Yo, la peor de todas.
Nuwanda8315Ensayo23 de Abril de 2018
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Yo, la peor de todas.
La película se inicia cuando México, la Nueva España, estaba controlada por la corona española en conjunción con la iglesia católica. La película, basa en la obra Sor Juana o Las trampas de la fe de Octavio Paz, narra la historia de Sor Juana, no solo una monja diferente, sino una mujer única, inteligente, rebelde, una persona con unas ambiciones visionarias tanto para su tiempo como para su condición de mujer. En un mundo absolutamente masculino, Sor Juana, rechaza la idea del matrimonio, para sumergirse en el refugio religioso que le permitirá cultivar su conocimiento, su talento para la poesía y su pasión por las ciencias. Tras los muros del convento que la amparaba, Sor Juana, cuenta con la protección del virrey y de su esposa, María Luisa, bajo este marco la autoridad eclesiástica no podía hacer otra cosa que tolerar que una mujer escribiera y estudiase. Sor Juana desarrolla con la virreina, María Luisa, una relación que traspasa las fronteras de la amistad, un delicado pero intenso vínculo, camuflado tras unos célibes votos y unos nobles compromisos. Sin embargo, cuando la protección de la corona llega a su fin, la máxima autoridad de la iglesia católica, el arzobispo Aguilar, se cuidará de que se cumplan todas las órdenes de la Inquisición de la Nueva España, despojando a Sor Juana de todo aquello que fomentase su estudio, su lectura, o sus aspiraciones de escribir poemas. En un mundo dominado no solo por hombres, sino por los más fanáticos miembros de la iglesia, era intolerable que una mujer destacase por su inteligencia, o por su talento para las letras; además era absolutamente inaceptable que una religiosa se planteara si quiera pensar en su sexualidad y mucho menos con otra mujer. La envidia apretaría el gatillo, de lo que sería la injusta ejecución del visionario talento de quien tiene una mete adelanta a su tiempo. El detonante del declive es sin duda un ensayo que escribe Sor Juana del teólogo portugués Antonio de Vieira, la figura religiosa preferida del arzobispo. En su ensayo, Sor Juana, cuestiona las interpretaciones del portugués, ofendiendo al ya iracundo arzobispo entre otras cosas por tratarse de las objeciones de una mujer. Tras la muerte de algunos seres queridos, Sor Juana se ve física y espiritualmente muy desgastada, murió, no sin antes dejar su huella en el mundo. Conservamos de ella lo que la propia Sor Juana más admiraba de sí misma, su intelecto, su poesía, y sus innovadoras ideas.
A lo largo de toda la película predominan principalmente dos temas: el extendido machismo del momento, y la corrupción entre las personas que ostentaban el poder. Una mente brillante, una persona visionaria, una mujer con una sexualidad abierta y adelantada a tu tiempo y a su condición, una religiosa única, y un talento escaso en la época. ¿Con cuántas de las más maravillosas cualidades humanas somos capaces de arrasar ciegos de prejuicios? Un ser humano absolutamente singular, como el que era Sor Juana, empañado por los representantes de una religión que la asfixiaron hasta que no quedó nada de su luminosidad.
Supone una tristeza aún mayor darse cuenta que muchos de los prejuicios que se llevaron por delante el talento de Sor Juana no están tan erradicados incluso en el siglo en el que vivimos. Cada día, casi cada segundo, un ser humano deja escapar una idea de su cabeza, porque nos anulan como identidad, no nos dan los recursos, o directamente nos roban el resultado de nuestro esfuerzo. Vivimos en un mundo y en una era, en la que tristemente el talento es castigado constantemente si se quiere invertir en fines positivos.
Si te sales del tiesto te mutilan, si te quedas dentro de él tu identidad se ve anulada, si consigues salirte tu identidad se verá prostituida al mejor postor. Con semejante panorama es una apuesta arriesgada alzar la cabeza más de la cuenta. En los tiempos de la conquista era el machismo y los religiosos fanáticos, ¿qué sucede ahora? ¿Por qué evolucionamos a semejantes niveles en tantas cosas pero seguimos teniendo ambiciones propias del siglo XVII? Si es que pudieran llamarse ambiciones.
El transcurso inexorable de las generaciones nos hace creer que evolucionamos y que a nuestra evolución le acompaña un legítimo crecimiento como personas, sin embargo la realidad es otra. Estamos viviendo en un extraordinario desarrollo tecnológico mientras una profunda crisis de valores arraiga en nuestra mente. La infinidad de entretenimientos electrónicos que tan fácilmente tenemos a nuestro alcance, no son otra cosa que el molde que nos manipula según sus formas. No hay lugar para el talento en este progreso. Si lo que sale de tu mente no puedo comprarse o utilizarse vilmente no tiene cabida. La clase de talento necesario, la ambición que nos empujaría a dejar el mundo mejor de lo que nos lo encontramos, no interesa, y se extirpa al más mínimo avistamiento.
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