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ESTUDIOS DE LOS TRATADOS DE LIBRE COMERCIO


Enviado por   •  11 de Junio de 2017  •  Trabajos  •  4.849 Palabras (20 Páginas)  •  316 Visitas

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INSTITUTO TECNOLÓGICO

                                                 Superior de Apatzingán

LOGISTICA INTERNACIONAL

“ESTUDIOS DE LOS TRATADOS DE LIBRE COMERCIO”

ALUMNOS:
Escamilla Gutiérrez María del Socorro
Guerrero Vargas Salvador

Hernández Ochoa Jesús

Huerta Gerónimo Miriam Estefanía

Vargas Villalobos Joseph Michell

Verduzco Contreras Vanessa

CARRERA:

Ingeniería Industrial

Docente:

 Ing. Davis Alberto Villa Hernández

Apatzingán, Mich. A 30 de Mayo de 2017

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo de investigación consiste en conocer los principales tratados comerciales que ha realizado con la finalidad de aumentar las inversiones extranjeras y diversificar su economía.

Entre los principales resultados obtenidos se tiene que México ha venido incrementando su red de tratados y acuerdos comerciales con diversos países, mercados y consumidores para un mejor desarrollo de su economía. Actualmente posee 27 Acuerdos de protección y promoción recíproca de Inversiones (APPRIs), 11 Tratados de Libre Comercio (TLCs) y 6.

Acuerdos de Complementación Económica (ACEs), con el de objeto de diversificar la capacidad exportadora del país y no depender solo del mercado estadounidense, sin embargo, este ha seguido siendo su principal socio comercial, en virtud de que el 80% de su comercio exterior es con ese País y el petróleo sigue siendo el principal producto a exportar.

Esto debido principalmente por su ubicación geográfica y la mano de obra barata calificada que existe en México. Por otra parte, la Balanza Comercial ha tenido un mejor comportamiento al presentar saldos con superávit. México debe continuar con el proceso de diversificación de su comercio exterior, el cual ya ha empezado y exporta a estos países, utilizando los tratados que ha celebrado, sin embargo, la modificación de la tendencia tardará muchos años en cambiar, pero lo más importante es que el sector externo siga desarrollándose.

Los objetivos del TLC.

Al margen de la retórica que ha acompañado al TLC durante los últimos meses, lo que menos parece discutirse es su propósito original y, sobre todo, su contenido específico. La idea de negociar el Tratado es producto de circunstancias muy concretas originadas por la reforma económica emprendida a mediados de los ochenta: surgió como un complemento para consolidar y, al mismo tiempo, acelerar esa reforma. Para cualquiera que haya analizado los objetivos, la estructura y las características del TLC resulta evidente que se trata de un instrumento que hubiera sido imposible sin la reforma económica y, en todo

caso, habría sido suicida sin ésta. Así pues, el Tratado es un mero complemento de una política mucho más amplia y ambiciosa de transformación y está lejos de ser la esencia de esa estrategia.

La reforma pretende cambiar la manera de producir para poder elevar el número de empleos y su remuneración. Los objetivos generales del Tratado eran muy simples y constituían un complemento de la reforma:

  1. Facilitar el acceso de las exportaciones mexicanas al mercado más grande del mundo, mercado natural de México por razones geográficas;
  2. Diversificar las exportaciones mexicanas, y
  3. Hacer posible el éxito de la reforma económica -y con ello la creación de empleos y el mejoramiento de los niveles de vida- al despolitizarla o, al menos, reducir considerablemente la extrema ideologización que tradicionalmente ha sufrido la política económica.

Sin embargo, a diferencia de la reforma económica, el TLC entraña una fuerte vinculación con el resto del mundo y la posibilidad de romper con las ataduras que han impedido el desarrollo en el pasado. En ese sentido, como en todo parteaguas histórico, lo que el Tratado ofrece es sólo una oportunidad –mas no la certeza- de que México se transforme; es decir, que logre un elevado desarrollo económico, mejore el nivel de vida de la gran mayoría de los mexicanos y cree las condiciones sociales y políticas para que sea viable la democracia. No obstante, que exista la oportunidad no garantiza que se haga realidad; una oportunidad no es más que una mera posibilidad.  Esta distinción es crucial y a ella se abocan las reflexiones de este artículo.

El TLC y el desarrollo

El TLC es un simple instrumento: por sí mismo no es ni bueno ni malo. Se trata de un conjunto de reglas que los tres gobiernos y sus sectores productivos han acordado para eliminar barreras a los flujos comerciales, tecnológicos y financieros. En términos estrictos, lo que se ha hecho es crear la posibilidad de que se aceleren los procesos de interacción e integración económicas en el subcontinente. En ese sentido limitado, el TLC simplemente reconoce el grado cada vez mayor de interacción entre las tres economías (o entre la de Estados Unidos y las de los otros dos países) y elimina los obstáculos a la dinámica de esa tendencia.

El Tratado por sí mismo no va a resolver los problemas de México ni los de sus contrapartes comerciales. Con todo, aún antes de entrar en vigencia fue permitiendo, por un lado, identificar los problemas de la integración y, por otro, corregir las distorsiones generadas por esa integración. Los tres países se enfrentan a severos problemas sociales y de infraestructura, aunque de muy distinta magnitud y naturaleza. El éxito del Tratado dependerá de cómo se administra la integración de las tres economías. Asimismo, el TLC va a acelerar ciertas tendencias, muchas de las cuales son aberrantes.

El verdadero reto consiste en lo que hagan los tres países -en conjunto y por separado- para convertir la oportunidad en realidad y en el camino no sólo evitar, sino erradicar, las tendencias aberrantes que produjo la historia de lo que hasta hace no mucho tiempo se mal llamaba "integración silenciosa". Por décadas se ignoró la creciente integración transfronteriza. Para el gobierno mexicano se trataba de un fenómeno ajeno, inexistente o, mejor dicho, ignorarle.

Para Estados Unidos la única consideración relevante era la de los trabajadores indocumentados: en ocasiones se veía como algo bueno, en otras de mala manera, pero siempre como algo aislado. Nadie administró ni pensó en la necesidad o utilidad de administrar, de forma aislada o en conjunto, el proceso. Para el gobierno mexicano es sintomático el caso de las maquiladoras. El régimen jurídico que dio origen al establecimiento de esa clase de empresas fue una respuesta a la legislación aduanera de Estados Unidos que permitió la exportación de materias primas, partes y componentes y la reimportación de productos terminados, pagando impuestos de importación sobre el valor agregado de los insumas no estadounidenses exclusivamente. En México, sin embargo, la industria maquiladora se consideraba como un mal útil (ni siquiera necesario).

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