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Colombia. Haz Resistido. Sigue Resistiendo


Enviado por   •  27 de Agosto de 2014  •  1.639 Palabras (7 Páginas)  •  196 Visitas

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“Tarde o temprano lo que era guerra aprenderá a ser diálogo, lo que era violencia aprenderá a ser exigencia y reclamo, lo que era silencio podrá convertirse en relato”. Pa’ que se acabe la vaina de William Ospina

El reconocimiento que tantas veces se negó desde el poder a los derechos fundamentales, a la legitimidad y a la dignidad de un pueblo, ha venido siendo asumido sin pedirles permiso. Ha ido creciendo en Colombia una escuela democrática y radicalmente pacífica. Una nueva ciudadanía como resultado de distintos procesos admirables, y por fin unas multitudes que se reconocen como sujetos plenos de derechos irrenunciables. No es tanto la defensa de intereses grupales, sino la conciencia colectiva de que sólo es viable un proyecto de nación que reconozca la dignidad y la importancia de cada individuo.

A lo largo de las 237 páginas del ensayista y escritor colombiano William Ospina, me he fijado en muchos temas de los cuales representan la historia del país. Vemos acontecimientos de la literatura, la cultura, y la historia política y social, que es interpretada de una manera familiar y personal. Es de mi interés enfocarme en elementos para la comprensión de la actual sociedad de Colombia mencionando sus problemas culturales.

Colombia es un país que aún no tiene la capacidad de entender que tiene una importancia legítima y natural de pertenencia a sí misma. Lo que quiero dar a entender con lo anterior es que se ha inculcado una interpretación católica de “limpieza social”, un diccionario republicano imitado de la Revolución Francesa para darnos la definición de cultura. La definición de una “cultura admirable”, la cual no existe porque cada cultura es innatamente singular y pura. A través de la historia colombiana ya se hable de la política, la economía, la sociedad o el arte, se explica cómo y de donde vinieron los problemas que retan hoy en día el país y la idiosincrasia de sus habitantes. Para llegar a la legitimidad en una cultura o en una sociedad no es necesario que todo el mundo sea sumergido a la ley o que sea camuflada por ella. Se necesita de algo más profundo y personal: que la comunidad de nuestra sociedad colombiana sienta que la ley tenga origen de ella misma, que demuestre su consentimiento y sobre todo asegure sus derechos.

Desde el comienzo, desde la conquista y la colonización nos han enseñado a desvalorizar nuestra raza y por ende nuestra cultura. (…) “aquí trajeron un catolicismo para indios y para esclavos, no para cristianos que se consideraran iguales” (Ospina, 2013 p.18). Intentaron exterminar día tras día las creencias nacidas en nuestro territorio, haciéndonos pensar que éramos menos que un español, pero mejor que un negro y un indígena. De ese principio nace la idiosincrasia en Colombia. ¿Cómo es posible querernos a nosotros mismos si crecimos en el odio por los indígenas y los negros? Esas razas son nuestro origen, venimos de ellas y somos parte de ellas. ¿Y cómo esperaban que esos indios y negros practicaran catolicismo, cuando se consideraban ciudadanos de segunda categoría y se encontraban con el maltrato y la discriminación de esa misa entidad? Siendo Colombia el país más mestizo de Latinoamérica se discriminaban los matrimonios y los hijos de razas “no bendecidas” por la Iglesia y por ende gran parte de la sociedad. Se suponía que Colombia se consideraba un país católico, blanco de procedencia europea y que como ciudadanos teníamos el deber de hablar una lengua de “pureza”. Después de siglos de repeticiones, donde una cultura, un pueblo y un territorio fueron borrados por poderes arrogantes, una realidad enorme se estaba emergiendo, un pueblo desconocido estaba tratando de incluir su propia existencia en su tierra. Un territorio, una cultura y una sociedad trataban desesperadamente brotar a la luz.

“Cuando Jorge Isaacs, a finales del siglo XIX, hizo un libro sobre las lenguas y los mitos de los pueblos indígenas del Bajos Magdalena, el propio presidente de la república, Miguel Antonio Caro, prohibió su publicación, porque el escritor estaba defendiendo el valor de unas leguas y unas costumbres que el gobierno ya había decidido eliminar, sujetando a las comunidades indígenas al poder disolvente de las misiones religiosas”. (Ospina, 2013 p.30) Ospina demuestra que fue una causa perdida tratar de inculcarle a nuestra comunidad música, danzas y literatura de nuestra cultura de origen, la cultura que desde la Conquista nos fue arrebatada y enterrada. Los que controlaban el país determinaban a los indígenas “salvajes”, y partían de una idiosincrasia que esa comunidad era inferior. Por esa misma forma de pensar, las élites no pudieron comprender que el respeto por la creatividad y diversidad cultural era la manera para construir una sociedad respetable.

El esfuerzo por hacer invisible a una cultura, la música, las danzas, el arte, la poesía, hacia parte de una trasformación más completa. El ardor y el empeño para hacer completamente invisible a una cultura y a un pueblo es un proceso de enseñanza que viene de un paradigma que solamente representa “el canon social”, como explica Ospina. De igual forma Colombia siempre ha tratado de esconder gran parte de ella misma cuando

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