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Los Mismos De Siempre


Enviado por   •  19 de Mayo de 2015  •  1.300 Palabras (6 Páginas)  •  181 Visitas

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New York Journal of Commerce,

como la conversación supuestamente secreta que había sostenido con Taylor en sus cuarteles generales del Río Bravo. Fue delas escasas ocasiones en que escuché a Polk dirigirse a un subalterno recurriendo a expresiones procaces y soeces. Si bien es cierto que su carrera se vio de alguna manera truncada por estas efemérides, no es menos válido que sus indiscreciones se convirtieron en un material muy valioso para conocer de cerca a Polk, así como descubrir o confirmar las tramas que urdió para apropiarse de más de la mitad del territorio mexicano. Bienvenido sea a la historia de México el comandante Alexander Slidell Mackenzie...El día 8 de julio de 1846, tan pronto se perdió de vista el enviado norteamericano, estalló una revolución en la residencia de los Santa Anna en Cuba, cuando propios y extraños fueron informados, entre gritos y sombrerazos, que el destierro de más de un año tocaba a su final. Don Antonio, decían, volverá a ser presidente: ¡Viva, viva, viva...! El movimiento era similar al que se vivía en la Casa Blanca y en el Palacio Nacional de México por aquellas fechas. Con una importante excepción en las comparaciones: en la

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El embajador Mackenzie desobedeció al presidente Polk y decidió visitar a Taylor en sus cuarteles en las márgenes del Río Bravo para informarle en detalle sus conversaciones con Santa Anna, con el objetivo de ganar tiempo antes de regresar a Washington. Véase Pletcher.

Finca del Quince Uñas todo era celebración en torno al patriarca, al invencible, al supremo. Hasta doña Lola, tan poco amiga del alcohol, no tuvo empacho en tomarse “apico” dos buenos tragos de tequila rodeada del personal doméstico mexicano y cubano .El César y doña Lola fueron paseados en hombros por la casa, los jardines y hasta la playa. Lo único que faltaba para fletar el Arab, que estaría próximamente arribando a las costas cubanas, sería la liberación de don Valentín Gómez Farías de la cárcel de la Ciudad de México, en donde había sido recluido por participar en la conjura para derrocar a Paredes, junto con otros líderes liberales radicales. Empezaron a escucharse las notas del chuchumbé, mientras los más cercanos del ex dictador se dieron a bailar el siquisiri, otros a zapatear o a interpretar sones dirigidos a las mulatas. Juancillo Trucupe y trajo rápidamente a los artistas del bongó, a los requintos y hasta una marimba de las que tanto disfrutaba el patrón. No tardaron en aparecer los barriles de ron, las tinajas con limonada, los tacos con ropa sucia, los moros y cristianos con plátanos machos y la salsa de las salsas, el ánimo, la alegría, el sabor, la intensidad festiva, el placer por la música y la feliz indolencia de soltar las piernas, de dejarlas ir contagiadas del lenguaje de un ritmo tropical. La fiesta llevaba ya un par de horas cuando se escucharon gritos e insultos en el palenque, la antesala de la gloria, según la había bautizado el presidente.

Nadie se hubiera percatado de la feroz riña que se producía en el lugar favorito del amo, sí no es porque un disparo rompió con todo el jolgorio. Por supuesto que bailarines, cantantes, novios y pretendientes, doña Lola y sus chicas e invitados de última hora corrieron a través de los gallineros para descubrir el origen y los protagonistas de la reyerta.

El silencio se impuso antes de lo que se tarda en producir un chasquido de dedos para quesobresalieran solamente dos voces entre todos los asistentes: un norteamericanoenorme, del tamaño de un oso, con las barbas eternas sin que jamás alguien le hubiéramos trado la existencia de unas tijeras, vestido casi con andrajos, su ropa hecha casi jirones, discutía, sosteniendo por el cuello una botella de ron y utilizando todo género de palabras soeces en inglés o español dirigidas a Santa Anna, quien no se había mudado de indumentaria después de la visita de Mackenzie. ¿Acaso había llegado el momento del duelo, sobre todo en ese día tan feliz que marcaba para el César un éxito diplomático en su carrera y el regreso a la vieja y amada patria? ¿Un duelo aunque fuera a golpes y que este salvaje le deshiciera el rostro, rescatado de mil batallas sin una sola cicatriz, con un puñetazo que, sin duda, derribaría a un gorila enfurecido?—

Raterou

—le

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