del hombre al salir de una puerilidad mental de la que él mismo es culpable.” Para esto podemos enfocarnos en las figuras femeninas presentadas en ambas novelas.

Gualcazinla y Teutila son las parejas de los héroes de sus respectivas novelas (Guatimozin y Xicoténcatl), y ambas son mujeres con opinión aceptada, son escuchadas ya que son de relaciones virtuosas y de razonamientos prudentes. Cacumatzin dice de Gualcazinla que es “sabia como un anciano y brava como una miztlit” luego de un consejo que ella entrega; mientras que Teutila al darse cuenta de su cautiverio da muestra de su razonamiento al juzgar la visión de Dios que se le intenta imponer, dando cuenta de un juego de raciocinio a través de un prisma romántico:

“(…) ¡Tú el órgano de Dios! ¡Entre vosotros el instrumento de su palabra! ¡Hipócritas! Estáis llenos de vicios abominables. ¡Y osáis suponeros los ministros de un Dios! No sé si el vuestro será tan maléfico y malvado que merezca semejantes adoradores; (…) tú no conoces a Dios. ¡Un Dios complacerse en mi mortificación sólo por la curiosidad de saber si soy sufrida! (…) Yo recurro a Dios en mi aflicción, sí, y recurro con fervor; ero es para bendecir su justicia y para consolarme contemplando sus justas venganzas (…)”

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Así mismo, estas mujeres ejemplo de sujeto libertado, se les escapa un poco de las manos restringiendo su figura de inteligente razonamiento. A Teutila con la candidez que acepta la invitación de Ordaz, y Gualcazinla expresando constantemente su condición de ordenada a Guatimozin. De este modo se cuela aún más el presente, pues lograría traspasar incluso la voluntad discursiva del escritor. Demostrando que el ideal aún está lejos del referente.

Por otro lado, en “Las lanzas coloradas”, que si bien está escrito

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