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La medea de Cristia Wolf


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2015  •  Ensayos  •  5.018 Palabras (21 Páginas)  •  214 Visitas

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La Medea de Cristha Wolf

La acronía no consiste en la yuxtaposición indiferente sino más bien en entrelazar las épocas, siguiendo el modelo de un trípode, en una serie de estructuras que se rejuvenecen. Se les puede desplegar como un acordeón, y entonces hay mucha distancia entre los extremos, pero también se pueden encajar unas con otras como montaña rusas, y entonces las paredes que separan las épocas quedan muy próximas. La gente de otro siglo oye gimotear nuestros gramófonos y, a través de las paredes del tiempo, las vemos alargar la mano hacia mesas apetitosamente dispuestas.

Elisabeth Lenk

Invadir las redes que imponen los años, sofocar las grandes murallas de piedra y abrirnos paso hacia lo insólito, lo infinitamente desconocido… Así vuelve Grecia ante nosotros, desnuda, incitándonos a descubrir cada misteriosa grieta que han difuminado los siglos, los hombres, el tiempo.

Cada sociedad a lo largo de la historia ha urdido a su alrededor una serie de disímiles relatos a los que han concebido como su pasado, como su marca ancestral en eras remotas de la civilización; semblanzas protagonizadas por seres gloriosos o pérfidos, por castigos o dones divinos, por nacimientos o muertes, leyendas, en fin, que amparan al hombre ante ese gran reto que significa la vida.

Los griegos también crearon sus historias, sus dioses arbitrarios y juguetones, sus héroes invencibles. Sus mitos, que todavía hoy maravillan, nos hacen sentir parte de una tradición milenaria, sorprendentemente viva.

Desde la antigüedad la urdimbre mitológica griega sirvió de abono para la creación artística. La tragedia clásica acogió estas narraciones extraordinarias como fuente nutricia y creó personajes vívidos que aún hoy nos sobrecogen.

Eurípides fue uno de esos grandes trágicos de la antigüedad. Su forma de concebir el teatro significó un punto de madurez dentro del género:

(…) En la producción dramática de Eurípides culminan las tendencias del desarrollo teatral y, al mismo tiempo que hereda una larga tradición precedente, como resultados de las nuevas circunstancias y de los nuevos intereses, prefigura el drama posterior. Con Eurípides la tragedia ateniense, como género con potencia creativa, toca su término y, aunque en el siglo siguiente se continúan las competencias dramáticas y se siguen estrenando nuevas tragedias ya ninguna será comparable con las producciones del siglo V.

Entre las variadas obras que concibió es Medea una de las más recreadas por los artistas en épocas posteriores. Este personaje femenino ha sido retomado, modificado, evocado en tantas ocasiones que no parece ya extraído de la ficción. Asociada al desenfreno, a la pasión delirante, al infanticidio, es siempre una de esas heroínas que impresionan, que dejan su vestigio dolorido en cada obra que protagoniza.

Entre los tantos autores que han retomado la leyenda de la colquidense y los argonautas se encuentra la alemana Cristha Wolf en su novela Medea.

Wolf se acerca al mito desde una forma nueva: se afirma en las raíces pero destruye la hojarasca. Su manera de concebir la historia representa un viraje en el motivo principal de la tragedia de Eurípides: la venganza de Medea, su hybris.

Desde el inicio de la novela, Wolf nos propone el juego: transgredir las épocas, atravesarlas: pronunciamos un nombre y, como las paredes son permeables, penetramos en su época, encuentro deseado, desde el fondo del tiempo responde a nuestra mirada. ¿Infanticida? Por primera vez, esta duda. Cristha Wolf se apodera del pasado, abre un espacio en el tiempo para irrumpirlo, para viajar a través de él hasta el mismo instante donde Medea vive y sufre.

Esta artimaña narrativa posiciona al lector como testigo invisible, como si solo él fuera capaz de conocer la historia verdadera de la hechicera y los monólogos de cada personaje nos llegan como un susurro familiar porque ya el lector ha abandonado su tiempo, ahora está en Corinto entre el estrépito de paredes que se derrumban.

La estructura de la novela está en función de este juego propuesto inicialmente. La polifocalidad permite que podamos escuchar esas voces que la autora siente y nos hace sentir antes del primer monólogo. Esta focalización múltiple nos descubre la figura de Medea a través de cada uno de los personajes que narran en primera persona; Aunque de esta manera se desgajen un poco los fuertes agones entre la extranjera y Jasón que con gran maestría presentaba Eurípides, el diálogo indirecto, un recurso más contemporáneo insertado en el relato a través del recuerdo, permite que los hechos se vuelvan más táctiles y menos matizados por la interiorización de los monólogos.

Preterir una narración intervenida por una voz exterior a los hechos o por uno solo de los personajes nos parece un acierto de la autora alemana. Con los monólogos interiores los personajes se exponen, se desvisten sin censuras o simulaciones, de esta manera se vuelven más próximos, más humanos, como por ejemplo en esta confesión de Agameda:

En el mismo instante comprendí que ella necesitaba mi ayuda: Medea, la gran curandera, estaba allí, confusa y desamparada; me dio un salto el corazón, finalmente se iba a realizar mi deseo más íntimo, el que determinó mi infancia, yo, yo la socorrería, permanecería junto a su lecho, la serviría, me haría indispensable, y al fin recogería lo que seguía ansiando tan cruelmente: su gratitud. Su amor.

Wolf, como habíamos dicho con anterioridad, no expone íntegramente el mito sino que lo moldea de una manera nueva, que lo acerca a lo contemporáneo. Hace de la antigua leyenda un reservorio donde enlazar toda una serie de problemáticas que forman parte de la postmodernidad, sin que esto implique una discordancia temporal que raye en lo anacrónico. Temas como la aceptación a las diferencias, la discriminación de género, las debilidades humanas son propuestos desde una perspectiva que invita al cuestionamiento y a la reflexión.

El destierro es uno de esos temas que nuclean toda la obra y con este la condición de extranjero. El exilio se cierne sobre las mujeres de la novela y las marca inexorablemente. Es notable como los personajes que poseen la mayor carga trágica están sometidos al retiro: Medea, Mérope y Glauce.

Medea desde que comienza la historia ya se nos presenta doblemente desterrada en cierto sentido: de la Cólquide y del palacio de Creonte. De su tierra natal se fue por su decisión pero no puede volver por el estigma de traidora que le ha impuesto

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