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El Mercadeo En Mesoamerica


Enviado por   •  15 de Agosto de 2013  •  2.361 Palabras (10 Páginas)  •  451 Visitas

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Economía y comercio

En tiempo de los mexicas, la base de la economía era mixta y muy compleja, ya que compaginaba la agricultura intensiva con la caza, la pesca y la recolección, actividades a la que se sumaban rico y abundante intercambio comercial, cuya red cubría todo lo ancho y largo del territorio, inclusive fuera de Mesoamérica. Además en México- Tenochtitlán, y en su tiempo a Tlatelolco, arribaban importantes contingentes de objetos y materiales preciosas que pagaban las provincias dominadas a manera de tributo.

Los productos, ya trabajados y transformados en objetos diversos, eran destinados a los mercados, instituciones formales de intercambio; se les conocía como tianguis y se regían por sus propias autoridades y cuerpo de vigilancia; estos gobernantes del mercado dictaban las ordenanzas que debían seguir vendedores y compradores, fungían como jueces en los diversos pleitos y juicios, asimismo, imponían los castigos pertinentes a cada caso.

Desde tiempo antiguo, los pueblos mesoamericanos establecieron importantes rutas de comercio; seguramente también de aquellas épocas ancestrales provenían los gremios de comerciantes, cuya especialización era efectiva en el éxito de las empresas de intercambio. Para los mexicas, toda la actividad se integraba a la “pochtecayotl”, el arte de intercambiar los objetos; los comerciantes se llamaban pochetcas y se integraban en grupos homogéneos, entrelazando sus vínculos entre los distintos pueblos por lazos matrimoniales; tenían sus propios dioses, fiestas y una organización interna que resistió a los cambios por muchos siglos.

Mercado de Tlatelolco

Desde sus orígenes, Tlatelolco se dedico esencialmente al comercio, llamado para ellos el arte de intercambiar como “pochtecayotl”. Los comerciantes o pochtecas constituían una parte importante en la sociedad tlatelolca, y no obstante que se integraban al grupo de los “macehualtin” o comunes, su actividad era muy apreciada por el “tlatoani” y los “pipitlin” –grupo de la nobleza- de tal manera que no solo estaban exentos del trabajo de la tierra, sino que también podían guardar gran parte de los productos de alto valor que traían de sus largas expediciones a tierras lejanas.

En la ciudad de México existió uno de los mercados indígenas más notables de su tiempo; según Hernán Cortes, más de 30.000 nativos se refugiaban diariamente a intercambiar sus productos. El conjunto del mercado se constituía por un gran espacio al aire libre, a manera de patio, rodeado de habitaciones que servían como bodegas. En aquel patio bajo la vigilancia de los gobernantes pochtecas, los vendedores ofrecían varios productos a los compradores, que los adquirían mediante el trueque directo con otros productos. La nobleza utilizaba el cacao, las piezas de cobre y el polvo de oro a manera de moneda comercial.

Durante la decimoquinta veintena del calendario anual se llevaban a cabo las festividades dedicadas al dios Yacatecuhtli, el “señor de la nariz”, quien encabezaba las expediciones y guiaba por los caminos a los pochtecas, que eran gente entregada al ancestral arte de intercambiar y comerciar con los más diversos productos. La deidad era conocida también como Yacapiztoac o Cocochi­metl, y durante las fiestas celebradas en su honor se sacrificaban cuatro esclavos.

Para que la expedición tuviera éxito se escogían cuidadosamente todos y cada uno de los productos que los cargadores llevarían sobre sus es­paldas, en voluminosos bultos que ataban a su cuerpo. Se sabía que algunas de las familias de la región costeña, sobre todo los jóvenes matrimonios que habían sido enviados a formar parte del séquito de los gobernadores impuestos por la corona mexica, estaban ansiosas por utilizar los hermosos recipientes de color rojo con delicados motivos en negro que se producían en la región de Texcoco, y especialmente por poseer copas y platos con la colorida policromía que había hecho famosa a la ciudad de Cholula.

Para mantener el control en el interior del mercado, los tres gobernantes del tianguis cuidaban que todos los puestos estuvieran perfectamente ordenados conforme a los productos que se in ter cambiaban. Por un lado estaban los vendedores de animales, quienes ofrecían xoloizcuintles, o perros de los antiguos mexicanos, conejos, mapaches, ar­madillos, tejones y tortugas; mientras que otros vendían pájaros con plumajes de gran colorido; allí también podían ob­tenerse aves de rapiña, serpientes y carne de venado, siempre presente en los banquetes de la nobleza.

En otra sección del mercado estaban los puestos de comida preparada, donde las diligentes cocineras palmeaban las nutritivas tortillas que acompañaban los guisos de frijoles y chile; ellas ofrecían además tamales y atole, así como ricos tlacoyos rellenos de haba y frijol. Estas rudimentarias fondas satisfacían las necesidades tanto de los vendedores como de la clientela en su cotidiana visita al mercado.

Traídos desde las costas, los pescados eran ofrecidos sobre hojas de palma que los mantenían frescos; conocido es, a través de las crónicas históricas, el gusto que Moctezuma tenía por este tipo de alimento, el cual llegaba diariamente a su mesa.

Los jitomates, la chía, el maíz en grano o en mazorca, los frijoles, las calabazas y, naturalmente, los chiles, se ofrecían a la clientela en puestos especializados en vegetales y legumbres, lo mismo que la fruta, traída principalmente de las tierras calientes, donde el clima era propicio para su crecimiento y maduración.

Había en el mercado gente dedicada al transporte de las mercancías, eran los tamemes o cargadores, quienes realizaban su pesada labor sosteniendo sobre sus espaldas el cargamento, ayudados de cestas y costales.

En este mercado nativo se hallaban también los puestos donde se expendían toda clase de hierbas, animales y diversos polvos, e inclusive rocas, que se utilizaban con fines medicinales; ésta era la sección donde los curanderos mexicas practicaban sus artes terapéuticas. Además, con dichos materiales y sustancias también se realizaban actividades de hechicería.

Había comerciantes especializados en la cerámica, tanto de uso cotidiano —que se distinguía por sus diseños en color negro sobre el barro amarillento, y que adquiría formas diversas para el hogar, como ollas, jarras, jícaras, platos, copas y otros— como de uso suntuario, exclusiva para las mesas de los nobles, destacando los recipientes que procedían de Texcoco, decorados con llamativos dibujos sobre pintura roja muy pulida, y las vasijas policromas de Cholula, de la región tlaxcalteca y del mundo mixteco.

Infinidad de productos formaban el sustento material de la expedición: desde pieles de liebre y sencillos

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