El desgarro de la existencia: expresionismo y crítica social en Los lanzallamas de Roberto Arlt
Miily GonzalezEnsayo20 de Noviembre de 2025
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PROVINCIA DE BUENOS AIRES
DIRECCIÓN GENERAL DE CULTURA Y EDUCACIÓN
DIRECCIÓN DE EDUCACIÓN SUPERIOR
ESCUELA NORMAL SUPERIOR "JOSÉ MANUEL ESTRADA"
INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACION DOCENTE N° 163
CARRERA: Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura
ESPACIO CURRICULAR: Literatura Argentina
CURSO: 4to. año
CICLO LECTIVO: 2025
PROFESORA: Cesio Noemí
Alumnos: Acosta Rocio, Echeverria Narela, González Milagros.
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El desgarro de la existencia: expresionismo y crítica social en Los lanzallamas de Roberto Arlt
El objetivo de este análisis es explorar cómo Roberto Arlt construye, en Los lanzallamas (1931), una crítica social a través de personajes marcados por el fracaso, la alienación y la desesperanza. A lo largo de la novela, el autor se vale de una mirada existencialista para retratar el vacío del hombre moderno frente a un mundo sin sentido, retomando influencias de escritores como Eugene O’Neill y Dostoievski, quienes también abordaron el malestar, la marginalidad y la pérdida de valores como síntomas de una sociedad en crisis.
Publicada como continuación de Los siete locos (1929), Los lanzallamas profundiza en los conflictos éticos y psicológicos que atraviesan los personajes, especialmente Erdosain, figura central del universo arltiano. En él se condensan la frustración del sujeto moderno y la sensación de alienación: un hombre que, pese a sus ideales, se encuentra atrapado en un sistema donde la pobreza, la corrupción y la falta de sentido terminan anulando cualquier posibilidad de redención. Conversación de Erdosain con Luciana:
“Pues tengo poco que decirte. No tengo ilusiones. No podré tener más ilusiones. A los otros hombres los mueve alguna ilusión. Unos creen que tener dinero los hará felices, y trabajan como bestias para acumular oro. Y así los sorprende la Muerte. Otros creen que con el Poder serán dichosos. Y cuando les llega el poder, la sensibilidad para gustarlo se les hizo pedazos entre todas las bellaquerías que ejecutaron para conseguir el poder. Los menos creen en la Gloria, y como esclavos trabajan su inútil obra de arte, que el cataclismo final sepultará en la nada. Y ellos, como los otros que se atormentan por el Oro o por el Poder, aprietan los dientes y mascullan blasfemias”. (Pp. 142)
Arlt utiliza la ciudad de Buenos Aires como escenario simbólico de esa descomposición moral y social. La urbe aparece como un espacio caótico, mecánico, donde los vínculos se fragmentan y el progreso técnico convive con la miseria y la deshumanización. El lenguaje de Arlt, mezcla de lo culto y lo popular, de lo literario y lo callejero, potencia esa sensación de desgarramiento entre el ideal y la realidad, entre el deseo y el fracaso.
“Yo creo en un único deber: luchar para destruir esta sociedad implacable. El régimen capitalista en complicidad con los ateos ha convertido al hombre en un monstruo escéptico, verdugo de sus semejantes por el placer de un cigarro, de una comida o de un vaso de vino. Cobarde, astuto, mezquino, lascivo, escéptico, avaro y glotón, del hombre actual debemos esperar nada. Hay que dirigirse a las mujeres; crear células de mujeres con espíritu revolucionario; introducirse en los hogares, en los normales, en los liceos, en las oficinas, en las academias y los talleres. Solo las mujeres pueden impulsarlos a estos cobardes a rebelarse.” (Pp. 24)
El título de la novela encierra un fuerte valor metafórico. Los lanzallamas no se refiere solo a un arma física, sino a una imagen del deseo de destruirlo todo para empezar de nuevo. Representa la pulsión de los personajes por acabar con el mundo que los oprime: un sistema sin justicia, sin amor y sin fe.
El lanzallamas es, en este sentido, el símbolo del odio y la desesperación, pero también del impulso revolucionario que, llevado al extremo, termina consumiendo a quienes lo encienden. La llama purifica y destruye a la vez: ilumina la crisis del individuo moderno, pero también muestra cómo el fuego de la rebelión puede volverse contra quien lo porta.
Su escritura no busca consolar, sino incomodar y despertar conciencia crítica, razón por la cual su voz permanece viva y necesaria.
“Pero qué importa. Trabajando para conseguir el dinero o el poder o la gloria no se aperciben que se va acercando la muerte. Pero yo, ¿en qué quieres que ponga mis ilusiones? Decime. Le he escupido en la cara a una muchacha. Esa muchacha algún tiempo después volvió a mí. Le pregunté entonces: “¿Estás dispuesta a tirarte a la calle para mantenerme?”. Y me contestó que sí. La eché porque me daba lástima. He corrompido a una criatura de ocho años. Me he dejado abofetear. He robado. Nada me distrajo. He permanecido siempre triste… Luciana se incorpora sentándose junto a Erdosain. Le acaricia la frente despacio. —¿Por qué hiciste todo eso? ¿No sabés que en el mal no se encuentra la felicidad? —¿Y qué sabés vos si yo busco la felicidad? No; yo no busco la felicidad. Busco más dolor. Más sufrimiento.“ (Pp.143)
Contexto de producción y datos del autor
Los lanzallamas fue publicada en 1931 como continuación directa de Los siete locos (1929), formando entre ambas una sola unidad narrativa. Roberto Arlt nació en Buenos Aires en 1900, hijo de inmigrantes. Su infancia estuvo marcada por la inestabilidad familiar y el fracaso escolar, ya que fue expulsado de la escuela a los ocho años, pero continuó su formación de manera autodidacta. Desde joven se dedicó al periodismo, actividad que ejerció paralelamente a su carrera literaria y que le permitió observar de cerca la vida de los sectores populares de la ciudad.
Durante las décadas de 1920 y 1930 formó parte del grupo de Boedo, que buscaba una literatura comprometida con los problemas sociales y alejada del elitismo estético. En este marco, Arlt se consolidó como una voz original dentro de la narrativa argentina, inaugurando una literatura urbana, marginal y de tono expresionista, influida por autores como Dostoievski, Zola y Balzac.
A diferencia de otros escritores de su tiempo, Arlt se mantuvo al margen de los círculos intelectuales, lo que le valió críticas por su estilo “incorrecto” o “desprolijo”. Sin embargo, esa misma ruptura con la norma se convirtió en una marca de autenticidad y rebeldía. Su lenguaje directo, a veces violento, funciona , como él mismo afirmaba en el prólogo de Los lanzallamas, como un “cross a la mandíbula” del lector.
Además de escritor, Arlt fue un inventor incansable. Patentó un sistema de galvanización de medias, diseñó un medidor de estrellas fugaces y planeó proyectos tan extravagantes como una tintorería para perros. Estos intentos frustrados, cargados de deseo de trascendencia y fracaso, dialogan simbólicamente con sus personajes ,como Erdosain, quienes también buscan reinventarse en un mundo dominado por la miseria, la corrupción y la desesperanza.
Murió en 1942, a los 42 años, dejando una obra que, con el tiempo, sería reconocida como una de las más originales y potentes de la narrativa argentina. Textos como Los siete locos y Los lanzallamas condensan su mirada crítica sobre una sociedad desigual y su exploración existencial del sufrimiento humano.
Toda su experiencia de vida marcó su escritura, Arlt no escribe desde el mundo intelectual o académico, sino desde la calle, desde los márgenes, y logra convertir esa mirada en una forma de literatura crítica y moderna, tal como se muestra en el siguiente fragmento:
“—Amiga mía, esto no tiene nada de grave. En Venezuela se cuelga a los comunistas de los testículos. Se les amarra por una soga y se les sube hasta el techo. Allá a ese tormento lo llaman tortol. Aquí a veces en nuestras cárceles, los interrogatorios se hacen a base de golpes en los testículos. Estuve moribundo… sé lo que es estar a la orilla misma de la muerte. De manera que usted no debe avergonzarse de haberme ofrecido la felicidad.” (Pp. 13)
El contexto histórico era el de una Argentina en crisis, con fuertes desigualdades sociales, corrupción política y una creciente sensación de vacío ideológico. En esos años, el país atravesaba transformaciones económicas y políticas (como el golpe de 1930) que evidenciaban el derrumbe de las promesas de progreso. En ese marco, Arlt refleja el desencanto de los individuos y el fracaso de los ideales colectivos, anticipando preocupaciones que luego serían propias del existencialismo europeo.
“—El nivel intelectual del país es pésimo. Con lo dicho quiero decirle que nuestro pueblo, en su mayoría, por procedimiento de evolución no llegará jamás a admitir íntegramente el comunismo. Se opone a esto no sólo el interés de los capitalistas, sino el de los cuerpos políticos democráticos, que viven y se enriquecen representando al pueblo. Es decir que nosotros nunca podremos llevar el convencimiento y aceptación del comunismo por procedimientos intelectuales, al pueblo. Un pueblo se hace comunista por hambre, o por el exceso de opresión. Nosotros no tenemos poderes para provocar el hambre… tampoco para provocar la opresión. Los únicos que pueden oprimir y tiranizar a un estado son los militares. Entonces auxiliamos a los militares a clavar las uñas en el poder…” (Pp.58)
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