Mi querida Kitty
aannaacllaauuTutorial4 de Septiembre de 2011
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Miércoles, 23 de febrero de 1944
Mi querida Kitty:
Desde ayer hace un tiempo maravilloso fuera y me siento como nueva. Mis escritos, que son lo más preciado que poseo, van viento en popa. Casi todas las mañanas subo al desván para purifi¬car el aire viciado de la habitación que llevo en los pulmones. Cuando subí al desván esta mañana, estaba Peter allí, ordenando cosas. Acabó rápido y vino adonde yo estaba, sentada en el suelo, en mi rincón favorito. Los dos miramos el cielo azul, el castaño sin hojas con sus ramas llenas de gotitas resplandecientes, las ga¬viotas y demás pájaros que al volar por encima de nuestras cabezas parecían de plata, y todo esto nos conmovió y nos sobrecogió tanto que no podíamos hablar. Peter estaba de pie, con la cabeza apoyada contra un grueso travesaño, y yo seguía sentada. Respira¬mos el aire, miramos hacia fuera y sentimos que era algo que no había que interrumpir con palabras. Nos quedamos mirando hacia fuera un buen rato, y cuando se puso a cortar leña, tuve la certeza de que era un buen tipo. Subió la escalera de la buhardilla, yo lo seguí, y durante el cuarto de hora que estuvo cortando leña no di- y jimos palabra. Desde el lugar donde me había instalado me puse a observarlo, viendo cómo se esmeraba visiblemente para cortar bien la leña y mostrarme su fuerza. Pero también me asomé a la ventana abierta, y pude ver gran parte de Amsterdam, y por en¬cima de los tejados hasta el horizonte, que era de un color celeste tan claro que no se distinguía bien su línea.
-Mientras exista este sol y este cielo tan despejado, y pueda yo verlo -pensé-, no podré estar triste.
Para todo el que tiene miedo, está solo o se siente desdichado, el mejor remedio es salir al aire libre, a algún sitio en donde poder y estar totalmente solo, solo con el cielo, con la Naturaleza y con Dios. Porque sólo entonces, sólo así se siente que todo es como debe ser y que Dios quiere que los hombres sean felices en la hu¬milde pero hermosa Naturaleza.
Mientras todo esto exista, y creo que existirá siempre, sé que toda pena tiene consuelo, en cualquier circunstancia que sea. Y estoy convencida de que la naturaleza es capaz de paliar muchas cosas terribles, pese a todo el horror.
¡Ay!, quizá ya no falte tanto para poder compartir este sentímiento de felicidad avasallante con alguien que se tome las cosas de la misma manera que yo.
Tu Ana
P. D. Pensamientos: A Peter.
Echamos de menos muchas, muchísimas cosas aquí, desde hace mucho tiempo, y yo las echo de menos igual que tú. No pienses que estoy hablando de cosas exteriores, porque en ese sentido aquí realmente no nos falta nada. No, me refiero a las cosas inte¬riores. Yo, como tú, ansío tener un poco de aire y de libertad, pero creo que nos han dado compensación de sobra por estas ca¬rencias. Quiero decir, compensación por dentro. Esta mañana, cuando estaba asomada a la ventana mirando hacia afuera, mi¬rando en realidad fija y profundamente a Dios y a la Naturaleza, me sentí dichosa, únicamente dichosa. Y, Peter, mientras uno siga teniendo esa dicha interior, esa dicha por la Naturaleza, por la sa¬lud y por tantas otras cosas; mientras uno lleve eso dentro, siem-pre volverá a ser feliz.
La riqueza, la fama, todo se puede perder, pero la dicha en el corazón a lo sumo puede velarse, y siempre, mientras vivas, vol¬verá a hacerte feliz.
Inténtalo tú también, alguna vez que te sientas solo y desdi¬chado o triste y estés en la buhardilla cuando haga un tiempo tan hermoso. No mires las casas y los tejados, sino al cielo. Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz.
Domingo, 27 de febrero de 1944
Mi querida Kitty:
Desde la primera hora de la mañana hasta la última hora de la noche no hago más que pensar en Peter. Me duermo viendo su imagen, sueño con él y me despierto con su cara aún mirándome.
Se me hace que Peter y yo en realidad no somos tan distintos como parece por fuera, y te explicaré por qué: a los dos nos hace falta una madre. La suya es demasiado superficial, le gusta coque¬tear y no se interesa mucho por los pensamientos de Peter. La mía sí se ocupa mucho de mí, pero no tiene tacto, ni sensibilidad, ni comprensión de madre.
Peter y yo luchamos ambos con nuestro interior, los dos aún somos algo inseguros, y en realidad demasiado tiernos y frágiles por dentro como para que nos traten con mano tan dura. Por eso a veces quisiera escaparme, o esconder lo que llevo dentro. Me pongo a hacer ruido, con las cacerolas y con el agua por ejemplo, para que todos me quieran perder de vista. Peter, sin embargo, se encierra en su habitación y casi no habla, no hace nada de ruido y se pone a soñar, ocultándose en su timidez.
Pero, ¿cómo y cuándo llegaremos a encontrarnos?
No sé hasta cuándo mi mente podrá controlar este deseo.
Tu Ana M. Frank
Lunes, 28 de febrero de 1944
Mi querida Kitty:
Esto se está convirtiendo en una pesadilla, tanto de noche como de día. Le veo casi a todas horas y no puedo acercarme a él, tengo que disimular mis sentimientos y mostrarme alegre, mientras que dentro de mí todo es desesperación.
Peter Schiff y Peter Van Daan se han fundido en un único Peter, que es bueno y bondadoso y a quien quiero con toda mi alma. Mamá está imposible conmigo; papá me trata bien, lo que resulta difícil, y Margot resulta aún más difícil, ya que pretende que ponga cara de agrado mientras que lo que yo quiero es que me de¬jen en paz.
Peter no subió a estar conmigo en el desván; se fue directa¬mente a la buhardilla y se puso a martillear. Cada golpe que pe¬gaba hacía que mis ánimos se desmoronaran poco a poco, y me sentí aún más triste. Y a los lejos se oía un carillón que tocaba «¿Arriba corazones!»
Soy una sentimental, ya lo sé. Soy una desesperanzada y una in¬sensata, también lo sé.
¡Ay de mí!
Tu Ana M. Frank
Miércoles, 1º de marzo de 1944
Querida Kitty:
Mis propias tribulaciones han pasado a un segundo plano por¬que... ¡han entrado ladrones! Ya estarás aburrida de mis historias de ladrones, pero ¿qué culpa tengo yo de que a los señores ladro¬nes les dé tanto gusto honrar a Gies & Cía. con su visita? Esta vez, el asunto fue más complicado que la vez anterior, en julio del año pasado.
Anoche, cuando el señor Van Daan dejó a las siete y media el despacho de Kugler como de costumbre, vio que la puerta de vi¬drio y la del despacho estaban abiertas, lo que le sorprendió. Si-guió andando y se fue sorprendiendo cada vez más, al ver que también estaban abiertas las puertas del cuartito intermedio y que en la oficina principal había un tremendo desorden.
-Por aquí ha pasado un ladrón -se le pasó por la cabeza.
Para estar seguro al respecto, bajó las escaleras, fue hasta la puerta de entrada y palpó la cerradura: todo estaba cerrado.
-Entonces, los desordenados deben de haber sido Bep y Peter -supuso. Se quedó un rato en el despacho de Kugler, apagó la luz, subió al piso de arriba y no se preocupó demasiado por las puertas abiertas y el desorden que había en la oficina principal.
Pero esta mañana temprano, Peter llamó a la puerta de nuestra habitación y nos contó la no tan agradable noticia de que la puerta de entrada estaba abierta de par en par y de que del armario empo¬trado habían desaparecido el proyector y el maletín nuevo de Kugler. Le ordenaron a Peter que cerrara la puerta; Van Daan relató sus experiencias de la velada anterior y a nosotros nos entró una gran intranquilidad.
La única explicación posible para toda esta historia es que el la¬drón debe tener una copia de la llave de la puerta, porque la cerra¬dura no había sido forzada en lo más mínimo. Debe de haber en¬trado al edificio al final de la tarde. Cerró la puerta tras de sí, Van Daan lo interrumpió, el ladrón se escondió hasta que Van Daan se fue, y luego se escapó llevándose el botín y dejando la puerta abierta, con las prisas.
¿Quién puede tener la llave de la puerta? ¿Por qué el ladrón no fue al almacén? ¿Acaso el ladrón será uno de nuestros propios mozos del almacén, y no nos delatará, ahora que seguramente ha oído y quizás hasta visto a Van Daan? Estamos todos muy asusta¬dos, porque no sabemos si al susodicho se le ocurrirá abrir otra vez la puerta. ¿O acaso se habrá asustado él de que hubiera un hombre dando vueltas por aquí?
Tu Ana
P. D. Si acaso pudieras recomendarnos un buen detective, te lo agradeceríamos mucho. Naturalmente, se requiere discreción ab¬soluta en materia de escondites.
Jueves, 2 de marzo de 1944
Querida Kitty:
Margot y yo hemos estado hoy juntas en el desván, pero con ella no puedo disfrutar tanto como me había imaginado que dis¬frutaría con Peter (u otro chico). Sé que siente lo mismo que yo con respecto a la mayoría de las cosas.
Cuando estábamos fregando los platos, Bep empezó a hablar con mamá y con la señora Van Daan sobre su melancolía. ¿En qué la pueden ayudar aquellas dos? Particularmente mamá, siempre tan diplomática, hace que una salga de Guatemala y entre en Guatepeor. ¿Sabes qué le aconsejó? ¡Que pensara en toda la gente que sufre en este mundo! ¿De qué te puede servir pensar en la miseria de los demás cuanto tú misma te sientes miserable? Eso mismo fue lo que les dije. La respuesta, como te podrás imaginar, fue que yo no podía opinar sobre estas cosas.
¡Qué idiotas y estúpidos son los mayores! Como si Peter, Margot, Bep y yo no sintiéramos todos
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