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EL ROSTRO


Enviado por   •  8 de Mayo de 2013  •  880 Palabras (4 Páginas)  •  243 Visitas

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Levinas: EL ROSTRO

El Otro se nos aparece inicialmente con su rostro, la parte del cuerpo más desnuda y más expuesta a la mirada, y a la que se deberá descifrar en su exceso o en su diferencia con relación a lo que se sabe del prójimo. El rostro configura esa imagen privilegiada del semejante, donde se inscriben todos los movimientos de la subjetividad, y que se nos impone como una súplica y como un mandato. Del rostro emana toda la autoridad interpelativa del sufrimiento humano, tal como lo evidencia paradigmáticamente el semblante de la viuda, del huérfano y del extranjero. Estos semblantes marcados por las arrugas de las pérdidas y los desarraigos nos convocan a una actitud de absoluta responsabilidad por ellos. Así escribe Reyes Mate:

El rostro atesora pues el poder que le confiere la autoridad y la jerarquía del dolor padecido por una subjetividad que apela a la escucha y a la contención del Otro. El rostro evidencia la miseria y la indefensión humana, surcado por las arrugas y las cicatrices de la historia común -signada por la castración-, que siempre nos interpela y nos recuerda la deuda ética que sostenemos con el otro-ahí, y que se debe intentar saldar en ese instante decisivo que supone el cara-a-cara con el Otro, sin ninguna mediación y sin ninguna excusa. El instante privilegiado de la confrontación con el rostro del Otro impone la máxima autenticidad y la más extrema responsabilidad por su destino. El mandato ético impone sostener la mirada del Otro y dirigir la propia hacia su rostro.

La visión del rostro del Otro me separa de mí mismo, rompe la soldadura de mi propio narcisismo conmigo mismo y me enfrenta con la alteridad de Otro que no se deja asimilar ni subsumir por la expansión inclusiva de un Yo que busca imponer su única autoridad. El Rostro configura la marca singular del Otro, la expresión manifiesta de la esencia de su falta-en-ser, el trazo evanescente de su propia inanidad y la forma que impugna la totalización y la aprehensión de toda completud. Así escribe Finkielkraut:

El rostro no es pues esa forma sensible que habitualmente se presenta con ese nombre, sino que es la resistencia que opone el prójimo a su propia manifestación, el hecho de que se sustraiga a su propia imagen, el hecho de imponerse más allá de la forma y de no dejarme entre las manos más que su despojo cuando yo creo poseer su verdad.

Se entiende que la verdad a la cual se alude es la de la castración, en tanto el rostro denuncia en su misma transparencia, y más allá de toda buena forma del narcisismo, a una subjetividad hecha de desgarramientos y suturas en torno del núcleo vacío de un ser vulnerable y mortal. El rostro representa pues esa piel desnuda que jamás logra ocultar las miserias y que se resiste a disfrazarse en su propio retrato, siendo la arrugas las metáforas de la plenitud o la gracia perdida

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