La Economia Es Lo Mis Mo Que Adtibidad
smithers9031 de Marzo de 2014
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CAPITULO XXV
Si queremos reformar las escuelas conforme a las normas verdaderas del cristianismo, hemos de
prescindir de los libros de los gentiles o, por lo menos, usarlos con más cautela que hasta el
presente.
Tenemos necesidad extraordinaria e ineludible de conseguir por todos los medios lo que dejamos
probado en el capítulo precedente. Porque si queremos tener escuelas verdaderamente cristianas, es
necesario alejar de ellas la turba de doctores gentiles. Sobre lo cual, expondremos primero las
causas más importantes, y después demostraremos le precaución que hay que tener con esos sabios
mundanos, para hacer nuestro lo que ellos pensaron, dijeron o efectuaron rectamente.
2. El amor por la gloria de Dios y la salvación del hombre, nos fuerza a vigilar sobre esta materia,
sobre todo viendo que las principales escuelas de los cristianos sólo siguen a Cristo en el nombre,
teniendo, por el contrario, en gran estimación a los Terencios, Plautos, Cicerones, Ovidios, Cátulos
y Tibulos, Musas y Venus. De donde se sigue que sabemos más del mundo que de Cristo, y es
necesario buscar verdaderos cristianos en medio de la cristiandad. Ciertamente, porque para algunos
eruditísimos varones Teólogos, peritos en la divina sabiduría, Cristo les proporciona solamente la
máscara, y Aristóteles, con toda su cohorte pagana, el espíritu y la sangre. Lo cual es un horrendo
abuso y una torpe profanación de la libertad cristiana, a la vez que una cosa en extremo llena de
peligros.
3. En primer lugar, porque nuestros hijos nacidos en Cristo han vuelto a nacer por el Espíritu Santo;
por lo tanto, deben ser hechos ciudadanos del Cielo, y dárseles, ante todo, conocimiento de las cosas
celestes, Dios, Cristo, los ángeles, Abraham, Isaac, Jacob, etc. Y es conveniente hacerlo antes que
todo lo demás, que habrá de suspenderse entretanto, ya por la incertidumbre de la vida para que
nadie sea llevado desprevenido, ya también porque las primeras impresiones se graban
profundamente y (si son tantas) hacen más firmes y seguras las que vienen después.
4. Además, Dios, mirando por su pueblo escogido, no le señaló la escuela, sino en sus atrios; donde
se constituyó en Doctor nuestro, nos hizo sus discípulos, y la doctrina, la voz de sus oráculos. Así
habla por medio de Moisés: Oye, Israel, tu Señor Dios es uno solo. Así, pues, amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Y pondrás en tu corazón estas
palabras que yo te ordeno hoy, y las narrarás a tus hijos y meditarás sobre ellas sentado en tu casa y
andando por el camino, durmiendo y levantándote, etcétera. (Deuter. 6. 4., etc.) Y por Isaías:
Yo soy el Señor tu Dios que te enseña lo útil y te dirige por el camino que andas (48. 17). Y en otro
lado: ¿Por ventura el pueblo consultará a su Dios? (8. 19). Y Jesucristo: Escudriñad las Escrituras
(Juan. 5. v. 39).
5. Que esta misma voz suya es la refulgente luz de nuestro entendimiento, la regla perfectísima de
nuestras acciones y el auxilio eficaz de nuestra impotencia en uno y otras, lo atestigua
suficientemente con estas palabras: ¡He aquí que yo os enseñé estos estatutos y leyes! Los
observaréis y cumpliréis. Pues ésta es vuestra sabiduría y prudencia a los ojos de los pueblos que
una vez que lo hayan oído, dirán: ¡Qué pueblo tan sabio y prudente es esta gente! (Deut. 4. 5. 6).
Así dice también a Josué: El libro de esta ley nunca se apartará de tu boca, sino que meditarás
acerca de él días y noches. Y entonces adelantarás en tus caminos, y todo te saldrá bien (Josué 1. 8).
Y por David: La doctrina de Jehová es íntegra, y da fuerza al alma; testimonio veraz de Jehová, que
da sabiduría a los ignorantes (Salmo 19. 8). Por último, el Apóstol afirma que la Escritura inspirada
por la divinidad es útil para la doctrina, etc., para hacer perfecto al hombre de Dios (2. Tim. 3. 16.
17). Lo que igualmente conocieron y practicaron los más sabios de los hombres (quiero decir los
cristianos verdaderamente iluminados). Crisóstomo dice: Todo lo que es necesario aprender o
ignorar lo aprendemos en las Escrituras. Casiodoro: La Sagrada Escritura es escuela celeste,
erudición vital, auditorio de la verdad, enseñanza ciertamente singular, la cual ocupa a los
discípulos con fruto, no con inútil gasto de palabras, etc.
6. Expresamente prohibió Dios a su pueblo la enseñanza y costumbres de los gentiles. No aprendáis
los caminos de los gentiles (dice Jeremías 10. 2). Además: ¿Acaso no está Dios en Israel, para que
vayáis a consultar a Belcebú, dios de Akarón? (Rey. 1. 3). ¿Acaso el pueblo exige a su Dios la
visión? ¿Consulta a los muertos por medio de los vivos? A la ley principalmente y al testimonio; si
no lo dijeren conforme a esto no tendrán la luz de la mañana. (Isaías, 8. 19. 20). ¿Por qué esto, sino
porque toda la Sabiduría procede de Dios y permanecerá con Él por los siglos? De la contrario, ¿a
quién está reservada la raíz de la Sabiduría? (Eccl. 1. 1. 16). Aunque vieron la luz y habitación
sobre la tierra, no conocieron el camino de la ciencia, ni comprendieron sus sendas, etc. No ha sido
oída en la tierra de Canaam, ni vista en Theman; los hijos de Agar, que buscan la prudencia que
viene de la tierra, historiadores y depuradores de la inteligencia, desconocieron la verdadera
Sabiduría.
Pero el que todo lo sabe la conoció; halló el camino de la disciplina, y la entregó a Jacob, su hijo, y
a Israel, su amado (Bar. 3 v. 20, 21, 22, 23, 32, 36, 37). No hizo así con gente alguna, por lo cual no
conocieron sus leyes (Salmo 147.20).
7. Cuando su pueblo se apartó de su ley para entregarse a las quimeras de la humana fantasía,
acostumbró Dios a reprenderle, no sólo su mal proceder al dejar la fuente de la Sabiduría (Bar. 3.
ver. 12), sino su redomada malicia al despreciar el manantial de las aguas vivas y cavar cisternas
disolutas que no contienen el agua (Jer. 2. 13). Y al quejarse por Oseas de que su pueblo tenga
demasiado trato con los gentiles, exclama: Tomaron como cosa ajena los múltiples documentos de
mi ley, que les escribí (Oseas 8. 12). ¿Y qué otra cosa hacen los cristianos que no dejan caer de su
mano, día y noche, los libros de los gentiles? ¿No cuida nadie del código sagrado de Dios, como si
se tratase de cosa ajena que no le afecta? Siendo así que Dios mismo asegura que no se trata de
asunto insignificante que se pueda impunemente abandonar, sino de nuestra misma vida (Deut. 32.
47)
8. Por eso la verdadera Iglesia y los verdaderos devotos de Dios no erigieron ninguna escuela, sino
en la palabra de Dios, para sacar de allí la verdadera y celestial Sabiduría, que está por encima de
toda la del mundo. Así exclama David, hablando de sí: Con tus mandamientos me hiciste más sabio
que mis enemigos y más inteligente que todos mis doctores, porque tus testimonios son mi
meditación, etc. (Salm; 119. 98, etc.)
Igualmente Salomón se declara el más sabio de los mortales: Dios da la sabiduría; DE SU BOCA
procede la prudencia y la ciencia (Prov. 2. 6).
Así lo atestigua Sirach, en el prólogo de su libro, que su sabiduría esclarecida fue adquirida en la
lectura de la ley y de los profetas. De aquí aquellas alegrías de los Santos al ver la luz en la luz de
Dios (Salmo 36.49). Felices somos, oh Israel, porque conocemos lo que agrada a Dios (Bar. 4. 4).
Señor, ¿a quién iremos? Tú sólo tienes las palabras de vida eterna (Juan 6. 68).
9. Los ejemplos de todos los siglos demuestran que cuantas veces la Iglesia se ha apartado de estas
fuentes de Israel, otras tantas ha incurrido en errores. Ya nos es bastante conocido lo que se refiere a
la Iglesia de Israel y por las lamentaciones de los profetas; en cuanto a la Iglesia Cristiana,
claramente se deduce de las historias que, mientras por los Apóstoles y varones apostólicos se
exhortó con la doctrina del Evangelio solamente, se mantuvo viva la sinceridad de la fe; pero en
cuanto los gentiles empezaron a ingresar en la Iglesia en tropel, se enfrió el ardor primitivo y la
atención en separar lo puro de lo impuro, porque empezaron a leerse con frecuencia los libros
paganos, primero en privado y luego en público, originándose la mezcla y confusión de doctrinas
que ahora vemos. Se perdió la clave de la ciencia aun para aquellos mismos que se jactaban de ser
sus únicos poseedores; de aquí salieron infinitas opiniones erróneas por artículos de la fe; de aquí
las discusiones y controversias cuyo fin aún no se vislumbra; por esto se enfrió la piedad y se
extinguió la caridad y bajo el nombre de Cristianismo revivió y reina el gentilismo. Conviene tener
presente la conminación de Jehová de que no tendrían la luz de la mañana los que no procurasen
hablar conforme a la palabra de Jehová (Isaías, 8. 20). Por eso el Señor les infundió espíritu de
sopor y cerró sus ojos a fin de que fuese toda visión para ellos como palabras de libro sellado, etc.,
porque temieron a Dios en los mandatos y doctrinas de los hombres, etc. (Isaías, 29. vers. 10, 11,
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