POETA EN NUEVA YORK
Lorenza de agua dulceEnsayo11 de Noviembre de 2020
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Lorenza Ruiz Villarías
Interpretación de Calles y sueños de Poeta en Nueva York
Mi estado es siempre alegre, y este soñar mío no tiene peligro en mí, que llevo defensas; es peligroso para el que se deja fascinar por los grandes espejos oscuros que la poesía y la locura ponen en el fondo de sus barrancos. Yo estoy y me siento con pies de plomo en el arte. El abismo y el sueño los temo en la realidad de mi vida, en el amor, en el encuentro cotidiano con los demás. Eso sí que es terrible y fantástico.[1]
Federico García Lorca es un poeta que ha puesto los pelos de punta a miles de lectores, no sólo por su innata musicalidad sino también por su imperante deseo de conocer lo que hay detrás de la muerte; y más que eso, detrás de la realidad aparente. Definir su búsqueda esencial puede resultar muy difícil, pues su poemas son un tanto crípticos pero no por ello indescifrables. Quizás nunca podamos llegar al fondo de su pensamiento, pues más que ser complejo en cuanto filosófico, está lleno de sentimientos a veces difíciles de internalizar por lo profundos; no obstante hacer una interpretación acerca de su poesía creo que es un acto que carece completamente de ambición ya que no se trata de afirmar de ella nada tajante, sino sólo una perspectiva que más que quitarle valor, la enriquece, porque justo los lectores debemos construir y no descubrir la llave para descifrar su magnífica poesía. Creo que ésta grandeza reside principalmente en que nuestro poeta hace de lo cotidiano un gran misterio, es un “pulso herido que sonda las cosas por el otro lado”[2] y descubre en ellas cosas que pocos han logrado imaginar. Este sondar las cosas requiere de una pluma creativa y sobretodo intuitiva que no consiste sólo en atribuir metáforas inconexas al mundo que nos rodea, sino en crear un sistema simbólico de relaciones para revelar algo más.
Poeta en Nueva York resulta en mi opinión uno de los libros que llega a realidades más lejanas, complejas y no por ello inexistentes. Al leerlo uno considera casi imposible “ver” el mundo del que habla, sin embargo, conforme nos dejamos conquistar por el sistema de relaciones simbólicas que construye, podemos comprender el libro; no sólo como una descripción de la ciudad demacrada, sino como una realidad que va más allá de la imaginación, pues es más que nada evasiva. Con ésta última categoría hago alusión a una conferencia que da el mismo autor en la cual describe el proceso poético, cuyo último escalón es la evasión, la cual la define como el punto en que el poeta logra evadir cualquier razonamiento lógico y se entrega a un estado, que se podría llamar onírico, en que la realidad imaginativa ya no es la que rige sino que entra ahora en una realidad poética sin límites.
Con las palabras de esta conferencia podemos notar que Federico no vivía en un plano común y corriente sino en uno deformado por su mirada trascendental. Aunado a ello me gustaría incluir una referencia epistolar que ilustra muy bien la condición de nuestro poeta, porque además la carta fue escrita en una época muy cercana a la de la composición de Poeta en Nueva York.
Desde luego que me encuentro en estos momentos con una sensibilidad ya casi física que me lleva a planos donde es difícil tenerse de pie y donde casi se vuela sobre el abismo. Me cuesta un trabajo ímprobo sostener una conversación normal […] porque mis ojos y mis palabras están en otro sitio. Están en la inmensa biblioteca que no ha leído nadie, en un aire fresquísimo, país donde las cosas bailan con un solo pie.[3]
Es por esto último que elijo al tema del sueño como eje central de mi análisis, y no sólo como tópico de los poemas sino como su fundamento, pues a mi parecer las interpretaciones de este libro se han enfocado mucho en la temática de la muerte, la cual es sin duda el tema central, sin embargo se ha dejado de lado la relación que la propia forma onírica de los poemas tiene con su temática. No por ello dejaré de lado la cuestión de la muerte y de la vida, pues están intrínsecamente relacionadas con el tema a tratar.
La existencia del poeta en estos momentos de su vida, como ya vimos en la cita anterior, ya no se regía por las mismas leyes que antes; ello repercute sin duda en su estilo, que en mi opinión no cambió tanto por la influencia que tuvieron las observaciones de Dalí y de otros artistas de la época respecto a su obra, sino porque como él mismo dice en una carta a Dalí su poesía “tiende ahora a otro vuelo más agudo todavía, a un vuelo personal.”[4] E incluye la palabra todavía porque esa búsqueda había estado siempre presente, desde Libro de poemas o incluso desde su primer poema atestiguado, Ensueño y confusión, donde se nota ya una gran madurez espiritual y sumamente interesada en lo onírico como parte aguas de la trascendencia, es decir de la salvación.
El mundo imponente sigue su carrera
Los hombre son el incidente banal
Los sueños son la vida de los sabios y de amantes
El que sueña se adueña de la luz fantasmal
Y aquel que recorra la enorme llanura
Sin soñar pensando en el más allá
Que se quede blanco sobre la blanca albura
O que un cuervo horrible se lo trague voraz. [5]
Ese vuelo personal resulta difícil de concretar por escrito, pues tendríamos que estar dentro de Federico para saber en qué sentido sus versos lo hacían volar, no obstante lo que sí puedo hacer es analizar lo que sus versos suscitan en mí como lectora y pensar en qué sentido estos conducen a un vuelo. La referencia a la carta a … está precedida por una queja del autor acerca de la recepción del Romancero gitano por los “putrefactos”, quienes no entendieron nada “aunque ellos digan que sí” porque sólo lo leyeron apreciando su musicalidad y su recuperación de la tradición gitana. Lorca afirma de estas dos características ser únicamente cuestiones que le dieron forma a su poemario pero que no tienen mucho que ver con su contenido temático. Quizás esto sea uno de los factores que influyeron en el cambio estilístico del poeta, quien además de querer volar, tenía un fuerte compromiso social, y se dio cuenta de que apelar a formas tradicionales podría esconder su cometido principal que era despertar la conciencia enfocada en la magia, una magia que desarrollaré a lo largo de este escrito.
Es importante decir en este punto que Lorca a diferencia de sus contemporáneos no inscribe su poesía en un entorno subconsciente que escapa de la realidad, sino que desvela de la misma el misterio, pues:
“Esta evasión poética puede hacerse de muchas maneras. El surrealismo emplea el sueño y su lógica para escapar. En el mundo de los sueños, el realísimo mundo de los sueños, se encuentran indudablemente normas poéticas de emoción verdadera. Pero esta evasión por medio del sueño o del subconsciente es, aunque muy pura, poco diáfana. Los latinos queremos perfiles y misterio visible. Forma y sensualidades.”[6]
Así pues su poesía no se caracteriza por ser una ventana a otro mundo desconocido, pero sí unos lentes para verlo en la cotidianidad. El surrealismo de Lorca sí quiere descubrir realidades ajenas pero sobretodo se inscribe en la vida cotidiana que como tal ha tomado forma onírica, mejor dicho, de pesadilla.
El sueño para el poeta no es ajeno a la realidad sino que es su sombra, una presencia imperante de la muerte dentro de la vida pero no como una simple semilla en la cabeza de las personas sino como una vida paralela cuya fuente es la propia muerte. Los sueños como tal son la relación que conecta esta vida con otra desconocida, una especie de amuleto que nos conecta con el misterio que se esconde detrás de las apariencias. El sueño lorquiano no representa a la muerte ni tampoco a la vida, tampoco a los sueños que tenemos por las noches; es la conjunción poética de estas tres nociones que con cierta maleabilidad se confunden y revelan algo. Uno de los poemas que más relación tiene con esta idea es el de Nocturno del hueco que termina con estos versos: “no hay siglo nuevo ni luz naciente, sólo un caballo azul y una madrugada.” ¿Qué nos dice esto? Si leemos todo el poema es claro que se refiere a que la muerte no es muy distinta de la vida, no es un siglo nuevo pero sí un caballo azul, no una luz naciente pero sí una madrugada, la vida no es sueño pero sí lo es de cierta forma. Es por ello que Lorca buscará encontrar la cualidad onírica de la vida a lo largo de todo el libro al mismo tiempo que nos alerta: ¡No es sueño la vida! Cada poema trata temas diferentes y el significado de las nociones descritas cambian todo el tiempo, pero en su conjunto podríamos decir que figuran las tres fases de la vida cuyo conjunto es “la quemadura que mantiene despiertas las cosas.”[7] El verdadero cometido del lector es descifrar cómo es cada una y cómo se relacionan: ¿qué es la muerte? ¿dónde la podemos encontrar mientras vivimos, mientras soñamos? Estas son las preguntas más “respondidas” en el libro, es por ello que los críticos han focalizado su atención en la muerte; sin embargo hay que tener en cuenta que la obtención de estas respuestas son imposibles si no vislumbramos la vida a partir de los ojos del sueño. Es por ello que la principal denuncia es a la razón, pues ella es la culpable de la muerte de esta visión y de muchas otras cosas, incluso de la del propio poeta. Opuesta a la muerte se eleva el sueño, es decir, la esperanza. Son pocos los poemas que la denotan, sin embargo los que sí lo hacen son sumamente importantes para redondear el sentido de la obra.
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