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Resumen Un Mundo Feliz de Aldous Huxley

usuarioxd123Resumen17 de Febrero de 2023

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Un Mundo FelizAldous Huxley

PrólogoEl remordimiento crónico, y en ello están acordes todos los moralistas, esun sentimiento sumamente indeseable. Si has obrado mal, arrepiéntete,enmienda tus yerros en lo posible y encamina tus esfuerzos a la tarea decomportarte mejor la próxima vez. Pero en ningún caso debes entregarte a unamorosa meditación sobre tus faltas. Revolcarse en el fango no es la mejormanera de limpiarse.También el arte tiene su moral, y muchas de las reglas de esta moral sonlas mismas que las de la ética corriente, o al menos análogas a ellas. Elremordimiento, por ejemplo, es tan indeseable en relación con nuestracreación artística como en relación con las malas acciones. En el futuro, lamaldad debe ser perseguida, reconocida, y, en lo posible, evitada. Llorar sobrelos errores literarios de veinte años atrás, intentar enmendar una obra fallidapara darle la perfección que no logró en su primera ejecución, perder los añosde la madurez en el intento de corregir los pecados artísticos cometidos ylegados por esta persona ajena que fue uno mismo en la juventud, todo ello,sin duda, es vano y fútil. De aquí que este nuevo Un mundo feliz seaexactamente igual al viejo. Sus defectos como obra de arte son considerables;mas para corregirlos debería haber vuelto a escribir el libro, y al hacerlo, comoun hombre mayor, como otra persona que soy, probablemente hubiesesoslayado no sólo algunas de las faltas de la obra, sino también algunos de losméritos que poseyera originalmente. Así, resistiéndome a la tentación derevolcarme en los remordimientos artísticos, prefiero dejar tal como está lobueno y lo malo del libro y pensar en otra cosa.Sin embargo, creo que sí merece la pena, al menos, citar el más gravedefecto de la novela, que es el siguiente. Al Salvaje se le ofrecen sólo dosalternativas: una vida insensata en Utopía, o la vida de un primitivo en unpoblado indio, una vida más humana en algunos aspectos, pero en otros casiigualmente extravagante y anormal. En la época en que este libro fue escrito,esta idea de que a los hombres se les ofrece el libre albedrío para elegir entrela locura de una parte y la insania de otra, se me antojaba divertida y laconsideraba como posiblemente cierta. Sin embargo, en atención a los efectosdramáticos, a menudo se permite al Salvaje hablar más racionalmente de loque su educación entre los miembros practicantes de una religión, que es unamezcla del culto a la fertilidad y de la ferocidad de los «Penitentes», le hubiesepermitido hacerlo en realidad. Ni siquiera su conocimiento de Shakespearebasta para justificar sus expresiones. Y al final, naturalmente, se les haceabandonar la cordura, su Penitentismo nativo recobra la autoridad sobre él, yel Salvaje acaba en una autotortura de maniático y un suicidio de

desesperación. Y así, después de todo, murieron miserablemente, con gransatisfacción por parte del divertido y pirrónico esteta que era el autor de lafábula.Actualmente no siento deseos de demostrar que la cordura es imposible.Por el contrario, aunque sigo estando no menos tristemente seguro de que en elpasado la cordura es un fenómeno muy raro, estoy convencido de que cabealcanzarla y me gustaría verla en acción más a menudo. Por haberlo dicho envarios libros míos recientes, y, sobre todo, por haber compilado una antologíade lo que los cuerdos han dicho sobre la cordura y sobre los medios por loscuales puede lograrse, un eminente crítico académico ha dicho de mí queconstituyo un triste síntoma del fracaso de una clase intelectual en tiempos decrisis. Supongo que ello implica que el profesor y sus colegas constituyenotros tantos alegres síntomas de éxito. Los bienhechores de la humanidadmerecen ser honrados y recordados perpetuamente. Construyamos un Panteónpara profesores. Podríamos levantarlo entre las ruinas de una de las ciudadesdestruidas de Europa o el Japón; sobre la entrada del osario yo colocaría unainscripción, en letras de dos metros de altura, con estas simples palabras:«Consagrado a la memoria de los Educadores del Mundo. Si monumentumrequiris circumspice».Pero volviendo al futuro... Si ahora tuviera que volver a escribir este libro,ofrecería al Salvaje una tercera alternativa. Entre los cuernos utópico yprimitivo de este dilema, yacería la posibilidad de la cordura, una posibilidadya realizada, hasta cierto punto, en una comunidad de desterrados o refugiadosdel mundo feliz, que viviría en una especie de Reserva. En esta comunidad, laeconomía sería descentralista y al estilo de Henry George, y la políticakropotkiniana y cooperativista. La ciencia y la tecnología serían empleadascomo si, lo mismo que el Sabbath, hubiesen sido creadas para el hombre, y no(como en la actualidad) el hombre debiera adaptarse y esclavizarse a ellas. Lareligión sería la búsqueda consciente e inteligente del Fin Último del hombre,el conocimiento unitivo del Tao o Logos inmanente, la transcendenteDivinidad de Brahma. Y la filosofía de la vida que prevalecería sería unaespecie de Alto Utilitarismo, en el cual el principio de la Máxima Felicidadsería supeditado al principio del Fin Último, de modo que la primera preguntaa formular y contestar en toda contingencia de la vida sería: «¿Hasta qué puntoeste pensamiento o esta acción contribuye o se interfiere con el logro, por miparte y por parte del mayor número posible de otros Individuos, del FinÚltimo del hombre?».Educado entre los primitivos, el Salvaje (en esta hipotética nueva versióndel libro) no sería trasladado a Utopía hasta después de que hubiese tenidooportunidad de adquirir algún conocimiento de primera mano acerca de lanaturaleza de una sociedad compuesta de individuos que cooperan libremente,

consagrados al logro de la cordura. Con estos cambios, Un mundo felizposeería una perfección artística y (si cabe emplear una palabra tantrascendente en relación con una obra de ficción) filosófica, de la cual, en suforma actual, evidentemente carece.Pero Un mundo feliz es un libro acerca del futuro, y, aparte sus cualidadesartísticas o filosóficas, un libro sobre el futuro puede interesarnos solamente sisus profecías parecen destinadas, verosímilmente, a realizarse. Desde nuestropunto de mira actual, quince años más abajo en el plano inclinado de lahistoria moderna, ¿hasta qué punto parecen plausibles sus pronósticos? ¿Quéha ocurrido en este doloroso intervalo que confirme o invalide las previsionesde 1931?Inmediatamente se nos revela un gran y obvio fallo de previsión. Unmundo feliz no contiene referencia alguna a la fisión nuclear. Y, realmente, esraro que no la contenga; porque las posibilidades de la energía atómica eran yatema de conversaciones populares algunos años antes de que este libro fueseescrito. Mi viejo amigo Robert Nichols incluso había escrito una comedia deéxito sobre este tema, y recuerdo que también yo lo había mencionado en unanarración publicada antes de 1930. Así, pues, como decía, es muy extraño quelos cohetes y helicópteros del siglo VII de Nuestro Ford no sean movidos pornúcleos desintegrados. Este fallo no puede excusarse; pero sí cabe explicarlofácilmente. El tema de Un mundo feliz no es el progreso de la ciencia encuanto afecta a los individuos humanos. Los logros de la física, la química y lamecánica se dan, tácitamente, por sobreentendidos. Los únicos progresoscientíficos que se describen específicamente son los que entrañan la aplicacióna los seres humanos de los resultados de la futura investigación en biología,psicología y fisiología. La liberación de la energía atómica constituye una granrevolución en la historia humana, pero no es (a menos que nos volemos anosotros mismos en pedazos poniendo así punto final a la historia) la últimarevolución ni la más profunda.Esta revolución realmente revolucionaria deberá lograrse, no en el mundoexterno, sino en las almas y en la carne de los seres humanos. Viviendo comovivió en un período revolucionario, el marqués de Sade hizo uso con grannaturalidad de esta teoría de las revoluciones con el fin de racionalizar suforma peculiar de insania. Robespierre había logrado la forma más superficialde revolución: la política. Yendo un poco más lejos, Babeuf había intentado larevolución económica. Sade se consideraba a sí mismo como el apóstol de larevolución auténticamente revolucionaria, más allá de la mera política y de laeconomía, la revolución de los hombres, las mujeres y los niños individuales,cuyos cuerpos debían en adelante pasar a ser propiedad sexual común detodos, y cuyas mentes debían ser lavadas de todo pudor natural, de todas lasinhibiciones, laboriosamente adquiridas, de la civilización tradicional. Entre

sadismo y revolución realmente revolucionaria no hay, naturalmente, unaconexión necesaria o inevitable. Sade era un loco, y la meta más o menosconsciente de su revolución eran el caos y la destrucción universales. Laspersonas que gobiernan el Mundo feliz pueden no ser cuerdas (en lo quepodríamos llamar el sentido absoluto de la palabra), pero no son locos de atar,y su meta no es la anarquía, sino la estabilidad social. Para lograr estaestabilidad llevan a cabo, por medios científicos, la revolución final, personal,realmente revolucionaria.En la actualidad nos hallamos en la primera fase de lo que quizá sea lapenúltima revolución. Su próxima fase puede ser la guerra atómica, en cuyocaso

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