Todo mal tiene cura
319216Reseña24 de Mayo de 2021
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TODO MAL TIENE CURA
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Por : Balmes Sobrino Sarmiento
¡Tengo el firme propósito de hacer que te quedes en mi casa y no en un hotel! Fueron las más acogedoras y gratas palabras que yo he escuchado de un viejo amigo cuando pregunte por su nombre en las puertas de un próspero taller automotriz en la ciudad de Fundación departamento del Magdalena donde llegue a las 5 de la tarde preguntando por él, debido a las fallas mecánicas que tenía mi viejo Renault 9. Apenas escuchó su nombre cuando pregunte si allí era el taller del Monchi de la Vega surgió, su figura detrás de una gigante maquinaria agrícola. Abriendo los brazos y casi gritando diciendo ¡hola viejo amigo! Que gusto verte por aquí, en sus ojos se notaba sorpresa y entusiasmo. Yo realmente me sorprendí por tan efusiva y calurosa bienvenida ya que teníamos más de cuarenta y cinco años que no nos veíamos. Después de un fuerte apretón de manos seguido de un caluroso abrazo, me dijo ven vamos para que saludes a Quintina (su esposa) una hermosa y amable mujer a quien tuve la dicha de conocer cuando joven junto a su distinguida familia Dela Cruz De la Hoz. Caminamos dentro del taller sorteando toda clase de maquinarias de trabajo pesado que era la especialidad de mi peculiar amigo. Llegamos a una puerta que conducía a una amplia cocina donde estaba Quintina preparando la cena; Monchi casi gritando le dijo ¡mira quién está aquí! Ella entre cerro los ojos como haciendo memoria y sorprendida dijo muy quedo alargando mi nombre ¡Baaalmes Sobrino! Que viento te trajo por aquí, yo me sonreí y nos saludamos efusivamente y en seguida con autoridad dijo: te quedas a comer, gracias Quintina Pero antes voy a asegurar el hotel, fue cunado Monchi casi ofendido dijo las acogedoras palabras con que inicie este relato.
Gozamos de una deliciosa cena, nos divertimos recordando aquellos tiempos idos y de los castos amoríos de su hermana menor Lila y yo, de los paseos a la prospera hacienda de sus padres en jurisdicción de Sabana Magdalena y de todos los episodios que nos dieron alegría y que aún están presentes en nuestros recuerdos.
Después de un largo rato Monchoi me invito a tomarnos algo a la plaza principal de la ciudad, llegamos a un estadero poco concurrido ya sentados en la mesa y con una cerveza cada uno le dije: MonchI cuanto me alegro como as prosperado con ese inmenso taller, está muy organizado, tienes varios empleado y bastante clientela y casi turbado me dijo: mira no siempre fue así yo tenía mi taller en otro sector y era tan bueno como este; con una casa más grande pero de la noche a la mañana en mi casa fue invadida por una plaga incontrolable de pulga y garrapatas, estaban en la cocina, sala, alcoba , baños, terraza, taller y por todas partes; yo utilice todos los insecticidas y remedios ávidos que me sugerían y nada de eso bastaba se desparecían por el momento cuando los aplicábamos y al rato salían en más cantidad. Todos los clientes se fueron retirando y los contratos que tenía me los cancelaron y empezamos a padecer. Horrorizados veíamos como nos precipitábamos a la ruina. Quintina me dijo: Monchi esto no es natural por que no vas donde una persona que sepa de brujería a ver si nos puede ayudar yo la escuche con escepticismo y a un incrédulo y por el desespero de salvar a mi familia fui donde un señor que me recomendó una amiga, llegue a la casa del señor le explique la situación y fue a mi casa ese mismo día, llegó y se paró en la puerta asomó la cabeza por una ventana y se negó profundamente entrar diciendo MonchI yo aquí no entro a ti te pusieron el mal del ácaro colérico que pocas personas te lo pueden quitar yo le temo a eso, por eso no entro y ninguno que traigas entra, ni siquiera un mamo de la cierra, esto es demoniaco y muy peligroso y por donde te mudes se muda también. Yo te voy a recomendar la única persona que conozco que te pude ayudar. A tan tenebroso pronostico yo decidí (si era posible) ir hasta el mismo in infierno a pedirle caco al mismísimo diablo. Me dio su nombre diciéndome que vivía en el corregimiento de Zato departamento de bolívar. Balmes yo no sabía dónde quedaba ese pueblo pero desesperado estaba decidido a hacer lo que sea por mi familia. El señor me explicó donde quedaba. A la mañana siguiente muy temprano Salí por la vía de Pivijay llegue al departamento del atlántico y en puerto Giraldo me explicaron como llegaba a Zato; llegué a Calamar departamento de Bolívar y allí tome un transporte que iba hasta el pueblo de Arroyo Hondo que era el único medio de llegar a zato. El conductor me dejó en mitad del camino diciendo: siga por allí que el pueblo está cerca señalando una escabrosa bifurcación en el camino; recorrí unos trecientos metros cuando empecé a divisar las primeras casas, mi reloj de pulso marcaba la una de la tarde, era un pueblo típico en su abandono, parecía desértico por la soledad de sus dos únicas calles, cubiertas con un nutrido y menudillo polvo reseco que se adherían a mis zapatos como si tuvieran goma, daba la sensación que en ese pueblo nunca hubiese llovido; las casas casi todas con el bareque en mal estado y creo que alguna vez estuvieron pintadas de blanco, techos de paja y algunas con techo de sin. Un calor que me hacía creer que en verdad estaba en el infierno. En la primera calle encontré a un anciano en la puerta de su casa, debajo de un sombroso árbol y sentado sobre un viejo y decaído taburete de cuero, vestido con un pantalón y una misa que alguna vez fueron de color caqui, unas barbas muy mal cuidadas y amarillas de la nicotina de un tabaco que parecía que lo tenía adherido a la boca. Saludé al único habitante que encontré: Buenas tardes señor ¿como esta? -. Bien ¿y usted viene para donde Aniceto Almanza? Yo me sorprendí preguntando ¿y usted como lo sabe? él se sonrió dejando ver una dentadura maloliente y de un color marrón oscuro diciendo: todo el que es forastero viene solo a eso, y dijo: mire al final de la otra calle en la acera de la izquierda hay una casa con un árbol de olivo en la puerta, él vive allí. Caminé y al llegar a la casa señalada me detuve receloso en la puerta; cuando de adentro del patio dijo una voz con acento cansino: entra Monchi te estoy esperando, (te cuento Balmes que me asuste y casi me regreso) y volvió a decir: no tengas miedo entra si ya estás aquí, seguí por un portoncito de cinc medio abierto que daba al patio de la casa, y encontré a un señor de una edad indefinida dentro de una especie de caballeriza y sentado en un taburete de madera y cuero, me ofreció un banco también de madera diciendo: siéntate mijo, yo sé todo lo que te pasa y es muy malo, pero yo te voy ayudar porque eres un hombre bueno y personas malvadas y envidiosas te quieren hacer daño. Yo le pregunté ¿me puede decir quiénes son? No monchi yo solo hago el bien y no tolero la venganza. Mira lo que vas hacer: llévate esta botella con esta agua, antes de entrar a tu casa te arrodillas en toda la entrada; rezas tres credos y un padre nuestro, toma y se quitó una raída y vieja abarca del pie izquierdo, mientras rezas golpeas el piso de la puerta siete veces con esta abarca, entras y mientras rezas riega la casa con el líquido que llevas en la botella; pero Monchi esto debes de hacerlo a una hora prima o sea a las seis de la mañana, de la tarde o a mediodía. No te gastes todo el contenido de la botella guarda así sea un poquito lo mantienes siempre que eso te va proteger de todo el daño que te quieran hacer, se sonrió y me dijo anda vete con Dios; yo le pregunte y cuanto me va a cobrar y dijo: primero ve y salva tu casa y después a tu voluntad.
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