La Verdad De Soraya

La verdad de Soraya M

La cámara de Cyrus Nowrasteh y la grabadora de James Caviezel se adentran en territorio iraní para denunciar la situación vejatoria de la mujer, sin derechos y sin voz para exigir una dignidad necesaria. En un pueblo dominado por los integristas islámicos, asistimos al acoso y despecho de una mujer por su caprichoso marido, al chantaje y falso testimonio de unas autoridades cómplices e hipócritas, al asesinato de una madre que ve cómo los suyos lanzan la primera piedra… mientras el cielo clama justicia cuando la tierra se vuelve un infierno de sangre. “La verdad de Soraya M.” es una película realista porque parte de una historia tristemente real —y al parecer no infrecuente en ese mundo de irracionalidad—, aunque su factura esteticista pulse todos los resortes posibles para impactar emocionalmente a un espectador que asiste incrédulo y conmocionado ante lo que ve: la lapidación de una mártir del tercer milenio.

Imposible no sentir el dolor de cada una de esas pedradas, porque la cámara subjetiva causa el efecto deseado y el ralentí de la ejecución agudiza la sensación de héroes y villanos. Estupefacción y cólera también ante ese marido lujurioso, lo mismo que ante ese mulá hipócrita o ese alcalde cobarde… pero nada comparable a ese hijo mayor en cuya mirada se vislumbra ya el virus inoculado de la violencia y de la deshumanización. Vemos cómo su hermano menor aún conserva un sentimiento de piedad filial y de conciencia moral, pero sin duda el ejemplo de sus mayores no tardará en nublar su mente para acabar por no distinguir lo que está bien de lo que está mal. Esa es la firme convicción que da fortaleza a Zahra, una mujer de gran personalidad y coraje, libre en un país de esclavos que se agarran a un arma o a una cuenta del Corán para justificar su poder. Frente a ellos, Zahra es valiente para gritar la verdad y generosa para dar su perdón, y tiene la voluntad de decir al mundo lo que allí sucedió el día antes, y lo corrupto que está el corazón de esos hombres desalmados.

La vocación de denuncia de la cinta es tan patente y clamorosa como la falsedad de esos hombres que convierten una sonrisa en adulterio y que transforman la mezquindad de un marido infiel en una ofensa a todo un pueblo y a la Toráh. Su hipocresía es tal que convierte la pureza en ignominia y el rumor en verdad. Es un mundo de hombres que encontraron en la religión la justificación para su violencia y a los que unas mujeres enseñan a rezar a Dios sin manchar ese cielo azul o esa hermosa pradera por la que Soraya corre junto a sus hijas. Excelentes la fotografía y la banda sonora para ambientar una realidad penosa y dura, contada de manera directa y sencilla, donde la cámara extrae toda la expresividad del rostro con unos primeros planos estremecedores, y donde los breves flashbacks o esas imágenes sangrientas se hacen innecesarias, aunque la voluntad

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