Evaluacion Gimeno Sacristan
merchu7922 de Junio de 2014
27.669 Palabras (111 Páginas)541 Visitas
CAPITULO X
LA EVALUACIÓN EN LA ENSEÑANZA
10.1. La práctica de la evaluación.
10.2. Qué se entiende por evaluar.
10.3. Una breve síntesis histórica.
10.4. Anatomía de una práctica compleja.
10.5. ¿Quién tiene que evaluar? Evaluaciones internas y externas.
10.6. Las funciones de la evaluación en la práctica.
10.6.1. Las funciones de la evaluación para las diferentes audiencias receptoras
de los resultados.
10.7. El sentido de la evaluación integrada en el proceso de enseñanzaaprendizaje.
10.7.1. Una evaluación holística o globalizadora.
10.7.2. Evaluación informal y evaluación continua.
10.7.3. Tácticas de evaluación integrada en el proceso de enseñanza.
10.1. La práctica de la evaluación
"La evaluación se reconoce actualmente como uno de los puntos privilegiados
para estudiar del, proceso de enseñanza-aprendizaje. Abordar el problema de la
evaluación supone necesariamente tocar todos los problemas fundamentales de
la pedagogía. Cuanto más se penetra en el dominio de la evaluación, tanto más
conciencia se adquiere del carácter enciclopédico de nuestra ignorancia y más
ponemos en cuestión nuestras certidumbres. Cada interrogante planteada lleva a
otras. Cada árbol se enlaza con otro y el bosque aparece como inmenso"
(CARDINET, 1986a, Pág. 5).
La evaluación es una práctica muy extendida en el sistema escolar en todo nivel
de enseñanza y en cualquiera de sus modalidades o especialidades.
Conceptuarla como "práctica» quiere decir que estamos ante una actividad que se
desarrolla siguiendo unos usos, que cumple múltiples funciones, que se apoya en
una serie de ideas y formas de realizarla y que es la respuesta a unos
determinados condicionamientos de la enseñanza institucionalizada. Ése es el
sentido de la cita anterior. La práctica de la evaluación se explica por la forma en
que se llevan a cabo las funciones que desempeña la institución escolar y por eso
viene condicionada su realización por numerosos aspectos y elementos
personales, sociales e institucionales; al mismo tiempo, ella incide sobre todos los
demás elementos implicados en la escolarización:
Transmisión del conocimiento, relaciones entre profesores y alumnos, interacciones
en el grupo, métodos que se practican, disciplina, expectativas de
alumnos, profesores y padres, valoración del individuo en la sociedad, etc. Ayuda
decisivamente, por tanto, a configurar el ambiente educativo (FERNÁNDEZ
PÉAEZ, 1986). Estudiar la evaluación es entrar en el análisis de toda la
pedagogía que se practica.
Todas estas interrelaciones obligan a un análisis di las funciones que cumple la
evaluación en la práctica educativa como un medio de sensibilización de los
profesores, antes que preocuparse de proporcionar modelos prescriptivos de
evaluación para que los sigan. Tal como entendemos la práctica de evaluar, el
significado y usos de los profesores no van a cambiar necesariamente con sólo
decir cómo ha de realizarse ésta, siguiendo modelos teóricos o aconsejando
técnicas concretas. De hecho hay que preguntarse la razón de que determinadas
formas de evaluar, que no se aconsejan desde hace mucho tiempo, sigan
practicándose tan masivamente.
Estas características hacen del tema de la evaluación en educación algo peculiar
en comparación con su utilidad en el campo psicológico, por ejemplo. Ha sido,
curiosamente, la psicológica de diagnóstico psicométrico de cualidades mentales,
de aprendizajes y evaluación de variables de la personalidad la que ha prestado
una impronta decisiva y persistente en el mundo educativo. En los tratados,
monografías e investigaciones sobre evaluación se presta mucha más atención,
por ejemplo, a las técnicas psicométricas que a lo que los profesores hacen
cotidianamente.
Evaluar no es una acción esporádica o circunstancial de los profesores y de la
institución escolar, sino algo que está muy presente en la práctica pedagógica.
CROOKS (1988), recogiendo datos pertenecientes a los EEUU considera que un
15% del tiempo de los estudiantes en la enseñanza se dedica a cumplimentar
diferentes pruebas, aunque datos de este tipo sólo tienen un carácter de
aproximación, puesto que no se evalúa sólo cuando se ponen exámenes, sino
también a través de prácticas de evaluación Informal, lo que eleva mucho más
ese tiempo dedicado a la actividad de comprobar, medir o evaluar. Trabajos de
investigación en otros contextos (BLACK, 1986) destacan que, para los
profesores, evaluar es una actividad que viene exigida como una obligación
institucional, pues una gran parte de centros y docentes es- timan que evalúan a
los alumnos porque tienen que informar de ello, más que por cualquiera otra
razón del tipo pedagógico. Es evidente que no sólo los estudiantes invierten una
cantidad de tiempo y energía importantes en la preparación y realización de
diferentes pruebas y tareas que tienen como finalidad comprobar su trabajo, sino
que también el tiempo de los profesores -dentro y fuera de la institución- se
dedica a planificar, realizar, corregir pruebas y elaborar información sobre
resultados para diversas audiencias: los alumnos, sus padres, el centro o la
Administración.
Aunque no tenemos datos sobre nuestro sistema escolar, a todos nos consta que
se trata de una actividad ampliamente rechazada por los alumnos y bastante
molesta y engorrosa para muchos profesores. Lo que no obsta para que
encontremos estudiantes que cuando obtienen buenas calificaciones se muestren
orgullosos por las mismas y que muchos profesores utilicen la evaluación, incluso
con cierta complacencia, para mantener el orden, la autoridad y su sentimiento de
superioridad sobre los alumnos. Estas situaciones demuestran algunas de las
funciones que cumple este rito escolar.
La complejidad de la práctica de evaluar exige tratar este tema desde dos
perspectivas que se interrelacionan entre sí:
1) Como una función didáctica que realizan los profesores, fundamentada en una
forma de entender la educación, de acuerdo con modos variados de enfocarla,
planteamientos y técnicas diversas para realizarla, etc. Aun- que su origen y
motivación profunda no sea de orden educativo o científico, sino consecuencia de
necesidades sociales e institucionales.
Como actividad susceptible de ser investigada y sometida a tratamiento científico,
en tanto es una parte esencial del universo de procesos didácticos, la evaluación
ha cobrado un papel relevante sólo en fecha reciente. Quizá sea fruto de la
necesidad de racionalizar una práctica ya preexistente, de intelectual izar en
términos de teoría procesos institucionales cuya fuerza es cada vez más evidente.
Es curioso observar cómo en los manuales clásicos de didáctica general, que se
ocupan de ordenar los problemas relevantes de la enseñanza, hasta
prácticamente 1970 el tema de la evaluación pasa bastante inadvertido (valgan
como ejemplos: SCHMIEDER, 1966; STOKER, 1964; TITONE, 1966). Los
esquemas dominantes hasta esos momentos en la evaluación procedieron de la
teoría y práctica de medición psicológica muy fundamentalmente, que se
aplicaban a una necesidad del sistema: la realización de exámenes.
En la actualidad, para la teorización didáctica evaluar no sólo es el acto de
comprobar el rendimiento o cualidades del alumno, sino una fase más, la final, de
un ciclo completo de actividad didáctica razonablemente planificado, desarrollado
y analizado. Digamos que hoy se piensa en la evaluación como una fase de la
enseñanza. Cualquier proceso didáctico intencionalmente guiado conlleva una
revisión de sus consecuencias, una evaluación del mismo. La evaluación sirve
para pensar y planificar la práctica didáctica.
Ahora bien, el papel de la evaluación en el pensamiento y en la técnica didáctica
tiene muy desigual valor y significado según cómo se la entienda. Veamos algún
ejemplo. En el esquema de JACKSON (1975), después de analizar lo que ocurre
en las aulas, evaluar significa resaltar procesos post-activos de la enseñanza, lo
que ocurre cuando se reflexiona sobre lo que ya ha pasado en un tiempo y en
unas actividades de enseñanza. Esa fase post-activa sigue a la realización de la
enseñanza (procesos interactivos) que, a su vez, han sido objeto de planificación
previa (procesos preactivos). En el caso de la investigación en la acción, esquema
de racionalización de los procesos didácticos, donde se resalta la importancia de
la reflexión sobre lo ocurrido, la evaluación es un recurso para mejorar los
procesos pedagógicos. En estos planteamientos la evaluación tiene el significado
y valor de servir a la toma de conciencia sobre la práctica.
Como ya vimos, muy distinto es el caso de los planteamientos didácticos inscritos
en el paradigma o teoría tecnológica o tyleriana sobre el curriculum, en los que la
...