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Enviado por   •  20 de Agosto de 2018  •  Apuntes  •  1.161 Palabras (5 Páginas)  •  188 Visitas

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ESPA 3102 Sección: ________                        Prof. JJ Rivera Hernández

La otra cara de Estados Unidos

El Nuevo Día, sábado, 24 de septiembre de 2005

Carmen Dolores Hernández

        Las imágenes han sido tan devastadoras como la fuerza del huracán que asoló a la bellísima ciudad de Nueva Orleans. Le mostraron al mundo entero la otra cara de la sociedad estadounidense. No la que Hollywood suele ofrecer para el consumo general: nada había aquí de grandes casas suburbanas, lujosas oficinas corporativas o cuidadas instalaciones públicas. Tampoco era la de las series de TV con su domesticidad excéntrica y forzada o con las extravagancias de jóvenes que buscan aventuras en la gran ciudad o son profesionales ambiciosos. Ni siquiera era la de los negros de clase media aculturados al “mainstream” económico y cultural. Incluso la representación ya codificada de los problemas de los “inner cities” en los medios de comunicación de Estados Unidos se hace siguiendo un guión en que el rescate, la redención y la transformación cumplen un papel destacado. El que vimos no era el país tecnológicamente avanzado que desarrolla soluciones para las situaciones de la vida práctica ni el que se erige en paladín de la democracia en el mundo, sentando como ejemplo a su propia sociedad, ni el imperio que rescata a los demás de su miseria ni el policía del mundo, en guerra contra todo lo que atente al “American way of life”.                 No. Lo que vimos fue la realidad descarnada de una gente desvalida, pobre, negra en su inmensa mayoría, carente hasta de los medios adecuados de expresarse correctamente en el inglés que habla el país. Lo que vimos fue la segregación -de facto- que existe en Estados Unidos y el estado de postración de una población que será minoritaria, pero cuyos números alcanzan cifras impresionantes. Ese rostro, generalmente escondido, apareció imprevistamente como resultado de la desorganización del “status quo” tras un desastre natural. Todos resultamos sorprendidos: los de adentro quizás tanto como los de afuera.                                         Todo país -toda colectividad- tiene varias caras, desde luego. Sería una simpleza creer que alguna nación haya podido resolver los problemas de pobreza y desigualdad en su suelo. Pero lo que asombra en este caso es la proporción insospechada del problema (los refugiados en el estadio y en el centro de convenciones rebasaban la cifra de las decenas de miles... y no lo vimos todo) y el hecho de que se halle tan escondida la situación -enterrada en estadísticas sin rostro- y que sólo un imprevisto así haya podido revelar esa faz en los medios de comunicación pública.                                         Y el problema está también en que Estados Unidos, cuando miran a los otros países, lo que ven es precisamente esas carencias de las que no son conscientes en su propio suelo. Condenan de inicio a las otras sociedades por su pobreza, su miseria, su desorganización, la incuria por parte de las autoridades gubernamentales, sin tener en cuenta otros elementos de su organización que no entienden. Es una manera de ver el exterior que puede tener raíces en cierto mesianismo cultivado desde el siglo XIX por quienes quisieron ver un “Destino Manifiesto” en su futuro, por quienes asumieron, por su cuenta, un mandato para sentar un ejemplo en el mundo. “Para esta bendita misión ante las naciones del mundo, que han estado privadas de la luz vivificante de la verdad, ha sido escogida América y su ejemplo excelso acabará con la tiranía de reyes, jerarcas y oligarcas y llevará la buena nueva de la paz y la buena voluntad allí donde las multitudes padecen una existencia muy parecida a la de las bestias del campo”, escribió en 1839 el periodista John O. Sullivan, autor de la frase “Manifest Destiny”, recogiendo el pensamiento de la época.                                                                         No es que Estados Unidos no sea un gran país. No es que no haya iniciado y conservado una trayectoria ascendente cual ninguno otro en el continente: fue de los primeros en independizarse y tener una constitución, el primero en enfrentarse a una división interna que amenazó su existencia misma y sobrevivió, fortalecido, a una Guerra Civil, el primero en asumir un rol determinante en los asuntos mundiales. Pero eso es lo único que se ve, se conoce y se proyecta. Estados Unidos no ha sabido asumirse en toda su complejidad, que incluye también los fracasos, las injusticias, las lacras sociales, la ambición desmedida, el uso abusivo del poder, el expansionismo injustificado. ¿Qué, sino grandes injusticias históricas, han sido la reducción de los indígenas a reservaciones; el discrimen -ya atenuado, pero aún vigente- contra los negros; los campos de concentración para los japoneses residentes en su suelo durante la II Guerra Mundial; la práctica inicua de tratar de impedir que los balseros caribeños pisen tierra para no darles asilo y el rechazo abierto de los refugiados haitianos? Igualmente inicua ha sido la práctica que ha convertido a la frontera entre México y Estados Unidos en zona franca para “vigilantes” que “cazan” impunemente a los “espaldas mojadas”. Y eso sin hablar siquiera de la política exterior.                                Quizás el huracán Katrina, al hacer ver la cara humana, sufriente, de las estadísticas, le ha hecho al país un favor, dándole la oportunidad de recuperar -con la ciudad de Nueva Orleans- su propia complejidad. Es hora de que Estados Unidos se asuma como lo que es: no el salvador del mundo, ejemplo intachable de democracia y justicia, sino un país -como todos - con luces y sombras, con aciertos y fracasos, con necesidades y abundancias. Quizás entonces sea más fácil la convivencia mundial.

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