EL IMPACTO DE LA RECESIÓN ECONÓMICA DE ESTADOS UNIDOS EN MÉXICO
darkgalion16 de Septiembre de 2013
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El enorme grado de dependencia económica de México con respecto a Estados Unidos es un indicador alarmante de que el destino de nuestro país se encuentra ligado al de la nación vecina más allá de lo deseable.
La recesión económica en aquella nación sin duda alguna impactará a los migrantes en general, pero principalmente a los mexicanos, y lógicamente habrá más presión para la economía mexicana, en particular en la zona fronteriza.
Estas repercusiones deben ser abordadas cuando menos desde dos perspectivas diferentes: la de quienes viven y laboran en aquella nación y sus familiares, tanto los que residen allá como los que están en nuestro país, y la de aquellos que habitan en México.
Con relación a los connacionales que viven en la Unión Americana, documentados o indocumentados, parece haber pocas dudas de que deberán hacer frente a diversos desafíos debido a la desaceleración económica y la consiguiente disminución de la producción en aquella nación.
Por lo que toca a los impactos que la incipiente crisis económica en Estados Unidos podría tener en México es preciso distinguir entre dos ámbitos distintos. El primero tiene que ver con un probable “contagio” en nuestro país que repercuta en mayores niveles de desempleo, lo que podría llevar a muchos mexicanos a abandonar sus lugares de origen para buscar mejores condiciones de vida en el norte. Dicha desaceleración podría incrementar el número de emigrantes por el impacto que tendrá en la economía mexicana, más aún si en el país no se generan empleos suficientes y de calidad ni se mejoran los niveles salariales de la población.
De acuerdo con información recientemente publicada por el Banco Mundial, México se ha convertido en el país que más habitantes ha perdido por migración: 11.5 millones de personas (10.7% de la población) en las décadas recientes, quienes se han ido principalmente a Estados Unidos. En los 10 años han salido del país 644 mil 361 mexicanos en promedio cada año.
Por tanto, un incremento en el éxodo de mexicanos probablemente traería aparejado también un mayor número de muertes de connacionales que intenten cruzar la frontera con Estados Unidos. Tan solo durante 2007, 411 mexicanos perdieron la vida en su viaje hacia el norte, apenas 32 menos que en 2005, cuando el número de muertes llegó a 443, la cifra más alta en toda la historia. De 2000 a 2007 se registraron oficialmente un total de 2 mil 844 decesos.
El segundo ámbito de repercusiones que la recesión en Estados Unidos traerá a nuestro país está relacionado con los impactos que ésta podría provocar a las familias de los migrantes mexicanos, quienes dependen en gran medida de las remesas familiares que son enviadas desde el norte por los trabajadores mexicanos.
Las remesas familiares son un pilar de la economía mexicana. Dichos recursos enviados por nuestros connacionales han tenido un impacto positivo al estimular el consumo y acrecentar el ahorro nacional. No obstante, al mismo tiempo han creado una peligrosa dependencia y han aumentado vulnerabilidad económica de México. Se calcula que para 2007 fueron enviados un total de 24 mil millones de dólares a familias mexicanas desde Estados Unidos.
Otros motivos para temer consecuencias negativas para nuestro país están relacionados con que nuestro Producto Interno Bruto (PIB) depende en un 25% de las exportaciones al vecino país del norte y por el temor de que disminuya la inversión estadounidense en México.
Adicionalmente a lo anterior, la recesión económica estadounidense podría agravar las políticas gubernamentales instrumentadas por Washington para el control de la migración ilegal, que se basan en un enfoque policiaco y represivo que presenta al migrante como un delincuente. Esto podría llevar a mayores muestras de repudio a los mexicanos por parte de aquellos sectores de la población de ese país que tienden a verlos como parte del problema, y que no reconocen la invaluable aportación que durante años han hecho a la economía y la cultura estadounidense. Tan sólo en lo que va de este año, el número de detenciones y deportaciones se ha duplicado con respecto al mismo periodo de 2007.
En resumen, la situación económica y social de México podría agudizarse con la recesión estadounidense, ya que hasta el momento no existe otra válvula de escape, como la que por décadas ha representado la migración de trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos, aunado a que habrá una reducción drástica en el envío de remesas. De hecho, la economía nacional se mantiene a flote, en buena medida, gracias a la aportación de las remesas de los migrantes mexicanos a sus familias. Sin embargo, y ante el previsible agravamiento de la situación económica estadounidense, es de prever una disminución en los envíos de dinero a nuestro país.
El panorama expuesto resulta tanto más grave si se toma en cuenta que el gobierno federal poco o nada ha hecho para proteger a los migrantes mexicanos en Estados Unidos; por el contrario, la indolencia gobernante, en conjunción con la de las pasadas administraciones, ha acabado por colocarlos en un callejón sin salida: regresar al país y afrontar las inveteradas carencias, el desempleo y la falta de oportunidades, o permanecer en territorio estadounidense y enfrentar un panorama similar, agravado además por la persecución y la discriminación.
Signos de desaceleración en la economía estadounidense
Se considera que la recesión es un periodo de crecimiento negativo del Producto Interno Bruto de una economía de duración igual o superior a un año. La Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (National Bureau of Economic Research) de Estados Unidos, considera como recesión cualquier decrecimiento continuado de la actividad económica por dos o más trimestres consecutivos. También se puede considerar que la recesión no es cuando decae el PIB, sino cuando decae la tasa de crecimiento del mismo. O sea puede que aumentemos el PIB y estemos en recesión, si el aumento del PIB es notablemente inferior al que estábamos realizando en los últimos tiempos.
Desde finales de 2007 y con el comienzo de 2008, diversos signos económicos de la principal economía del mundo señalan que ha iniciado un periodo de recesión.
Cuando Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal estadounidense (Fed), expresó hace menos de un año sus temores de que la economía estadounidense entraría en recesión, se vivió un efecto inmediato en las bolsas de diversos países.
Pero la recuperación fue rápida. Las bolsas se recuperaron y el Dow Jones superó sucesivamente las barreras de los 13,000 y de los 14,000 puntos.
Sin embargo, menos de un año después, en la economía de Estados Unidos aparecen señales que confirman aquellas sospechas, ahora con el petróleo a más de cien dólares por barril, en una escalada estimulada por la debilidad del dólar y el anuncio de una fuerte reducción de las reservas de crudo en Estados Unidos.
En diciembre, la actividad industrial en aquella nación retrocedió por primera vez en los últimos diez meses, encendiendo otra luz roja de advertencia sobre el peligro de una recesión.
El índice ISM (que mide la actividad industrial en Estados Unidos) marcó 47.7% contra 50.8% en noviembre, según la asociación nacional de directores de compras de las empresas del sector, cuando los analistas habían previsto un 50.5%. Un nivel inferior a 50% refleja una caída de la actividad industrial.
La recesión se hizo más evidente en la primera quincena de enero, con enormes depreciaciones anunciadas por bancos neoyorquinos sacudidos por la crisis inmobiliaria, y un desplome en las bolsas mundiales, mientras el gobierno anuncia medidas para intentar sortear la crisis.
Los síntomas cada día son más evidentes. Las recesiones no tienen una aparición gradual. Se notan por una discontinuidad en el mercado, y es justamente lo que ha sucedido en un tiempo muy corto las últimas semanas.
Citigroup, el principal banco estadounidense por activos, anunció la pérdida de 10 mil millones de dólares en el cuarto trimestre de 2007, el doble de lo esperado por los mercados. La principal razón de las pérdidas es que tuvo que devaluar su cartera de activos en 18 mil 100 millones de dólares, a fin de reflejar la desvalorización de sus créditos hipotecarios, concedidos a familias de escasa solvencia financiera.
El anuncio dio comienzo a un derrumbe bursátil que se notó en México, cuando en una sola jornada de la Bolsa Mexicana de Valores se perdió el equivalente a las ganancias de todo un año.
Las pérdidas del Citigroup fueron acentuadas por un aumento de 3 mil 300 millones de dólares por previsiones para créditos dudosos concedidos para consumo, un sector en el que ha aumentado la insolvencia debido a que, al igual que en México, las carteras de crédito al consumo se han abierto de manera indiscriminada.
Merrill Lynch -otro de los grandes bancos estadounidenses- anunció pérdidas por 7 mil 800 millones de dólares en 2007. Sólo en el cuarto trimestre, en el que se concentraron las mayores pérdidas, el banco perdió 9 mil 800 millones. Este banco contabilizó depreciaciones de activos inmobiliarios por valor de 11 mil 500 millones de dólares en el cuarto trimestre, después de los 7 mil 900 millones del tercer trimestre y aumentó sus provisiones para créditos dudosos, llevando el esfuerzo total del trimestre a 14 mil 600 millones de dólares.
Estos anuncios llevaron a sucesivas caídas en picada de las bolsas asiáticas, latinoamericanas, europeas y estadounidenses, que sólo respiraron un poco ante la expectativa de un plan del gobierno de Estados Unidos para reanimar
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