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RESEÑA Y ANÁLISIS DE LA POÉTICA DE RÓMULO BUSTOS AGUIRRE UNA CONVERSACIÓN ENTRE DIOS Y EL HOMBRE


Enviado por   •  26 de Octubre de 2016  •  Ensayos  •  1.963 Palabras (8 Páginas)  •  268 Visitas

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RESEÑA Y ANÁLISIS DE LA POÉTICA DE RÓMULO BUSTOS AGUIRRE

UNA CONVERSACIÓN ENTRE DIOS Y EL HOMBRE

LUÍS FERNANDO TORRES OSPINO

UNIVERSIDAD POPULAR DEL CESAR

FACULTAD DE CIENCIAS BÁSICAS Y DE LA EDUCACIÓN

LITERATURA COLOMBIANA I

GABRIEL GALIANO

VALEDUPAR – CESAR

2016

RESUMEN

El hombre es producto del contexto histórico y social en el que se hace y se desempeña. Y Rómulo Bustos creció en el sur de Cartagena, una ciudad llena de contrastes que, por un lado es todo un paraíso tropical, lujoso, opulento, un destino de admirar de propios y extraños, visitantes de todo el mundo; pero es también una ciudad pobre, que ha sido saqueada, una ciudad que se muere de hambre, una ciudad olvidada, el espejo más grande de la inequidad. Sin embargo, ser producto de los procesos históricos de la humanidad, no priva al hombre de su subjetividad, de su necesidad de pensar por sí mismo, creerse dueños de su voluntad, ser críticos, objetar sobre el orden establecido, de crear, plasmar en el arte, en la literatura, en la poesía, sus ideales, su concepción del mundo, su rabia, sus preocupaciones, sus miedos, sus dudas, sus sabidurías. Y el trabajo de Bustos no carece de suficiencia y densidad al poetizar e ironizar la idea de Dios, la soledad a que esta inmaculada presencia y esperanza espiritual nos somete, al incalculable sufrimiento que aflige al ser humano, el escepticismo en que se ve arrojado el hombre desde su nacimiento, la batalla que libramos contra el jerarca supremo y aquel castigo de no ser más que simples espectadores de su voluntad. Sin embargo, su poesía nos recuerda que nosotros mismos somos nuestro mayor contrincante a vencer, nuestro primer victimario.

RÓMULO BUSTOS AGUIRRE

Nacido en 1954 en Santa Catalina de Alejandría, pequeña población del litoral Caribe colombiano. Creció en el sur de Cartagena. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Cartagena y Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo. Publicó “El Oscuro Sello de Dios”, su primer poemario, a los 33 años. Su obra ha sido reconocida por la Asociación de Escritores de la Costa (1985), por el Instituto Colombiano de Cultura (1993) y por la Universidad Complutense de Madrid (2010). Actualmente se desempeña como profesor de literatura en la Facultad de Ciencias Humanas de su alma máter, la Universidad de Cartagena.

Bustos ha hecho de la poesía una vocación que lleva más de tres décadas. Su obra poética se halla recogida en diferentes compilaciones y antologías que se relacionan entre sí: El oscuro sello de Dios (1988), Lunación del amor (1990), En el traspatio del cielo (1993), Palabra que golpea un color imaginario (1996), La estación de la sed (1998), Oración del impuro (2004), Sacrificiales (2007) y Muerte y levitación de la ballena (2010).

Con Bustos se le reza a la envidia, al odio y los resentimientos que inculcan los dioses, con él se pelea por la libertad soñada, aquella que nos arrebatan las deidades de nuestro lecho. Su poética es una conversación entre Dios, que es una mosca, y nosotros que somos su olvido, la carroña en que posa sus patas y su lengua, y quien, a su vez, intenta matarlo, disuadirlo de su hazaña, aplastarlo en un aplauso. Una conversación que maneja un aire de reproche, de inconmensurable censura, de majestuosa crítica. Hace de Dios el culpable del abandono en que nos hallamos, quien nos empuja hacia el abismo, quien disfruta y goza de nuestras caídas. Pero nos recuerda que, a fin de cuentas, todo esto y más, los infortunios, las glorias, las desesperaciones, los vacíos recaen en el hombre y provienen de sí, de sus manos, su curiosidad y su impotencia, del padecimiento que sufre al creerse espectador de su ruina y su decadencia, al creerse prisionero de la catarsis que sólo Dios con su voluntad puede provocar. Pero también somos los guardianes del tesoro más preciado, la verdad.

Rómulo Bustos Aguirre es, sin dudarlo y con razón, un poeta que versa sobre los miedos del hombre, su soledad, su descontento y la trascendencia que persigue por encima y a través de Dios.

UNA CONVERSACIÓN ENTRE DIOS Y EL HOMBRE

El hombre es un ser sociable y la cultura surge del mutuo acuerdo de los individuos de transmitir sus ideales y sus filosofías con el fin de no perder el único testimonio que pueden dejar en la vasta historia de la humanidad. No existe religión sin filosofía. Y sin prácticas religiosas, la sociedad corre el riesgo de disolverse, desaparecer, quedar destruida. Sin embargo, todo lo que construye el hombre, corre la suerte de deshacerse. Las injusticias gobiernan el universo. Las vidas terminan, acaban, concluyen, caen al olvido. Y la sed de esperanza, a veces saciada por un arcoíris, un sol o un dios, un ser supremo, sirve de impulso a un hombre que es mortal y de existencia finita, que, consciente de su inmortalidad, construye y multiplica la idea de Dios como su única salvación, la mayor recompensa, el fin supremo.

Pero el escepticismo surge del desacuerdo, del flujo de ideas, de una lucha interna en cada individuo que se bate en duelo con la realidad misma, de la desesperanza, la decepción o el abandono de un ser que quiere creer pero que se ve incapacitado para ello porque su observación sugiere incoherencias en lo establecido, en la propia existencia, incoherencias que le resultan irreconciliables con la hipótesis de un Dios bondadoso y misericordioso.

“Con respecto a los dioses no puedo conocer ni si existen ni si no existen, ni cuál sea su naturaleza, porque se oponen a este conocimiento muchas cosas: la oscuridad del problema y la brevedad de la vida humana” (PROTÁGORAS). Desde la Antigua Grecia, los sofistas han puesto en duda la posibilidad de una verdad que excluya lugar a dudas o cuestionamientos, abriendo paso a una discusión racional de todo lo concerniente a los dioses. Y el agnosticismo es aquella posición de quien revisa y reflexiona sobre los límites de lo que puede o no conocer, de manera objetiva, el ser humano, y comprende que la certeza absoluta en torno a la existencia o la no existencia de Dios es algo que no es accesible.

En su obra poética, Bustos maneja un tono reflexivo, filosófico, frente a la verdad, frente a la imagen de Dios, de los dioses, y en “El Oscuro Sello de Dios” (1988) percibe al Hombre como un ser que sufre, que busca la verdad, que interroga su cuerpo, su alma, en búsqueda de ésta.

En un principio, se remonta, a la mitología griega, a la Leyenda de Ícaro:

“Tal vez

Llevamos alas a la espalda

Y no sabemos.”

(Obra Poética, p. 33)

“Sólo la verdad os hará libres.” Y filosofar es buscar la verdad. Por eso Bustos nos hace saber que ella está en nosotros, pero que, sin embargo, la ignoramos. ¿Por qué? Quizá porque es misteriosa, ciega, caprichosa. Quizá porque crecimos con el desconcierto de escuchar que es sólo un privilegio del altísimo, porque sabemos que la razón es el más terrible regalo de los dioses y no podemos dudar de las buenas intenciones éstos. Quizá porque “Diversas voces nos llegan desde dentro” (p. 35) y manejamos en nuestros ideales un sinfín de influencias, años de costumbres, filosofías ancestrales que nos privan de la subjetividad, nuestra libertad, y nos confunden, nos hacen desentendernos de la realidad; ignorar que quizás seamos los legítimos dueños de la verdad.

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