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PARTE FINAL CUAD, ORATORIA 1° NIVEL.

Carlii Bustos AugustyniakApuntes24 de Junio de 2016

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PROGRESIÓN: el conjunto del tema debe desarrollarse poco a poco, marchar en forma creciente, avanzando por aproximaciones sucesivas y yendo de lo simple a lo complejo. Se trata de una estrategia de  gradación oratoria: cada afirmación está articulada con la que le precede.

TRANSICIÓN: clara y diferenciada de un tema a otro. El discurso debe tener separado nítidamente las diferentes cuestiones en las que se divide el tema central, de modo que en la mente del que escucha se pueda reproducir la estructuración básica del mensaje.

En cuanto al contenido, éste será acorde con el tema y el auditorio. El lenguaje y estilo debe servir de real instrumento para la comunicación.

Las características de un lenguaje y estilo capaces de comunicar con la gente se pueden resumir en los siguientes ítems:

  1. Brevedad, se logrará usando un mínimo de palabras para expresar una idea, escribiendo  frases cortas y párrafos breves.
  2. Claridad y simplicidad, se logrará evitando el uso de una terminología especializada, no usar palabras rebuscadas, utilizarlo menos posible adjetivos y adverbios.
  3. Sentido de lo práctico,  es recomendable transformar los sustantivos abstractos en verbos, preferir la frase directa y lo corto a lo largo.
  4. Reflexión personal, esto es en cuanto al  que emite el mensaje y en cuanto a los receptores. Hay que escribir como si uno se estuviese dirigiendo a una persona amiga o conocida no a una masa amorfa.

Cuando en un discurso existen reflexiones personales, los oyentes sentirán que es una persona que habla para otras personas y esto permite una comunicación más profunda y eficaz.

  1. LA CONCLUSIÓN

Básicamente cuatro son los objetivos que se pueden cubrir con una conclusión bien elaborada: resumir, proponer,  mover a la acción y agradecer.

  1. Resumir al público el contenido principal del discurso. Éste es un aspecto decisivo, porque aunque nosotros hayamos dado muchas vueltas y reiteradas veces las ideas fundamentales del mensaje, lo cierto es que para los oyentes van a resultar nuevas y probablemente, no las recordarán con facilidad, mucho menos con la precisión que esperamos.

La advertencia en este caso de Unamuno: “a un auditorio no le caben por lo general más de 3 o 4 ideas por hora, y el arte del orador consiste en darle a cada una de esas ideas cuatrocientas vueltas. Un buen orador es ante todo un parafraseador”.

  1. Ofrecer una propuesta o una resolución que se deduzca del cuerpo del discurso.
  2. Incitar a la acción o realizar un llamamiento de apoyo.
  3. Pronunciar unas breves palabras de agradecimiento.

Además de estos cuatro modos básicos de acabar un discurso, pueden apuntarse algunas otras posibilidades menores:

  • Una galantería, podemos finalizar con una palabras simpáticas, corteses, con un piropo, incluso una adulación que satisfaga al público.
  • Una cita, acabar el mensaje con las palabras de algún personaje famoso o con breves versos suele aportar una resolución redonda que transmite la sensación de un discurso cuidadosamente preparado.
  • El recurso del humor si bien este puede ser un buen recurso no lo es para todos, porque no todos estamos capacitados para hacer reír al público.
  • Una pregunta retórica, puede acabarse con una pregunta que no espera respuesta puesto que ésta se desprende de lo expuesto a lo largo del discurso.

Las palabras finales deben siempre pronunciarse con extrema lentitud y nunca con precipitación; es ésta una recomendación que no suelen tener en cuenta los comunicadores inexpertos, urgidos por las ganas de acabar o por los nervios aceleran los finales restándoles brillantez.

Un final inapropiado podría esquematizarse así:

  1. Palabras finales pronunciadas con prisa.
  2. Y sin levantar la mirada del papel , musitando:
  3. “Muchas gracias”

Por el contrario, durante las  últimas palabras hay que mirar más al público; si es necesario memorizar parte del discurso, lo  mejor es que sea el final para que nuestra vista no esté obligada a seguir el papel. Al acabar, haremos una breve pausa, miraremos al público directamente y con un tono de voz de convencimiento y aplomo, diremos simplemente “muchas gracias”. Es seguro que recurriendo al siguiente esquema se  roban los aplausos del público más indiferente:

  1. Palabras finales pronunciadas lentamente.
  2. Pausa breve y mirada que contempla sin prisas
  3. “Muchas gracias” acompañado de una  ligera sonrisa.

El secreto de todo arte de expresarse consiste en decir la misma cosa tres veces:

  • Se dice lo que se va a decir,
  • Se dice,
  • Se dice lo que se ha dicho.

                                                    Jean Guitton

  1. TÉCNICAS DE IMPROVISACIÓN

 

En la gran mayoría de los casos, el orador social conoce previamente su responsabilidad, y puede y debe prepararse para la ocasión. Siempre que sea posible, es necesario tener bien claro lo que piensa decirse. Eso es respeto por el acontecimiento y por el auditorio. Pero no es menos cierto que en algunas circunstancias no hay más remedio que improvisar. No había manera de suponer con anticipación que seríamos señalados para hablar en ese acto.

1. Elija como idea central esa que usted sienta.

2. Hable de una experiencia de su vida.

3. Busque las ideas accesorias en el auditorio mismo, la ocasión y el orador anterior.

La improvisación en sí tiene características que le son propias, y su estilo reconoce prolongados esfuerzos de formación, práctica y tenacidad. A la palabra espontánea, deshilvanada, sin una idea central, llaman improvisación sólo quienes no saben nada de oratoria.

No basta ponerse de pie y llenar los minutos con frases sin sentido, o con deshilvanados lugares comunes: "aunque esto me toma por sorpresa..."; "No estoy preparado..."; "No pensé que sería yo el encargado de hablar...". Esto último tampoco es demasiado cierto. En la mayoría de los casos, la persona señalada tiene sobrados motivos pare sospechar que va a ser la indicada para hablar, y en este caso debió haber pensado lo que va a decir. Pero puede ocurrir – y ocurre a veces—que el orador es tomado desprevenido.

Y en este caso, ¿qué hacer?, ¿cómo me organizo?, ¿de qué manera afronto el compromiso?

Siéntase usted mismo señalado. Alguien con la mejor intención de distinguirlo, lo llama por su nombre. Se le pide que hable en la ocasión. Una rápida descarga de adrenalina lo pone alerta. Debe afrontar la emergencia. Trate de mantenerse sereno. No se apure. Nunca se excuse. Use el silencio inicial buscando la idea madre sobre la que quiere fundamentar sus palabras. La idea puede ser amistad, amor, felicidad, evocación, libertad o cualquier otra en general abstracta y significativa para la ocasión. Ya está, esa es la idea central. A su alrededor tres o más ideas distribuías en la introducción o en la conclusión, harán del discurso improvisado una estructura coherente, en la cual se dijo algo que uno siente. Y ya lo hemos dicho, si uno siente que tiene algo que decir, seguro que es elocuente.

Elija como idea central, eso que usted siente

Ahora es fácil. Faltan los ingredientes que le darán forma a su idea. Esos largos minutos nos serán pocos si procedemos con calma.

Comenzaremos nuestra improvisación de modo humilde, recordando todas nuestras premisas estudiadas. De pie, bien a la vista del público, usando el silencio inicial para

serenarnos y organizarnos. Con la idea central en nuestra mente, sigamos un consejo de Dale Carnegie:

Hable de una experiencia de su vida

De ese modo se verá libre de pensar su próxima frase, ya que las experiencias se relatan con facilidad. Superará de este modo también el natural nerviosismo inicial, y atraerá la atención del auditorio, siempre receptivo frente a un relato vívido y real

La comunicación, de esta forma, estará establecida. Su público lo escucha con atención, y ese será su mejor estímulo para dar a sus palabras ánimo y vigor.

Después del relato vivido, o en vez de él si no viene al caso, o no encuentra en su rápida revista algo que pueda vincularse con la idea central, lo mejor que puede hacerse es tratar de relacionar sus palabras lo más estrechamente posible con la gente que asiste a la reunión. Es natural que el auditorio se interese por sí mismo y por el motivo que los reúne. Sobre esta base proponemos tres fuentes de inspiración, tres ideas accesorias que acompañarán a nuestra idea central, dándole sentido y unidad a nuestras palabras. Hable de su auditorio, sobre lo que son, sobre lo que hacen. Si cabe, personalice y señale algunos de los que lo componen, ejemplificando sus palabras. También puede referirse a la ocasión por la que están reunidos. Si es una despedida, un aniversario, un homenaje, jerarquice el acontecimiento. Sume su emoción al motivo que los une, haciéndolo importante y común con su auditorio. Si hubo un orador anterior, refiérase a sus palabras. Demuestre el agrado de haberlo escuchado con atención, recalcando los conceptos principales de su idea central.

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