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Muerte Y Vida De Las Ciudades, Jane Jacobs


Enviado por   •  10 de Mayo de 2015  •  2.247 Palabras (9 Páginas)  •  606 Visitas

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MUERTE Y VIDA DE LAS GRANDES CIUDADES. (Jacobs, Jane, 1961)

RESUMEN

Contra el urbanismo.

Este libro es un ataque contra las teorías más usuales sobre urbanización y reconstrucción de ciudades. También es, y muy principalmente, un intento de presentación de unos nuevos principios sobre urbanización y reconstrucción de ciudades, diferentes y aun opuestos a los que se vienen enseñando en todas las escuelas de arquitectura o se exponen en los suplementos dominicales de los periódicos y las revistas femeninas.

Existe un mito según el cual, si tuviéramos suficiente dinero disponible -normalmente, se adelanta la cifra de cien mil millones de dólares-, liquidaríamos en diez años todos nuestros barrios bajos, remozaríamos los grandes, tristes y grises cinturones que ayer y anteayer eran nuestros suburbios, ofreceríamos un asentamiento a las trotonas clases medias y a sus aleatorias obligaciones fiscales, y, inclusive, resolveríamos el problema del tráfico.

Con los primeros miles de millones que tuvimos a nuestra disposición: los barrios de viviendas baratas se han convertido en los peores centros de delincuencia, vandalismo y desesperanza social general, mucho peores que los viejos barrios bajos que intentábamos eliminar.

Todos estos centros y barriadas rara vez son de alguna ayuda o alivio para las zonas urbanas a cuyo alrededor proliferan. Para albergar a la gente de esta suerte, se aplican a la población una serie de tarifas discriminatorias o una etiqueta con su precio correspondiente; cada paquete segregado de populacho etiquetado y tarifado vive en creciente sospecha y rencor contra los paquetes circundantes. Los centros comerciales monopolistas y esos otros centros culturales monumentales ocultan, bajo el artificio de las relaciones públicas, una verdadera substracción de substancia comercial y cultural que antes constituía lo más familiar y normal en la vida de las ciudades.

Usos de las aceras: seguridad

Las calles de las ciudades sirven para muchas cosas aparte de soportar el paso de vehículos. Estos usos están en estrecha relación con la circulación, pero no se identifican con ésta, y en rigor son por lo menos tan importantes como la circulación para el buen funcionamiento de las ciudades.

Las calles y sus aceras son los principales lugares públicos de una ciudad, sus órganos más vitales. Cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés; cuando presentan un aspecto triste, toda la ciudad parece triste. Las aceras (la utilidad que prestan) y sus usuarios son partícipes activos en el drama de la civilización contra la barbarie que se desarrolla en las ciudades. Mantener la seguridad de la ciudad es tarea principal de las calles y aceras de una ciudad.

En las grandes capitales hay más personas extrañas que conocidas. Y extraños no son solamente quienes van a los mismos lugares públicos, sino más aún los que viven en las otras viviendas del mismo piso. La condición indispensable para que podamos hablar de un distrito urbano como es debido es que cualquier persona pueda sentirse personalmente segura en la calle en medio de todos esos desconocidos.

Hoy, la barbarie se ha apoderado de muchas calles, o al menos así lo supone y teme el ciudadano corriente. La barbarie y la inseguridad real - no imaginaria - que motivan semejantes temores no es una lacra exclusiva de los barrios bajos. En realidad, el problema es mucho más grave en ciertas «áreas tranquilas y residenciales, de aspecto amable y atrayente.

Si queremos conservar una sociedad urbana cualquiera capaz de diagnosticar sus males y de evitarse problemas sociales graves, lo primero que ha de hacerse, en todos los casos, es fortalecer todo tipo de fuerzas capaces de mantener la seguridad y la civilización a niveles aceptables.

Construir barrios, ciudades satélites o grupos que son como un traje a la medida para el surgimiento de la criminalidad es algo totalmente estúpido. Y esto es precisamente lo que estamos haciendo.

La paz pública, no tiene por qué ser garantizada de manera esencial por la policía, Esa paz ha de garantizarla principalmente una densa y casi inconsciente red de controles y reflejos de voluntariedad y buena disposición inscrita en el ánimo de las personas.

El problema de la inseguridad no puede en absoluto resolverse dispersando o desparramando las poblaciones, es decir, troncando las características de una capital por las de las barriadas suburbiales de tipo residencial. Si esta medida fuera verdaderamente una solución, entonces Los Ángeles sería una capital segura.

Diferentes clases de calles producen formas de barbarie y temor a la barbarie radicalmente diferentes. Una calle muy frecuentada es igualmente una calle segura. Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura. ¿Pero, cuál es el mecanismo de este fenómeno? ¿Y, por qué unas calles son más frecuentadas que otras? ¿Por qué la gente evita en lo posible las aceras de la alameda de Washington Houses, que en principio es sin duda atractiva? ¿Por qué las aceras de la parte vieja de la ciudad, justamente las de la parte Oeste, están siempre llenas de gente? ¿A qué se debe el que una calle esté durante unas horas totalmente abarrotada de público y, de repente, se quede totalmente vacía?.

Una calle hecha para vérselas con extraños y que aspire a gozar de un determinado nivel de seguridad,al margen de la presencia de esos extraños ha de reunir estas tres condiciones:

• En primer lugar, debe haber una neta demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado. Los espacios públicos y privados no pueden confundirse.

• Segundo, ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas a las que podríamos considerar propietarios naturales de la calle. Los edificios de una calle dispuesta para superar la prueba de los extraños y, al mismo tiempo, procurar seguridad a vecinos y extraños, han de estar orientados de cara a la calle. No deben dar su espalda ni los lados ciegos a la calle.

• Tercero, la acera ha de tener usuarios casi constantemente, para así añadir más ojos a los que normalmente miran a la calle, y también para inducir a los que viven en las casas a observar la calle en número y ocasiones suficientes.

Las calles han de defender la ciudad de elementos extraños depredatorios, pero también han de proteger a los innumerables extraños, pacíficos y bien intencionados, que las utilizan para ir de un sitio a otro. Tiendas, bares y restaurantes, por no citar sólo los ejemplos más claros, colaboran de diferentes y complejas maneras en

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