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La cultura metaforica de omelas


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2019  •  Ensayos  •  1.452 Palabras (6 Páginas)  •  636 Visitas

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LOS QUE SE MARCHAN DE OMELAS

Todos nos hemos imaginado nuestra propia utopía, donde toda una sociedad funciona a la perfección, donde no hay contaminación ni miedo, sin limitaciones ni fronteras; donde todos podamos ser felices, podamos ser quienes somos, estar con quienes queramos; una utopía sin enfermedades ni guerras, ni siquiera un gobierno o una autoridad, todos confían en todo y en todos; donde seamos uno con la gente, con las emociones y con las ciudades. Pero por esa perfecta utopía que vive en nuestras mentes, ¿qué estaríamos dispuestos a sacrificar para cumplirla? ¿Qué tan alto precio estaríamos dispuesto a pagar?

     El libro Los que se marchan de Omelas plantea esta incógnita y nos sitúa en esta ciudad de fantasía donde casi todo es perfecto. El cuento de Ursula K. Le Guin comienza describiendo este paraíso casi utópico, que es todo lo imaginado y mucho más; la alegría, la música y la belleza se desborda en esta ciudad perfecta.

“Omelas resuena en mi boca como una ciudad de cuento de hadas; suena a érase una vez, hace tanto tiempo, en un lejano país.” (Guin, 1973)

     Pero esta ciudad de cuento tiene un oscuro secreto que resguarda entre sus paredes; debajo de sus colosales estructuras hay una pequeña habitación, sin ventanas con una sola puerta en donde no llega ni un mínimo rayo de luz; en una esquina hay un par de escobas sucias y polvorientas, un olor indescriptible a putrefacción, un suelo húmedo con hongos, y a una esquina de este cuarto hay un pequeño niño en una situación lamentable, cubierto de su propio excremento y tan delgado que se ven hasta sus huesos, que es alimentado de forma rápida para que la puerta se cierre a la inmediatez, dejando al niño encerrado. Éste es el precio que paga esta ciudad, la desgracia de uno es la felicidad de todos; pero si se deja en libertad, toda su sociedad se destruye. Los habitantes de Omelas saben de esta situación, pero solo callan o se marchan.

     Muchos, incluyéndome a mí, al leer esta última parte pensó: “¿Cómo es posible que puedan hacer semejante barbaridad?” Pero luego, tomando un tiempo para analizarlo, me pregunté: “¿No es así cómo vivimos actualmente? ¿Acaso el niño no es una metáfora de la cultura en la que estamos inmersos?”

     Por supuesto, con solo ver a nuestro alrededor podemos darnos cuenta de cómo este cuento refleja nuestra cultura; básicamente el niño en desgracia representa a las clases sociales bajas, a aquellas personas que “sufren” por el sistema capitalista en el que vivimos, debido a que en una sociedad no todos pueden ser doctores, no todos pueden ser ingenieros, administradores, abogados, etcétera. Si todos fuéramos profesionistas, ¿quién querría recoger la basura? ¿quién lavaría los coches o limpiaría las instituciones? No es que estos trabajos sean denigrantes, para nada, pero, así como causa cierta incomodidad esta desigualdad, es la misma incomodidad que plasma Ursula K. Le Guin en su cuento.

     Si se nos ofreciese la hipótesis de un mundo en el que las utopías de los Srs. Furrier, Bellamy y Morris estuvieran superadas y millones de personas fueran permanentemente felices con la simple condición de que cierta alma perdida más allá del límite de las cosas llevase una vida de solitaria tortura, ¿Qué puede ser, excepto una específica e independiente emoción, lo que nos haga sentir inmediatamente, incluso aunque surja un impulso en nuestro interior que nos lleve a aferrarnos a la felicidad así ofrecida, lo espantoso que puede ser su disfrute cuando se acepta deliberadamente como el fruto de tal ocasión? (James, El filósofo moral y la vida moral,1897)

     En esta frase de William James, de la cual se inspiró Ursula para el relato, nos plantean la duda de si es posible poder disfrutar dicha felicidad a costa del sufrimiento de una persona. En el cuento hay ciertos habitantes que al ver esta atrocidad en Omelas simplemente se marchan.

“A veces, uno o una de los adolescentes que acuden a ver al niño no regresa a su casa para llorar o rumiar su cólera; de hecho, no regresa nunca a su casa. Algunas veces también, un hombre o una mujer adulta permanece silencioso durante uno o dos días, y luego abandona su hogar. Esas gentes salen a la calle y avanzan, solitarios, a lo largo de ella. Siguen andando y abandonan la ciudad de Omelas. “ (Guin, 1973)

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