Ensayo de La degradación de Dido en La Eneida
Sabrina PedersenInforme2 de Julio de 2017
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FINAL LENGUA Y CULTURA LATINAS II
Alumna: Pedersen Sabrina
TEMA: La degradación de Dido en Eneida
Al retomar el personaje de Dido en la Eneida, es imposible hablar de una evolución en el mismo, ya que esto implica el pasaje de un estado a otro mejor, hecho que, como sabemos, no ocurre.
A lo largo del Libro IV de la Eneida, se produce una degradación paulatina en la reina que la lleva de una gobernante digna a un inminente suicidio.
En este sentido, la historia de Dido y Eneas es la historia de un amor desdichado. El Libro IV resalta en primer plano la cuestión humana, con el ingrediente del conflicto amoroso. Tomando a Dido como protagonista de esta “tragedia narrativa” que abarca la totalidad del Libro IV, se podría establecer como prólogo el Libro I, y como epílogo el Libro VI.
En este prólogo, se produce el primer encuentro entre Dido y Eneas (sumada la intervención de Venus para enamorar a la reina y proteger la misión de su hijo). Tras la entrada a Cartago, se nos presenta una reina en la cumbre de su pueblo, impartiendo justicia y construyendo murallas. La reina es, además, gentil y serena: les ofrece hospitalidad y los invita a asentarse en su reino. Eneas le habla, desde un plano público, como dux (líder) de un pueblo castigado y perseverante que recibe la hospitalidad de un pueblo extranjero e intenta sellar en un pacto de concordia y buena voluntad. Todo luego se diluye con el furor, la pasión demente que posee a Dido, cuya potencia individual perturba primero su realidad inmediata al cesar la construcción de la ciudad y luego la historia misma del Mediterráneo al decretar la enemistad eterna de ambos pueblos. Sin embargo, este primer encuentro entre Dido y Eneas se presenta en una escena amigable, de felicidad.
Referente al desarrollo de esta historia, es posible dividir los estados que atraviesa la reina en tres momentos: a) deslumbrada de amor; b) enloquecida de dolor; c) inevitable suicidio.
a)- Primer momento: Deslumbrada
Tras la intervención divina de Venus que envía a Cupido a enamorar a la reina, al inicio del libro IV se nos presenta una Dido muy diferente a la del Libro I, pues ésta sufre una pasión demente, arde de amor por Eneas y un fuego interior la consume.
En este sentido, el amor es presentado como una enfermedad que afecta desde el plano físico y mental, tal como podemos observar en los primeros versos del Libro IV:
“… gravi iamdudum saucia cura volnus alit venis, et caeco carpitur igni…” | “… atormentada de grave cuidado, con sangre de sus venas alimenta su herida, y ciego ardor la devora…” |
Se produce un enamoramiento ciego (caeco) donde la reina es presa de ese amor siendo una especie de ardor (ignis) uno de los efectos que sufre. En este sentido, el fuego será uno de los tópicos principales que definen el estado de la reina.
Así, se debate desfalleciente entre el amor de Eneas y su voto de fidelidad eterna a Siqueo, su esposo muerto. Cuida, ya con exhausta determinación, el pudor que la diseña como univira (mujer de un solo marido). Sin embargo, la unión de Eneas y Dido no es posible, ya que, siendo troyanos y tirios, comprometen de manera inexorable a los pueblos de ambos personajes y sus respectivos proyectos fundacionales.
Entonces, será necesaria la intervención de un tercero para afianzar su decisión. Este papel lo ocupa su hermana Ana –antecedente de la Celestina- quien, en no más de 20 versos, la persuade apelando a varias razones: Le hace ver lo equivocado de su decisión (a través de varias preguntas retoricas). Le hace tomar en cuenta tres aspectos importantes: a) Dido es joven y merece disfrutar del amor y los hijos, lo que entraña el problema de la sucesión; b) la reina vive en un territorio rodeada por pueblos hostiles, gobernados por feroces caudillos, necesita protección masculina; c) la gloria de Cartago estará garantizada con la unión de los troyanos.
La aceptación de estas razones dignifica la pasión de Dido ya que solo rompe una promesa inútil por atender a la seguridad y engrandecimiento de su reino.
“Hic dictis incensum animun inflammavit amore, spemque dedit dubiae menti, solvitque pudorem” (54-55) | “Estas palabras su animo encendieron con amor desmedido, dieron esperanza a su corazón en duda y su pudor liberaron” |
Se retoma así el tópico del fuego: la vieja llama de Dido crece con las palabras de su hermana y el pudor se libera (concepto que debe respetar una mujer). Tras la liberación del pudor, se nos describe una Dido enferma y enloquecida.
En este sentido, es interesante la descripción del amor que padece la reina:
- Inicialmente como un fuego que devora a la persona enamorada
- Como herida (volnus amoris) causado por el enamorado o, en este caso, por el dios.
- Presa de furor, una pasión y locura desmedida (provocado por una divinidad)
Este amor, que se ilustra con la bella imagen de la cierva herida, inmediatamente desplaza su punto de interés hacia otras observaciones que extienden la problemática al campo social: Dido se enajena en su pasión y la construcción de la ciudad se detiene. No se alzan torres ni se levantan murallas (signo de prosperidad), y la juventud permanece inactiva sin ejercitar las armas. Este amor produce locura, insania mentem, y afecta al cuerpo y la mente, incapacita a la reina de ocuparse y continuar con los labores de su reino. El furor va aumentando en la reina y provoca de deje de lado el carácter racional que debería adoptar como reina y mujer (alimenta su deseo amoroso e induce el olvido de todo lo demás)
De momento, lejos de engrandecerse, como vaticinaba Ana, Cartago parece amenazada de ruina. Con esto los romanos recuerdan lo riesgoso del gobierno femenino.
De esta manera, se nos va delineando una mujer que representa los valores de lo antirromano: inicialmente, como dux, como jefa conductora de hombres; luego, como sujeto pasional, irracional, que olvida los deberes de su reino. Otro valor antirromano está presente en las vestiduras de la reina (y los obsequios que le otorga a Eneas): colores púrpura y oro, así como costumbres orientales, elementos indeseables para la cultura romana. Asimismo, el epíteto infelix que se le atribuye constantemente, reafirma que la reina no corresponde a los cánones romanos ya que sugiere que es infértil (no es posible la descendencia).
Dido va atravesando escalones que inevitablemente la conducen a su trágico final.
Auspiciado por Venus y Juno se produce el himeneo. Las dudosas nupcias en la caverna desencadenan un nuevo problema y son la causa definitiva de su inminente muerte.
“Ille diez primus leti primusque malorum causa fuit; neque enim specie famave movetur, nec iam furtivum Dido meditatur amorem: coniugium vocat; hoc praetexit nomine culpam” (169-172) | “Aquel fue el primer día de la muerte y la causa primera de las desgracias: pues ni de apariencias ni de opinión se deja llevar Dido ni planea ya un amor a escondidas: casamiento lo llama, con ese nombre esconde la culpa” |
Estas bodas, por un lado, no corresponden a cualquier ortodoxia tiria, troyana o romana, ya que se dan en un ámbito privado y son una especie de accidente de la cacería que se está desarrollando y, por lo tanto, no son validos. Asimismo, el héroe aparece entregado al curso de los acontecimientos sin tener participación activa y no sabemos qué idea tiene hasta que recibe el aviso de Júpiter a través de Mercurio y decide continuar su viaje.
Entonces se desata el conflicto central, no solo del Libro IV, sino de la primera parte de Eneida: el héroe puede atender el mandato de Júpiter y volver a los peligros del mar con rumbo incierto, o puede seguir sus deseos de quedar como príncipe consorte en una ciudad opulenta, junto a una bella y apasionada reina que le ofrece amor y prosperidad. Eneas no vacilará en elegir lo primero.
De esta manera, el héroe vuelve a retomar el papel de profugus dado que, ante el estado mental de la reina, no sabe como decirle que debe marcharse. La opción de huir a escondidas desata el segundo momento que atraviesa la reina: enloquecida de dolor
b)- Segundo momento: enloquecida de dolor
El conflicto se desata y predomina la voz de Dido. Eneas es casi lacónico. Otra vez el héroe, como en el Libro I al cabo de la tempestad, oculta el dolor en su corazón y expone ante la reina la necesidad de su partida. Eneas debe renunciar a sus afectos y deseos personales y puede hacerlo porque no está, como Dido, posesa por la fuerza de una divinidad sino que mantiene su libertad de elección y puede responder a la fuerza de motivaciones supraindividuales. Eneas ama a la reina libremente, sin la fuerza compulsiva del furor amatorio. Y también puede usar su razón y su capacidad de elección para dejar de lado lo que ama.
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