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Reoporte De Lectura De "el Alquimista" 1era Parte


Enviado por   •  21 de Marzo de 2014  •  2.774 Palabras (12 Páginas)  •  355 Visitas

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Este libro trata de un joven que se llama Santiago, su historia comienza cuando una noche llevo a su rebaño a una iglesia. allí Hizo que todas sus ovejas entraran por la puerta en ruinas y decidió pasar ahí esa noche. No había lobos en esa región pero cierta vez una se le había escapado por la noche y él se había pasado todo el día siguiente buscando la oveja prófuga.

Santiago extendió su chaqueta en el suelo y se acostó, usando un libro que acaba de leer como respaldo para su cabeza. Cuando el despertó aún estaba oscuro, el había tenido el mismo sueño que la semana pasada y otra vez se había despertado antes del final. Se levantó y tomó un trago de vino, después las ovejas empezaron a levantarse, el noto que cuanto él se levantaba, la mayor parte de los animales también lo hacía. Como si hubiera alguna oculta energía que uniera su vida a la de aquellas ovejas. Siempre había creído que las ovejas eran capaces de entender lo que él decía. Por eso de vez en cuando les leía o les contaba algunas historias de sus aventuras.

En los 2 últimos días sin embargo el asunto que le preocupaba no había sido más que uno: y era la hija del comerciante que vivía en una ciudad a donde llegaría dentro de cuatro días. Solo había estado allí una vez el año anterior. El comerciante era dueño de una tienda de tejidos. Un amigo le había indicado la tienda y el pastor llevó allí sus ovejas para vender su lana. La tienda del hombre estaba llena, el comerciante rogó al pastor que esperará hasta el atardecer. El muchacho se sentó en la acerca enfrente de la tienda y saco un libro de su zurrón.

Santiago no se había percatado de la presencia de una chica hasta que ella le dijo que no sabía que los pastores fueran capaces de leer libros, a lo que el respondió es porque las ovejas enseñan más que los libros. Ella era una joven característica de la región de Andalucía. Se quedaron conversando por más de dos horas. A medida que transcurría el tiempo, el muchacho empezó a anhelar que aquel día no se terminara nunca. Se dio cuenta de que estaba sintiendo algo que jamás antes había sentido: las ganas de quedarse a vivir en una ciudad por siempre. Con la niña de cabellos negros los días nunca serian iguales. Pero el comerciante finalmente terminó. Después le pago lo acordado y le pidió que volviera el año siguiente. Ahora faltaban cuatro días para llegar nuevamente a la misma aldea. Estaba entusiasmado pero al mismo tiempo inseguro; tal vez la chica ya lo hubiera olvidado ya que por allí pasaban muchos pastores a vender su lana.

Santiago no le quería dar mucha importancia a la situación y él le decía a sus ovejas, Yo también conozco a otras chicas en otras ciudades. Pero en el fondo de su corazón, sabía que si le importaba. Y que tanto los pastores como los marineros siempre conocían una ciudad donde había alguien capaz de hacerles olvidar la alegría de viajar libres por el mundo. Comenzó a sobresalir el día y el pastor coloco las ovejas en dirección al sol. Ellas nunca necesitaban tomar una decisión, pensó.

El muchacho comenzó a extrañarse de sus propios pensamientos. Quizá la iglesia con aquel sicomoro creciendo adentro estuviera embrujada. Había hecho que soñará el mismo sueño por segunda vez. Bebió un nuevo trago de vino que le había sobrado de la cena la noche anterior y apretó contra el cuerpo su chaqueta.

Estaba pensando en explicarle esta vez a la chica porque un pastor sabía leer: Había estado hasta los dieciséis años en un seminario. Sus padres querían que el fuera cura, motivo de orgullo para una simple familia campesina. Estudió latín, español, teología. Pero desde niño soñaba con conocer el mundo. Cierta tarde, al visitar a su familia se armó de valor y le había dicho a su padre que no quería ser cura. Quería viajar. Su padre le dijo que los hombres que viajan traen los bolsillos llenos de dinero pero que Entre ellos solo los pastores viajan. A lo que él dijo entonces seré pastor.

El padre no dijo nada más. Al día siguiente le dio una bolsa con tres antiguas monedas de oro españolas. Las encontré un día en el campo, compra tu rebaño y recorre el mundo. Y lo bendijo. En los ojos del padre el leyó también el deseo de recorrer el mundo. Un deseo que aun persistía a pesar que por años había intentado ocultar haciendo las mismas cosas. El muchacho recordó la conversación con su padre y se sintió contento; tenía una chaqueta, un libro que podía cambiar por otro y un rebaño de ovejas, sin embargo, lo más importante, era que cada día realizaba el gran sueño de su vida: viajar. No entiendo como buscan a dios en el seminario, pensó mientras miraba el sol que nacía. Siempre que le era posible buscaba un camino diferente para recorrer. El mundo era tan grande e interminable, y si el dejará que las ovejas lo guiaran apenas un poquito, iba a terminar descubriendo cosas más interesantes. El problema es que ellas no se dan cuenta de que están haciendo caminos nuevos cada día. No perciben que los campos cambian, que las estaciones son diferentes, porque solo están preocupadas por el agua y comida. Quizá suceda lo mismo con nosotros -pensó el pastor- hasta conmigo que solo, que no pienso en otras mujeres desde que conocí a la hija del comerciante. Miró al cielo y cálculo que llegaría a Tarifa antes de la hora del almuerzo. Allí podría arreglarse un poco; tenía que estar bien para el encuentro con la chica y no quería pensar en la posibilidad de que otro pastor hubiera llegado antes que el para pedir su mano.

Es justamente la posibilidad de realizar un sueño lo que hace que la vida sea interesante, reflexiono mientras miraba de nuevo el cielo. Acababa de acordarse de que en tarifa vivía una vieja que capaz de interpretar los sueños. Y él había tenido un sueño repetido aquella noche. La vieja condujo al muchacho hasta un cuarto en el fondo de la casa. Dentro había una mesa y dos sillas.

La vieja se sentó y le pidió a el que hiciera lo mismo. Que interesante dijo la vieja sin apartar los ojos de la mano del muchacho. Y volvió a guardar silencio. El chico se estaba poniendo nervioso, el retiro las manos rápidamente.

Santiago arrepentido de haber entrado a aquella casa, le dijo que él no había ido hasta allí para que me leyeran las manos

Tú has venido a saber de sueños le respondió la vieja. Y los sueños son el lenguaje de dios, cuando el habla el lenguaje del mundo, yo puedo interpretarlo. Pero si el habla el lenguaje de tu alma, solo tu podrás entenderlo. Y yo te voy a cobrar la consulta de cualquier manera. Otro truco, pensó el muchacho, sin embargo decidió arriesgarse.

-Tuve el mismo sueño dos veces seguidas, soñé que estaba en un prado con mis ovejas cuando aparecía un niño y empezaba a jugar con mis

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