Gasto Publico
david3cruz22 de Marzo de 2013
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ESCUELA DE FINANZAS
Con reconocimiento de Validez Oficial de Estudios
Por la Secretaría de Educación Pública
Con acuerdo 952030 del 22 de Febrero de 1995.
“Detección y aplicación del remanente en el gasto público.”
TESIS
Que para obtener el Título de
Licenciado en Finanzas.
PRESENTA:
CRUZ AVENDAÑO PEDRO DAVID
México, D.F., Noviembre 2011
INDICE
Introducción.
Marco teórico.
Metodología.
Planteamiento del problema.
Objetivos.
Hipótesis.
Alcances y limitaciones.
Justificación del estudio.
Capítulo I. Administración Pública.
1.1. Administración Pública.
1.2. Conceptos y generalidades.
1.3. Poder ejecutivo.
Capítulo II. Definición.
2.1. Definición de Gasto Público.
2.2. Clasificación del Gasto Público.
2.3. Origen “Ley de ingresos”.
2.4. Distribución.
2.4.1. Ramos administrativos.
2.5. Recaudación “Origen de los recursos”.
Capítulo III. Ejercicio del Gasto Público
3.1. Ejercicio de aplicación del Gasto Público.
3.2. Economías, remanentes y otros.
3.2.1. Economías: Definición y situación actual en México.
3.2.2. Remanentes: Definición y situación actual en México.
3.2.3. Ahorros: Definición y situación actual en México.
3.3. Recurso Ocioso.
Capítulo IV. Propuesta de inversión.
4.1. Mercado de capitales.
4.1.1. Definición.
4.1.2. Regulación.
4.1.3. Clasificación.
4.2. Instrumentos de inversión.
4.2.1. Definición.
4.2.2. Acciones.
4.2.3. Papel comercial.
4.3. Caso práctico “Dramatización”.
4.4. Uso y aplicación del producto financiero.
Marco Teórico.
Fueran los gastos que fuesen, el gobierno romano debía hacerles frente y, por tanto, también tenía necesidad de percibir los ingresos correspondientes. Las arcas de estado fueron continuos picos a la alza y a la baja, dependiendo de la buena o mala administración del senado, en tiempos de la republica y el imperio En el caso de éstos últimos, los emperadores, unos se caracterizaron por su buena gestión de las finanzas y por los superávit que acumularon (como Augusto o Trajano); otros, por lo austeros y “tacaños” que eran en el tema del gasto público (como Tiberio o Claudio); y los demás por derrochar los superávit que los “tacaños” y los “buenos administradores” consiguieron en la realización de costosos espectáculos públicos, grandes obras monumentales y/o para dar gusto a su opulencia, construyéndose suntuosos palacios con todo el lujo imaginable (como Calígula, Nerón , Dominicano, Cómodo, Caracalla …)
Raramente el gobierno cubría los gastos sólo con los impuestos que cobraba, así que, cuando había que realizar grandes desembolsos, Roma recurría a la guerra para sacar un sustancioso botín de los países conquistados, que se utilizaba para cubrir los gastos restantes. Aquí tenemos una de las posibles causas de la caída de Roma, ya que, cuando el imperio pasó a estar a la defensiva, se le hizo casi imposible cubrir sus propios gastos, derivándose de ello una monumental crisis fiscal, monetaria, económica y, por consiguiente, política que sacudió los cimientos del estado romano, propiciando su desplome.
Uno de los primeros impuestos que se impusieron a los ciudadanos de Roma, y del que tenemos noticias, fue la Moenia, en tiempos de los reyes. Este impuesto consistía en prestaciones en las fincas reales, en edificios de la ciudad y en obras públicas.
Otro de los más antiguos impuestos era el Sacramentum, el cual era pagado por la persona que perdía un juicio. Este impuesto consistía en que, a la vista de un juicio, las dos partes litigantes depositaban un fondo, que perdía aquella parte que perdía el litigio, el cual era adjudicado a los sacerdotes para que lo emplearan en los sacrificios públicos.
Incluso desde los tiempos de los reyes, Roma era ya un conglomerado de gentes. También se gravó un impuesto para los residentes en Roma que no poseían la ciudadanía romana, los llamadosaeraii, quienes pagaban una renta. Incluso el pastoreo del ganado en los dominios de tierra pública (Ager Publicus) estaba gravado mediante la Scriptura, la cual había que desembolsar. Y devengaba también el arriendo de tierras estatales (del Ager Publicus) mediante un impuesto llamado Vectigalia.
Pero, conforme fue pasando el tiempo y el estado romano fue haciéndose más y más grande, algunos de los impuestos fueron desapareciendo, como la Moenia. Incluso los ciudadanos romanos tuvieron el privilegio de estar exentos de los impuestos directos, ya que sólo contribuían con las rentas del Ager Publicus (Scriptura y Vectigalia) y con algunos otros como el Sacramentum; situación de privilegio que tras la denominada guerra social o de los aliados (91 a. C.-89 d. C.) se extendió a toda Italia, ya que tras esta guerra todos los ciudadanos de Italia fueron reconocidos como ciudadanos romanos. Así, con el tiempo, la mayor parte de los impuestos la tuvieron que pagar los provincianos, que era en los que realmente se depositaban casi todas las contribuciones al fisco. En las provincia se establecieron dos clases de impuestos, un impuesto territorial (Tributum Soldi) y un impuesto por cabeza (Tributum Capitis)
El Tributum Soldi lo pagaban todos aquellos que eran propietarios de bienes raíces, todos los provincianos y todos los ciudadanos romanos que vivían fuera de Italia. Solamente estaban exentas de pagar este impuesto las ciudades que poseían el Ius Italicum, es decir, las ciudades de Italia. Por el contrario, el Tributum Capitis lo pagaban sólo los provincianos, ya que los ciudadanos romanos estaban exentos. Este impuesto se gravaba sobre el capital y los bienes inmuebles y debían tributarlo los hombres y las mujeres, exceptuando los niños menores de doce años y los ancianos. Además, para los provincianos se ampliaron los Vectigalia, que recogían, además del arriendo de tierras del Ager Publicus, algunos impuestos indirectos recaudados por compañías de publicani(publicanos), entre los que se encontraban los derechos de aduana (Portoria), el impuesto sobre manumisiones o liberación de esclavos (5%), el impuesto sobre la venta de esclavos (4%) y el impuesto sobre el transporte de grano.
Todos estos impuestos indirectos eran recogidos por las ciudades, quienes lo enviaban a Roma. Todas las ciudades debían enviar a Roma el dinero recogido de los impuestos (Stipendium). Pero éstas también cobraban cierta cantidad para el mantenimiento de sus vías y de sus edificios públicos, aunque ésta cantidad “municipal” era cobrada aparte de los “impuestos estatales”. También existían algunas tarifas en los puentes, en los pasos de montaña, y para la navegación fluvial que eran recogidos por publicanos y que engrosaban las arcas de las ciudades. Incluso se dispuso una tasa que gravaba el consumo de agua pública (la que traían los acueductos), que había que abonar cada vez que se sacaba agua de una fuente pública.
Si toda esta salva de impuestos nos parecen demasiados, no debemos pasar por alto los impuestos extraordinarios que, generalmente, se realizaban en forma de requisas y eran cobrados por la administración militar. Los ciudadanos de las provincias estaban obligados a aportar, entre otras cosas, una habitación temporal para los soldados (hasta que se construía el campamento estable); todo tipo de herramientas; leña, trigo y, en algunas ocasiones, los barcos de las poblaciones marítimas o de los puertos fluviales; los adinerados tampoco se libraban de las cargas, debiendo aportar esclavos, telas, cueros, plata y otros objetos de valor.
Si todo esto no nos basta, durante la República la conducta de los gobernadores de las provincias no fue del todo “correcta”. Más bien, no fue correcta ni de los gobernadores ni de los Publicani que recogían los impuestos.
La República siempre recurrió al sector privado para que aportara la necesaria experiencia recaudatoria. Este “sector privado” recogía los impuestos directos e indirectos y se bastaba por sí solo para provocar la desesperación de los pobres provincianos. El sistema de recaudación consistía en que se subastaban públicamente los contratos de recaudación de impuestos, y aquellos que ganaban avanzaban al Estado el total del impuesto que debían recaudar. Con el tiempo, los multimillonarios vieron el negocio y se asociaron en empresas que incluso emitían acciones, celebraban juntas generales y elegían directores que lideraban el consejo de administración. Obviamente, toda empresa tiene el derecho de
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