Ensayo Sobre La Composición Musical De Igor Stravinsky.
fefamelt7 de Febrero de 2014
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En este capítulo, Stravinsky hace una reflexión sobre el aspecto musical de tamaña importancia: El trinomio obra-creador-proceso compositivo.
Según Stravinsky, por desconocimiento de la técnica compositiva, se ha supeditado el juicio estético de una obra a meras cuestiones de tipo práctico o subjetivo y no a elementos objetivos o, por el contrario, se somete dicha crítica según una concepción puramente hedonista y no al manejo de la materia musical en sí. No niega la existencia de una determinada “afectación” en la obra musical, pero considera absurdo centrar el juicio en ese aspecto porque la música es un arte de tipo, y cito textualmente, “especulativo”, es decir, resultante del, como se ha dicho con anterioridad, manejo de la materia musical y no del “sentimentalismo”.
Al reflexionar sobre el impulso creador que lleva al compositor a abordar la formación de una obra musical, comienza por no negar la existencia de la “inspiración”. La mayor parte de la sociedad cree que la inspiración es la base de toda obra, cuando desconocen que es la búsqueda del equilibrio por medio del cálculo lo que domina al creador. La inspiración nace fruto de ese proceso, pero considera que no es el motor de la creación, sino que es algo que puede aparecer de un modo supletorio. Para Stravinsky el germen de toda obra musical es la pura necesidad creativa, que le lleva a unir los elementos musicales para dar lugar a un orden; pero ese ansia creadora no surge de forma casual, sino que aparece gracias a la reincidencia en el trabajo (o como una necesidad rutinaria (“...necesidad natural...”). Por lo tanto, el trabajo de componer es la forma ideal de satisfacer dicha necesidad obteniendo así el placer artístico y dicho trabajo supone un esfuerzo tanto intelectual como físico.
Stravinsky expone sobre el proceso de creación que el compositor debe “inventar” música, para lo cual le es necesario cierto ingenio (“imaginación”) que le permita pasar del concepto a la obra concreta; defiende que, en el proceso creador puede entrar en juego la “fantasía” (“...lo fortuito...”) como un elemento al que se le puede sacar partido, que puede hacer prosperar el proceso creativo, siempre que el creador no se haga siervo de ella y sea él mismo el que controle el proceso de creación. Pero, claro está, al autor no le basta con la fantasía, porque debe ser un individuo con una capacidad especial de observación que le posibilita ver en cualquier hecho u objeto un elemento capaz de fomentar la “fantasía” de la que se habló con anterioridad, que no tiene que buscar una fuente de inspiración (bien entendida), porque ésta la tiene al alcance de su mano de modo perenne. Todo ésto lo ejemplifica citando brevemente a Brahms, del que dice que se acoge a la tradición heredada de Beethoven para garantizar la prosperidad de la creación musical. Y explica que éste es un ejemplo de muchos otros que se has dado a lo largo de la historia..
Stravinsky, a continuación, procede a escudriñar la definición de “artista”. Para él, esta palabra no está bien utilizada, porque un compositor es un homo faber y tiene la misión de obrar, es un artesano, como se creía en la Edad Media. El Renacimiento es el que inventó al artista, otorgando al principio este distintivo a los maestros de artes (filósofos, magos, etc.).
Stravinsky considera que la mejor forma de definir a un compositor es con la expresión “inventor de música”, porque su deber con la música es el de inventar. Para inventar hay que realizar un descubrimiento y llevar dicho descubrimiento a la práctica. Esto no es lo mismo que la imaginación, puesto que algo que imaginamos no tiene por qué ser realizado. Por ello, el “inventor de música” se debe valer de la imaginación creadora, que es la que permite realizar algo que imaginamos. Y no hay que dejarse llevar por la fantasía,
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