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Competitividad Jonathan Heath en HSBC México


Enviado por   •  31 de Mayo de 2019  •  Documentos de Investigación  •  918 Palabras (4 Páginas)  •  84 Visitas

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Competitividad

Jonathan Heath en HSBC México

  • Ésta es la versión de la página:
     obtenida el 29 Dic 2007 19:39:12 GMT

18.01.2006

Hoy arrancan de manera formal las campañas proselitistas de los candidatos a la presidencia de la República, en las cuales seguramente, todos prometerán más crecimiento económico. El problema está en el cómo.

México fue reconocido como un país de mucho potencial, luego de crecer a una tasa promedio mayor a 6 por ciento por cuatro décadas. Sin embargo, el sobreendeudamiento y los desequilibrios macroeconómicos acabaron con el modelo en 1982. Ahora llevamos casi tres décadas sin encontrar de nuevo la fórmula. El PIB creció de 1941 a 1981 fue 6.3 por ciento en promedio, mientras que de 1982 a 2005 fue 2.3 por ciento.

Los años ochenta fueron un verdadero desastre. Entre 1982 y 1988, el país creció 0.2 por ciento por año y la inflación promedio fue 88.4 por ciento. Sufrimos múltiples devaluaciones y una merma tremenda en el poder adquisitivo. En aquel momento, la conclusión era que si queríamos volver a crecer, necesitaríamos estabilidad macroeconómica.

La senda de la estabilidad se inició en los noventa con las reformas de Salinas. Aunque el esfuerzo se vio interrumpido con la crisis de 1995, Zedillo entregó el país con una inflación de un solo dígito y una economía que crecía alrededor de 7 por ciento. La tasa promedio de crecimiento entre 1996 y 2000 fue 5.5 por ciento, a pesar de que el precio del petróleo llegó a su punto mínimo en 1998 y sufrimos los embates de las crisis de Tailandia, Rusia y Brasil. Todo apuntaba a que lo único que tenía que hacer el nuevo presidente era consolidar la estabilidad macroeconómica y tendríamos una economía con crecimiento sostenido.

Fox entendía que una política económica sana era clave para la estabilidad macroeconómica. En estos cinco años, la inflación bajó de 9.0 a 3.3 por ciento, el déficit fiscal se redujo año con año, la balanza de pagos muestra condiciones casi óptimas, las reservas internacionales han aumentado bastante, las relaciones de deuda externa han disminuido significativamente y nuestra calificación de riesgo-país refleja una mejoría indiscutible. Sin embargo, el crecimiento promedio del sexenio no llega ni siquiera a 2 por ciento.

¿Qué tenemos que hacer para crecer? Sin lugar a dudas, la estabilidad crea un ambiente propicio para generar crecimiento, pero no crea per se mayor actividad económica. Para crecer, necesitamos ser mucho más competitivos, especialmente en un mundo cada vez más globalizado. Múltiples estudios señalan que es la clave, más que cualquier otro factor. Por ejemplo, un estudio de Michael Porter de la Universidad de Harvard, concluye que las condiciones de competitividad de las empresas (business competitiveness) explican 83 por ciento de las variaciones en el PIB per cápita de un país a otro.

Lo primero que se necesita es crear un ambiente propicio para que las empresas puedan desarrollarse en un ambiente competitivo. Esto no solamente incluye la estabilidad macroeconómica, sino también un sistema legal funcional y eficiente, en el cual no solamente existan instituciones democráticas estables, sino también el pleno respeto a las leyes y derechos de propiedad bien establecidos. Las diferencias básicas entre las economías desarrolladas y las emergentes radican principalmente en esta área: en los países más atrasados simplemente no existen instituciones jurídicas sólidas. En cambio, los desarrollados ya tienen las políticas macroeconómicas adecuadas y las bases jurídicas necesarias. Esto les permite concentrarse en las reformas microeconómicas, que son la base para crear una mejora continua en la productividad de las empresas.

Nosotros no tenemos los derechos de propiedad bien definidos. Mejores ejemplos no podríamos encontrar que el de los ingenios azucareros, el caso del aeropuerto en Texcoco y la propiedad de la Cooperativa Pascual. Tampoco tenemos mucho respeto por el estado de derecho y nuestra procuración de justicia es extremadamente pobre. Aquí ni siquiera necesitamos buscar ejemplos, ya que es demasiado obvio.

Lo segundo que se necesita es crear conciencia de que debemos realizar mejoras microeconómicas permanentemente. Un ambiente político, legal y social estable, eficiente y funcional, dará el potencial para mejorar el bienestar del país, pero al final de cuentas la riqueza se tiene que crear al nivel microeconómico, es decir, en las mismas empresas. Esto se hace a través de una mejoría continua en la habilidad de la empresa para crear bienes y servicios de valor con métodos eficientes. En otras palabras, a través de incrementos incesantes en la productividad.

Existe la mala concepción de que la competitividad es un juego de suma cero, es decir, si un país mejora, otro tiene que salir perdiendo. Por ejemplo, las ganancias recientes de China son una perdida para México. Sin embargo, no es así. Todos los países pueden mejorar su productividad y ofrecer un nivel de vida más elevado a sus habitantes. El comercio exterior es un juego de ganar-ganar. También existe el mito de que salarios más bajos o una devaluación hacen a un país más competitivo. Sin embargo, salarios bajos reflejan una falta de competitividad. Exportaciones que provienen de salarios más bajos o una moneda devaluada, no conllevan un mejor nivel de vida.

Michael Porter (y otros) han dedicado su vida a investigar qué se necesita y cómo se puede mejorar la productividad de las empresas y de los países. Entre las conclusiones principales, se ha encontrado que prácticamente todo importa para la competitividad. Por lo mismo, se tiene que trabajar en múltiples frentes al mismo tiempo y todo el tiempo. Lo que sí no se puede, es hacer poco o nada.

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