Generos Cinematograficos
yareli.bello3 de Febrero de 2015
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4. GENEROS CINEMATOGRAFICOS
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Introducción
El género sirve para etiquetar los contenidos de un filme, caracterizando los temas y componentes narrativos que relacionan dicha película con otras encuadrables en un mismo conjunto. En suma, se trata de categorías temáticas, codificadas a lo largo de los años e inteligibles por parte de los espectadores. Esta forma tipificada de narrar hereda muchas de esas categorías de la literatura, y muy singularmente de la narrativa popular, que reitera ciertos elementos para simplificar la comprensión del relato. Dado que ese tipo de convención aún predomina en el ciclo productivo del cine contemporáneo, resulta útil explorar los orígenes y evolución de los géneros más característicos -el terror, la comedia, la ciencia-ficción, etc.-, aún hoy reconocibles por la audiencia que acude a las salas de exhibición.
4.1 ¿Qué es género?
Un género, tanto en la literatura como en los diversos medios audiovisuales, es una forma organizativa que caracteriza los temas e ingredientes narrativos elegidos por el autor. Cuando hablamos de géneros en el medio cinematográfico, nos estamos refiriendo a categorías temáticas estables, sometidas a una codificación que respetan los responsables de la película y que es conocida por sus espectadores. No obstante, ésta no es una taxonomía invariable, y queda sometida a los vaivenes de la moda y distintas tendencias político-sociales. Por ejemplo, el género que llamamos melodrama romántico ofrece muy distintas posibilidades si lo analizamos en los años treinta o en los años ochenta, pues el romanticismo y las relaciones de pareja han variado substancialmente en el trecho histórico que separa ambos periodos.
Por lo común, suele identificarse como género cinematográfico un modo estereotipado de contar una película. Se trata de una fórmula con cualidades y personajes reconocibles, que permiten al espectador identificarse con ese relato y disfrutarlo en un grado aún más intenso, pues conoce las reglas que modulan todo aquello que se le cuenta desde la pantalla. Así, el aficionado a las películas del Oeste conoce las figuras esenciales de este género –el pistolero solitario, el cuatrero, la propietaria de la cantina, etc.-, y se siente satisfecho con su reconocimiento, pues ya adivina los rasgos fundamentales de cada estereotipo. Diversos especialistas han analizado esa fruición del público al situarse frente a un producto que le es familiar. En suma, un producto cuyo género conoce sobradamente.
Al tratarse de una convención inteligible para los espectadores, los creadores cinematográficos asumen los géneros como un modelo para ordenar los contenidos del relato. Con todo, se asume una definición reduccionista, cuyo fin es catalogar los temas y la ambientación que prevalecen en una película. Pero la realidad es contradictoria y se aleja de esa simplificación, pues resulta muy infrecuente que un guión cinematográfico muestre una sola aspiración temática.
No obstante, el recurso de los géneros es fundamental para la distribución y promoción comercial de las películas. Dado que se trata de fórmulas narrativas de eficacia comercial, la mercadotecnia que organiza el negocio del cine sigue insistiendo en los géneros para atraer al público. Cuando una película se presenta como melodrama, como filme de aventuras o como cine de terror, sus promotores saben perfectamente a qué segmento de espectadores va dirigida y qué expectativas de rendimiento comercial la acompañan.
Como herramienta para clasificar la producción cinematográfica, los géneros se fundamentan en un tema, en una escenografía típica o en una tendencia de producción que distingue a cierta compañía. De acuerdo con este consenso, el espectador que se acerca al cine asume los rasgos originales de cada género, bien sea documental, cine de animación, experimental, melodrama, cine histórico, negro, cómico, terrorífico, de ciencia-ficción, fantástico, musical, de aventuras, bélico, western o erótico. En suma, dicho espectador emplea el género como un distintivo para elegir la programación audiovisual que le resulta más atractiva.
4.2 Cine cómico
Junto al documental, el cine cómico es el género más antiguo de toda la historia del cinematógrafo. Dado que el cine surgió a fines del siglo XIX en las barracas de feria, su primera intención fue sorprender al público con una oferta jocosa, festiva y atrayente. El modelo más conveniente para lograr ese fin era el teatro de variedades, y por ello la pantalla de aquel primer cine acogió los mismos estereotipos que ya funcionaban sobre el escenario, insistiendo en el carácter visual de aquellas humoradas propias del vodevil. Los ejemplos en este sentido no escasean y permiten una clara catalogación de las intenciones de aquel primer cine cómico: un jardinero que pierde el control de su manguera y acaba calado hasta los huesos, un conductor que hace lo que puede ante el descontrol de su vehículo, un pícaro que es vapuleado por las bañistas a quienes venía espiando, o un transeúnte que se ve comprometido en medio de una persecución policial. En todo caso, situaciones dinámicas, desbocadas, donde no escasean los equívocos y la violencia se sublima hasta perder todo matiz amenazante.
Obviamente, es aquí donde se advierte la sutil y poco firme diferencia que existe entre el cine cómico y el cine de comedia, más adelante entremezclados sin aparente contradicción. En líneas generales, el cine cómico propicia las situaciones hilarantes mediante acrobacias y convenciones visuales, y la comedia lo consigue por medio de efectos lingüísticos. En ambos casos, el cine practica el humorismo, provocando esa quiebra en las expectativas que, según los psicoanalistas, causa nuestra carcajada. Dicho de otro modo, lo que nos hace reír es comprobar que un personaje de quien se esperaba una determinada actuación, efectúa otra muy distinta, a veces disparatada. En el caso del cine cómico, esa actuación tendrá un carácter visual, y estará conducida por una línea dinámica. En cambio, la comedia cinematográfica hereda de sus antecedentes teatrales el juego de palabras, las réplicas y contrarréplicas que llegan a la risa mediante el ingenio de los diálogos y las situaciones.
Suele citarse El regador regado (The biter bit. 1897) como el primer antecedente de este género que, en nuestros días, siguen practicando intérpretes como el británico Rowan Atkinson, cuyo personaje más popular, Mr. Bean, ha obtenido una merecida popularidad. Pese a su continuidad, resulta inevitable identificar cine cómico y cine mudo, pues fue en el periodo anterior a la aparición del sonoro cuando el género alcanzó sus momentos de gloria. Entre las estrellas que triunfaron durante ese periodo figuran Buster Keaton, Harold Lloyd, Max Linder, Harry Langdon, Charles Chaplin "Charlot" y Laurel y Hardy, apodados en los países hispanohablantes "el Gordo y el Flaco".
Elogiado por el movimiento surrealista, el cine cómico mantuvo cierta vigencia con la llegada del sonoro. De hecho, buena parte de la eficacia interpretativa de cómicos como Danny Kaye, Jacques Tati y Jerry Lewis proviene de sus gags visuales, desarrollados sin necesidad de diálogos explicativos.
4.3 La comedia
Al tratarse de un género teatral con una larguísima tradición, la comedia se adaptó rápidamente al abanico de preferencias de los espectadores cinematográficos. Al igual que sucede con su vertiente escénica, la comedia acredita en el cine una cualidad satírica, bromista, burlesca, con una propensión más o menos marcada hacia el reflejo grotesco de las costumbres sociales. De hecho, la comedia proyecta el despropósito de ciertas convenciones, y en esta línea se fomenta en ella una línea carnavalesca, que logra la comicidad por medio de una interrupción del orden establecido, poniendo del revés las normas y desintegrando los criterios de urbanidad para, al final del espectáculo, restituir el orden que antes fue alterado.
Pese a recurrir con frecuencia a los estereotipos, la comedia cinematográfica incide en la singularidad psicológica de sus personajes, con frecuencia derrotados por un cúmulo de situaciones que, por azar, logran superar. A imagen de su contrapartida teatral, también el cine de comedia asume diversas tendencias, como la farsa, el vodevil, el sainete y la comedia sentimental, que adapta a las convenciones del lenguaje fílmico.
Frente a la fisicidad, dinamismo e impulso circense del cine mudo, la comedia cinematográfica opta, desde sus inicios, por el diálogo ágil y el juego de los equívocos. En los años treinta, Mae West en No soy ningún ángel (I’m No Angel, 1933) y W.C. Fields personificaron la comedia pícara tanto en los escenarios como ante la cámara. El absurdo surrealista fue plasmado en el celuloide por los Hermanos Marx en películas como Una noche en la ópera (A Night at the Opera, 1935), mientras que Cary Grant en Luna nueva (His Girl Friday, 1940) se presentaba como el galán idóneo de filmes vodevilescos, impregnados de un cierto romanticismo en sus tramas. En cierto modo, tales son las tres líneas fundamentales seguidas por la comedia posterior. De hecho, la tradición de Mae West se ha mantenido en la actualidad, cada vez menos matizada y elegante, en producciones con un claro matiz erótico. La comedia alocada y verbal de los Marx fue incluso intelectualizada por humoristas como Woody Allen en obras como El dormilón (Sleeper, 1973) y Annie Hall (1977). Y la comedia romántica y festiva que en otro tiempo dirigieron cineastas como Howard Hawks -La fiera
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