RESEÑA DE LA PELICULA: "LA DANZA DE LA REALIDAD" 4 De 5 ESTRELLAS

Alejando Jodorowsky es sin duda alguna una de las más interesantes figuras en el mundo del arte en los últimos 40 años. Sus conferencias, libros metafísicos y consultas “psicomágicas” tienen una seductora atracción para muchas personas con predisposición a recibirlas, y mediante sus películas como El Topo, La Montaña Sagrada y Santa Sangre (todas un éxito en el circuito artístico del cine “underground”), perfectamente engloban la idea de la película como obra de arte, más que como objeto vendible al sistema hollywoodense de los estudios. La primera vez que escuche hablar de Alejandro Jodorowsky fue cuando yo tenía 22 años a través de mis clases de ilustración, pues el maestro que impartía las clases me refirió con su cine para entender la importancia de usar símbolos y arquetipos en las obras. Y es precisamente lo que el trabajo de Jodorowsky es: joyas en bruto de obras elaboradas como pinturas abstractas de ricos brochazos, libres de una aparente ilación y muy supeditada a la interpretación personal del observador. Muchas veces estas interpretaciones son como lo que el psiquiatra te muestra a través de manchas tipo “Rosharch” donde vemos lo que queremos ver: nada más ni nada menos que nuestras propias proyecciones de nuestro psique interior. A través de su trabajo, Jodorowsky ha acuñado un término muy interesante donde señala la importancia del arte que “sana”. El menciona que si un tipo de arte no sirve para sanar, entonces no es arte.

Y es precisamente como llega a nosotros esta película, “La Danza de la Realidad”, como un acto sanador muy personal por parte del director para reivindicar su tumultuosa relación con su difunto padre. Digo por fin porque han pasado 23 años desde la última película de Jodorowsky y esta vez nos habla, no de extraños impulsos de madres “controladoras” o aventuras metafísicas del oeste, no, Alejandro nos muestra su desnudez en forma de un autoretrato familiar, y nos comunica la relación de amor/odio que puede haber entre un padre y su hijo.

La película empieza y se sitúa en un pequeño pueblo de Chile llamado Tocopilla donde Alejandro nació. Aquí somos testigos de cómo el pequeño Alejandro, interpretado magistralmente por el actor Jeremias Herskovits, llevo una niñez infeliz y poco común, inadaptado a su rígida escena familiar. Su padre Jaime, interpretado por Brontis Jodorowsky (hijo del propio Jodorwosky), es un simpatizante Stalinista, y mantiene un régimen casi militar y muy tenso en casa y en el negocio familiar. Sara, su madre, interpretada por la actriz Pamela Flores es una cariñosa mujer con una curiosa particularidad, ella habla y proyecta su diálogo en forma de un canto de Soprano, esto, se me figura, para enfatizar la esclavitud del yugo del esposo y como una persona como ella necesita un escape para su propia expresión.

El desarrollo del primer acto de la película está

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