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Fragmentos De Cien años De Soledad


Enviado por   •  25 de Marzo de 2014  •  1.223 Palabras (5 Páginas)  •  780 Visitas

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Fragmento I

Su respuesta fue terminante. En tres meses esperaba establecer su cuartel general en Macondo. Si entonces no encontraba vivo al coronel Gerineldo Márquez, fusilaría sin fórmula de juicio a toda oficialidad que tuviera que tuviera prisionera en ese momento, empezando por los generales, e impartiría órdenes a sus subordinados para que procedieran en igual forma hasta el término de la guerra. Tres meses después, cuando entro victorioso a Macondo, el primer abrazo que recibió en el camino de la ciénaga fue el del coronel Gerineldo Márquez.

La casa estaba llena de niños. Úrsula había recogido a Santa Sofía de la Piedad, con la hija mayor y un par de gemelos que nacieron cinco meses después del fusilamiento de Arcadio. Contra la última voluntad del fusilado, bautizo a la niña con el nombre de Remedios. “Estoy segura que eso fue lo que Arcadio quiso decir -alegó-. No la pondremos Úrsula, porque se sufre mucho con ese nombre.” A los gemelos les puso José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo. Amaranta se hizo cargo de todos. Colocó asientitos de madera en la sala, y estableció un parvulario con otros niños de familias vecinas. Cuando regresó el coronel Aureliano Buendía, entre estampidos de cohetes y repiques de campanas, un coro infantil le dio la bienvenida a la casa. Aureliano José, largo como su abuelo, vestido de oficial revolucionario, le rindió honores militares.

No todas las noticias eran buenas. Un año después de la fuga del coronel Aureliano Buendía, José Arcadio y Rebeca se fueron a vivir en la casa construida por Arcadio.

Fragmento II

Nunca fue mejor guerrero que entonces. La certidumbre de que por fin peleaba por su propia liberación, y no por ideales abstractos, por consignas que los políticos podían voltear al derecho y al revés según las circunstancias, le infundió un entusiasmo enardecido. El coronel Gerineldo Márquez, que luchó por el fracaso con tanta convicción y tanta lealtad como antes había luchado por el triunfo, le reprochaba su temeridad inútil. “No te preocupes –sonría él-. Morirse es mucho más difícil de lo que uno cree.” En su caso era verdad. La seguridad de que su día estaba señalado lo invistió de una inmunidad misteriosa, una inmortalidad a término fijo que lo hizo invulnerable a los riesgos de la guerra, y le permitió finalmente conquistar una derrota que era mucho más difícil, mucho más sangrienta y costosa que la victoria.

En casi veinte años de guerra, el coronel Aureliano Buendía había estado muchas veces en la casa, pero el estado de urgencia en que llegaba siempre, al aparato militar que lo acompañaba a todas partes, l aura de leyenda que doraba su presencia y a la cual no fue insensible ni la propia Úrsula, terminaron por convertirlo en un extraño. La última vez que estuvo en Macondo, y tomó una casa para sus tres concubinas, no se le vio en la suya si no dos o tres veces, cuando tuvo tiempo de aceptar invitaciones a comer. Remedios, la bella, y los gemelos, nacidos en plena guerra, apenas sí lo conocían. Amaranta no lograba conciliar la imagen del hermano que pasó la adolescencia fabricando pescaditos de oro, con la del guerrero mítico que había interpuesto entre él el resto de la humanidad una distancia de tres metros. Pero cuando se conoció la proximidad del armisticio y se pensó que él regresaba otra vez convertido en un ser humano, rescatado pir fin para el corazón de los suyos, los afectados familiares aletargados por tanto tiempo renacieron con mas fuerza que nunca.

Fragmento III

Era una inquietud infundada. Si alguien resultaba inofensivo

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