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yamil12213 de Julio de 2015
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Endocrinología y Nutrición
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Vol. 54. Núm. 10. Diciembre 2007
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doi: 10.1016/S1575-0922(07)71500-0
La obesidad infantil como resultado de un estilo de vida obesogénico
Childhood obesity as result of an obesogenic lifestyle
ISAAC AMIGO VÁZQUEZ a, RAQUEL BUSTO ZAPICO a, CONCEPCIÓN FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ a
a Departamento de Psicología. Universidad de Oviedo. Oviedo. Asturias. España.
Palabras Clave
Estilo de vida obesogénico. Obesidad infantil. Falta de sueño. Ocio sedentario.
Keywords
Obesogenic lifestyle. Childhood obesity. Lack of sleep. Sedentary leisure.
Resumen
En este artículo se revisan los principales hábitos de conducta que facilitan el sobrepeso y la obesidad infantil. La falta de sueño, comer viendo la televisión, comer solo, evitar el desayuno y calmar los estados emocionales comiendo se presentan como un conjunto de factores interrelacionados que configuran un estilo de vida obesogénico. Se analizan las fuertes relaciones que se dan entre ellos y se concluye que sólo la modificación del conjunto de hábitos y no alguno de ellos por separado puede facilitar el control del peso en la infancia.
Artículo
INTRODUCCIÓN
La obesidad infantil empieza a emerger como uno de los principales problemas de salud pública en la sociedad occidental. El elevado incremento anual de su prevalencia1 a lo largo de las últimas 2 décadas, que ha pasado de un 5 a un 16% y, la alta probabilidad de que la obesidad infantil derive en la obesidad del adulto, así como el incremento de la morbilidad asociada2, justifican la necesidad de enfocar el problema teniendo en cuenta todos los factores implicados.
En la actualidad, empieza a reconocerse que este grave problema de salud está ligado a los hábitos nutricionales (lo que se come) pero, sobre todo, a un estilo de vida obesogénico, conformado por hábitos que fomentan la reducción de la actividad física y el sueño, favorecen el ocio pasivo, incrementan el número de ocasiones asociadas a la comida y condicionan el gusto por los alimentos más calóricos. En este trabajo se revisa cómo esos hábitos contribuyen a la obesidad infantil y cómo se establecen las relaciones entre éstos (fig. 1).
Fig. 1. Relaciones entre los hábitos que conforman el estilo de vida obesogénico. Aunque se muestra una relación en cadena de los factores señalados, las relaciones entre éstos, que están pendientes de ser analizados en toda su complejidad, muestran relaciones diversas. Así, por ejemplo, se ha demostrado que el exceso de horas de televisión también se asocia directamente con una menor probabilidad de desayunar, con una menor actividad física además de con la falta de sueño.
COMER VIENDO LA TELEVISIÓN
Tanto las personas adultas como los niños que pasan más horas delante del televisor tienen, en general, un índice de masa corporal (IMC) más alto y una mayor probabilidad de tener sobrepeso u obesidad3-5. Existen al menos dos razones fundamentales que explican este fenómeno: por una parte, los niños que pasan más tiempo delante de la televisión tienen una alimentación menos saludable; comen menos fruta y verdura, toman más bebidas azucaradas y snacks repletos de calorías, además de saltarse con mayor frecuencia el desayuno6,7.
Por otro lado, la falta de actividad física de los niños, cuyo ocio gira en torno al televisor, también contribuye a explicar su posible exceso de peso. La relación es tan estrecha que cuando se compara a los niños que tiene sobrepeso u obesidad con los niños que están dentro de un rango normal de peso las diferencias más claras aparecen en relación con la actividad física, ya que los niños que ven más horas la televisión son los que menos se comprometen en una actividad física cotidiana8,9. En este sentido, se ha observado que los niños que no se implican al menos en una actividad física moderada durante unos 60 min al día son los que más probabilidades tienen de llegar a tener exceso de peso10. No se debe olvidar, por ejemplo, que un adolescente que pese en torno a 50 kg, si permanece delante del televisor una hora, quemará unas 60 calorías, que son prácticamente las mismas que consumirá durante una hora de sueño. Por el contrario, si ese joven emplea esa misma hora jugando al baloncesto, necesitará 6 veces más energía, en torno a unas 360 calorías.
Por otra parte, no se debe olvidar que comer y sentarse delante de la televisión son conductas que tienden a fortalecerse mutuamente. Si el niño se acostumbra a comer delante de la televisión, el hecho de estar delante de ella llega a ser agradable, incluso en los momentos en que el programa es aburrido o carente de interés, porque en esos momentos disfruta de los alimentos que está consumiendo. Parece que el consumo de televisión y el sobrepeso mantienen una relación dosis-respuesta y que disponer de televisión en la habitación es un potente predictor del sobrepeso infantil2. En esta relación parece que la falta de sueño puede desempeñar un importante papel.
FALTA DE SUEÑO
Cada vez se acumulan más datos que ponen de manifiesto la relación entre la falta de sueño y el sobrepeso y la obesidad. Por un lado se ha observado que los niños de entre 5 y 10 años que duermen menos horas10,11 muestran un IMC más alto que los niños que duermen más, entre 10 y 12 h. Además, los chicos que duermen menos tienen una cintura significativamente mayor11. También se ha observado que hay una relación dosis-respuesta entre las horas de sueño y el IMC infantil y que dicha relación se mantiene entre la hora de irse a la cama y el IMC, pero no con la hora de despertarse12.
La investigación experimental ha puesto de manifiesto que la falta de sueño inducida en jóvenes voluntarios provoca una alteración en 2 hormonas fundamentales relacionadas con la ingesta: la leptina, que informa al cerebro de la saciedad, y la grelina, que estimula la sensación de apetito. Las personas sometidas a deprivación de sueño tienen más apetito y más dificultades para sentirse saciados. Además, el deseo de alimentos es, específicamente, de dulces y galletas, patatas fritas o comidas saladas, mientras que el deseo de frutas o verduras apenas aumenta13,14.
Por otra parte, también cabría preguntarse cuál es la razón de que los niños duerman poco. Los resultados ya señalados12 indican que hay una relación entre la hora de acostarse y un IMC elevado. Hemos observado, mediante un path analysis o modelo de ecuaciones estructurales, que la causa más probable que explica que los niños duerman menos se encuentra en que tardan más en acostarse porque están más tiempo delante del televisor o del ordenador15. No es de extrañar entonces que el incremento de peso de la población en general y de los jóvenes en particular, durante las últimas décadas, ha corrido paralelo a un descenso generalizado de las horas de sueño. Así, por ejemplo, en España se duerme 40 min menos de media que en el resto de Europa y el 60% de los jóvenes duermen 1 o 2 horas menos de las recomendadas para su edad. El cambio en relación con el sueño es tan importante que en algunos estados de Norteamérica las escuelas han retrasado el inicio de las clases para paliar la falta de sueño de muchos de sus alumnos.
Los niños que tienen televisor en su cuarto, además de acceso a internet y consolas de videojuegos, tienen enormes posibilidades de retrasar el momento de meterse en la cama debido a la amplia gama de posibilidades que tienen para distraerse. Es por ello que parecería adecuado recuperar el hábito de marchar a una hora predeterminada a la cama (en función de la hora a la que el niño tenga que levantarse) y no en función del programa de televisión que esté viendo.
NO DESAYUNAR
Entre los cambios en los hábitos alimentarios que se han producido en las últimas 3 décadas se encuentra la supresión de una de las comidas fundamentales del día, el desayuno. En un proceso continuo y creciente cada vez más niños salen de casa sin desayunar y en paralelo a esta práctica el sobrepeso infantil no ha dejado de crecer16. En concreto, se estima que en la actualidad en torno a un 10% de los niños no desayuna y la mayoría no lo hace correctamente, ya que no consume lácteos ni cereales ni fruta17.
Este hecho tiene una enorme importancia en relación con la evolución del peso, y así se ha demostrado que los adolescentes que no desayunan regularmente tienen más probabilidades de tener algún grado de sobrepeso que sus compañeros que sí lo hacen18. En principio, este dato puede parecer contradictorio, ya que se podría suponer que la supresión de una comida fundamental, en la que se puede consumir más del 20% de las calorías totales del día, supone un ejercicio dietético que favoreciese el mantenimiento de un peso; sin embargo, ocurre precisamente lo contrario. En general, se ha observado que cuantas menos comidas regulares toman los niños más se incrementa el consumo de snack y otros alimentos calóricos entre horas19.
Aunque cuando arranca el día se puede no sentir sensación alguna de hambre o debilidad a pesar de no haber desayunado, máxime si se ha dormido poco, a las 2 o 3 h esas sensaciones aparecerán cada vez con más fuerza, lo que impulsará a comer, no sin cierta voracidad, un alimento alternativo al desayuno.
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