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Espiritu Economico


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  880 Palabras (4 Páginas)  •  243 Visitas

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LA RELIGION Y SU ENFOQUE ECONÓMICO

La economía es una fuerza que influencia no muchos sino todos los aspectos de la vida, y la religión no es la excepción y el libro del cual está basado el siguiente ensayo el cual es ética protestante y el espíritu capitalista nos da una idea de cómo aplicar el concepto de economía al ámbito económico, en el Weber nos da una visión de cómo el espíritu capitalista influencio muchas de las ideas del movimiento protestante. En las sociedades modernas, la economía se ha convertido en la heredera de la religión. El dinero ha sustituido a Dios. Este reemplazo funciona con menos fricción de lo que podría suponerse, porque Dios y el dinero tienen algo en común: ambos son símbolos universales.

Todas las personas consideran como conducta moral realizar y cumplir con actividades profesionales que permitan una posición de comodidad para la vida, entre más avanzado sea su nivel de formación encontrará la necesidad de obtener mayores ganancias para satisfacer su condición de vida.

La racionalidad del hombre moderno implica una relación entre las actividades que realiza y la sociedad en la que se desenvuelve, manifiesta su disciplina de trabajo basado en aquellas actitudes que son necesarias para obtener la confianza de los demás y crear una mentalidad de independencia para realizar sus actividades diarias.

La ética protestante y el espíritu capitalista proporcionan una amplia comparación entre la religión y la sociedad, ya que el hombre pierde toda capacidad para querer algún bien espiritual en tanto condiciona su comportamiento en el medio que lo rodea para obtener bienes materiales.

Las personas que pertenecían a la religión protestante enfocaban sus estudios en profesiones relacionadas con el mundo económico, las actividades mercantiles y por los movimientos financieros, mientras que los católicos estaban encaminados por estudios relacionados con acciones humanistas para alejarse de los bienes que son innecesarios para obtener la gracia de Dios.

Como puede imaginarse, no resultaba sencillo vivir con la duda constante de si uno estaría dentro del número de los santos. La respuesta, claro, sólo Dios la sabía, pero había un modo de vislumbrarla, y es que un santo no se comporta como un simple pecador. Un elegido de Dios obra conforme a la fe, y toda su vida se eleva desde el mero estado de naturaleza al estado de gracia. Su conducta es intachable, metódica y constante, a mayor gloria de Dios. Si a esta tendencia a la acción racional le sumamos el rechazo protestante de los tradicionales votos católicos de la vida consagrada (obediencia, pobreza y castidad), tenemos un marco ético-religioso que incita a la producción incansable. Para un protestante ascético, al contrario de lo que pasaba para un católico, no había nada malo en la riqueza misma, sino sólo en su disfrute desordenado: por primera vez

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