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Resumen cuentos de eva luna


Enviado por   •  1 de Agosto de 2019  •  Informes  •  3.504 Palabras (15 Páginas)  •  335 Visitas

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Dos palabras 

Belisa Crepusculario es el nombre de la protagonista quien dedica su vida a vender palabras. De naturaleza errante, Belisa recorría extensos caminos para llevar noticias u ofrecer sus servicios a quien los necesitase. Había incluso quienes la esperaban pacientemente y pagaban cinco centavos para escuchar algunos versos de memoria, o nueve para que escriba cartas de enamorados, o doce para aprender insultos novedosos dedicados a enemigos irreconciliables. También sabía cuentos inspirados en sus viajes. Todos sabían quien se había muerto, que boda sucedió recientemente o los pormenores de la guerra civil.

Además, si la tarifa por sus servicios rebasaba los cincuenta centavos, Belisa regalaba una palabra secreta al cliente quien tenía la seguridad de que esa palabra sólo le pertenecía a él y nada más a él.

Había nacido en una zona miserable, un desierto cruel que tomó para sí a cuatro hermanos menores. Consiente de que ella podría ser la siguiente huyo del lugar, un encuentro casual con un periódico cambio su destino. Al enterarse del contenido de aquellas palabras ordenadas, se dio cuenta del poder de las mismas y que se podía comerciar con ellas. Con sus ahorros le pago a un cura para que le enseñara a leer y escribir, se compró un diccionario que leyó por completo y después tiró al mar pues no quería estafar a sus clientes con palabras envasadas.

Cierto día, Belisa vendía argumentos de justicia cuando un grupo de jinetes irrumpió en la plaza. Los hombres obedecían ordenes del Coronel quien a su vez se ocupaba de la guerra civil. Los hombres venían por Belisa por ordenes directas de su jefe. Fue así como Belisa se encontró con el hombre más temido del país.

El Coronel deseaba encontrar a aquella mujer cuya fama había llegado hasta sus oídos para que le ayudara en su propósito de ser presidente de la nación. Cuando Belisa llegó ante él supo que se encontraba frente a un hombre solitario y triste.

El Coronel estaba harto de ser tan temido y quería que Belisa le escribiera un discurso lo suficientemente convincente para poder materializar su sueño y llegar a la presidencia por votación popular y no por la fuerza como hasta entonces acostumbraba. Belisa se puso a trabajar, meticulosamente clasifico y desecho palabras, una vez terminado el trabajo, se dispuso a leerlo varías veces para que el coronel se lo aprendiera pues no sabía leer. Todos quedaron conmovidos por el discurso de Belisa y el coronel se convenció de que servía de verdad. Llegado el momento de hacer cuentas, Belisa le ofreció dos palabras que por derecho al pago merecía. El coronel no se interesaba por aquellas palabras pero, feliz por el resultado se prestó a oírlas. Una atracción insinuada se materializó cuando Belisa se inclinó hacía él y le murmuró sus dos palabras.

Todo el país fue recorrido por el coronel quien repetía una y otra vez el mismo discurso para la gente, y sus dos palabras para sí. Sin embargo, mientras el tiempo pasaba, la salud del coronel se vio extrañamente mermada, se le veía cansado y ajeno a todo. Un asistente del coronel le preguntó el motivo de su desgano y éste le contestó que era obra de aquellas dos palabras. Nada se podía hacer pues aquellas palabras sólo le pertenecían a él, de modo que se mandó traer de nuevo a Belisa para que deshiciera aquel encanto.

Todo mundo se quedó sin habla cuando aquella joven fue presentada de nuevo ante el coronel quien cambió su expresión de furia por una más humana. Belisa le tomó de la mano luego de observarse ambos detenidamente, el hombre más temido del país se dejo llevar, dócil, por aquella joven.                   

           

Niña perversa 

Una niña de doce años, una cachorra desnutrida de nombre Elena Mejías escondía una incipiente pasión. Su madre –quien mantenía su tiempo ocupada en atender a sus inquilinos- no tenía tiempo de percatarse que su hija se transformaba en un ser diferente. Atrás comenzaba a quedar aquella niña callada y tímida afecta a chuparse el dedo.

Cierto día, llegó un hombre de agradable aspecto de nombre Juan José Bernal quien se hacía llamar sí mismo El Ruiseñor. Desde su llegada, las cosas comenzaron a cambiar en la pensión. La madre de Elena alquilaba sus cuartos a gente de bien, estudiantes, empleados etc. Nada sucedía en su casa sin que ella se diera cuenta gracias precisamente a Elena; la hija, casi imperceptible para los demás, conocía la manera más segura para escabullirse por los pasillos sin ser vista. Cualquier detalle sospechoso era bien sabido por la madre pues Elena la mantenía al tanto de todo. Quién habló por teléfono, quién recibió visitas, etc.

La madre de Elena era todavía joven y ciertamente, se había olvidado de sí misma, su estricto carácter no le permitía ayudar a vagos o malvivientes y gustaba de mantener un estricto control con sus pensionados. Hasta la llegada de El Ruiseñor. Juan José Bernal llegó para romper todos los esquemas de la pensión. La madre de Elena fue seducida por la pretensión del Ruiseñor. Un afiche que lo representaba como a un bohemio y trovador le llamó poderosamente la atención. Elena se sorprendió de sobremanera pues su madre lo aceptó en la pensión sin cubrir ni un requisito de los que exigía. Juan José no cubrió el deposito, exigió dos duchas al día, se dijo vegetariano y, en su calidad de artista, pidió se le respetara su costumbre de dormir de día pues trabajaba de noche. Elena notó un sutil cambio en su madre al notar sus nalgas sudorosas que se transparentaban a través de su delantal. El cambio se hizo más evidente pues la madre comenzó a usar perfume, lápiz labial, nueva ropa interior etc.

Un domingo por la tarde, mientras el bochorno impedía hacer cualquier cosa, El Ruiseñor se apareció en el patio con su guitarra y comenzó a cantar. Todos los huéspedes se juntaron a su alrededor, la hija se acercó a la madre quien amablemente la retiró. Elena pronto se sintió atraída por El Ruiseñor quien, sin tener una maravillosa voz, supo crear un ambiente de fiesta como nunca antes se había dado en la pensión.

La niña entraba poco a poco en la pubertad, pronto se encuentra erotizándose con las ropas del objeto de su deseo. Sabía las horas en que Juan José se ausentaba y aprovechaba su ausencia para recostarse en su cama entregándose a sus sueños y deseos.

Cierto día, Elena se percató de que su madre y Juan José mantenían una relación que iba más allá de lo supuesto por lo que ahora decidió espiar a su progenitora.

Una noche, cuando Elena regresaba del cuarto de Juan José, escuchó ruidos en la habitación de su madre; conocedora de todos los atajos para pasar desapercibida, ingresó al cuarto y descubrió a la pareja retozando entre las sabanas. Elena observó el cuerpo de su madre y la expresión, nunca antes vista, que la adornaba: penso que esa misma expresión podría tenerla ella misma.

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