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Globalización


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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Yetzy U. Villarroel P.

La globalización: efectos en el estado y el sistema internacional

Aldea Mundo, vol. 14, núm. 27, enero-junio, 2009, pp. 55-62,

Universidad de los Andes

Venezuela

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Aldea Mundo,

ISSN (Versión impresa): 1316-6727

aldeamundo@ula.ve

Universidad de los Andes

Venezuela

www.redalyc.org

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Investigación

Resumen

Aldea Mundo Año 14. Nº 27/ Enero - Junio 2009 (1)

55 Aldea Mundo Revista sobre Fronteras e Integración Año 14, No. 27 / Enero - Junio 2009 (1) ISNN 1316 - 6727 / Depósito Legal 1996 - 02TA-3

a globalización es un fenómeno

multidimensional que generalmente

se vincula a la expansión

financiera, transnacional y de las

telecomunicaciones. Sus efectos sobre

el Estado han generado una fuerte

discusión sobre la redefinición de su

papel, su vigencia o colapso en el tiempo.

Es en este sentido, esta investigación hace énfasis

en la acción avasalladora de la globalización donde

el Estado se resiente y lucha por mantenerse con

vida. En muchos Estados, irrumpen las expresiones

nacionalistas como una opción para recuperar su

poder organizador inicial.

Presentar una definición de la globalización es una

tarea difícil debido a la multiplicidad de aspectos que

la misma encierra, así como por la cercanía del proceso

que hace casi imposible comprender claramente lo

que se está enfrentando. Esto ha impedido que quienes

se han ocupado de estudiar este proceso puedan

ponerse de acuerdo acerca de qué es exactamente la

globalización. Sin embargo, los intentos han sido tan

abundantes que tratar de nombrar a todos los teóricos

que han aportado luces al concepto obligaría a realizar

una investigación exclusivamente para ello.

Muchas veces términos como aldea global,

internacionalización, transnacionalización,

mundialización son utilizados indistintamente para

LA GLOBALIZACIÓN: EFECTOS EN EL ESTADO

Y EL SISTEMA INTERNACIONAL

Este artículo recoge un importante número de definiciones y posturas de diversos autores acerca de la globalización,

en cuanto a su significado y origen se refiere; con el fin de contribuir a una mejor comprensión de un fenómeno

que entraña una reorganización de los modos de vida. Así mismo, intenta describir los efectos tanto económicos

como socio-políticos que se generan tanto dentro como fuera de los Estados, aproximándonos a los retos, límites y

oportunidades que los mismos deben afrontar.

Palabras claves: Globalización, Estado nación, nacionalismo, desarrollo, subdesarrollo.

GLOBALIZATION: EFFECTS IN THE STATE AND INTERNATIONAL SYSTEM

Abstract:

This article collect an important number of definitions and positions of diverse authors have brought above globalization

concept, as it refers to meaning and origin in particular; in order to contribute with a best understanding about a global

phenomenon that contains a reorganization of the manners of life. Likewise, it tries to describe both economic and

socio-political effects that are generated as much as inside and outside of States, approaching the challenges, limits

and opportunities that globalization process must confront.

Keywords: Globalization, State Nation, Nationalism, Development, Underdevelopment.

L

Yetzy U. Villarroel P.

Yetzi U. Villarroel P. / La Globalización: Efectos en el estado y el sistema internacional / 55 - 62

1.Introducción 2.Conceptualización

Aldea Mundo Año 14. Nº 27/ Enero - Junio 2009 (1)

56 referirse a un único fenómeno,

la globalización. Sin embargo,

estos términos sólo dan cuenta de

parcelas del mismo proceso. Por

otra parte, se produce un gran debate

en torno a si es un proceso, un

paradigma o una especie de fusión

de ambas cosas (Bernal, 1993).

Entre los teóricos precursores

en el estudio del tema destacan

Marshall MacLuhan, analista de

las comunicaciones quien acuñó

el término aldea global durante

los años 60, y al canciller alemán

Brandt quien habló de un solo

mundo al referirse a la rapidez de

las comunicaciones. Estos autores

fueron los primeros en entender

la vorágine que le venía al mundo

encima (Brünner, 1999).

Ianni (1973) en su libro Teorías

de la globalización retoma la noción

de aldea global de MacLuhan, para

explicar los cambios mundiales a

los que ya no se pueden interpretar

en términos de las relaciones entre

Estados, en sus diversas facetas

ya sean de “interdependencia,

d e p e n d e n c i a , c o l o n i a l i smo ,

imp e r i a l i smo , b i l a t e r a l i smo ,

multilateralismo” sino que ante

el arribo de las transnacionales el

planeta quedaba convertido en una

“ ‘aldea global’, ‘fábrica global’,

‘tierra patria’, ‘nave espacial’ [o]

‘nueva Babel’ ” donde el espacio

se transforma y el individuo pasa a

segundo plano frente a la tecnología,

el espacio se reduce y las fronteras

de la estructura mundial se diluyen.

Giddens (1993), por su parte,

habla de la mundialización, en la que

se produce una ruptura del espacio

real como consecuencia del avance

tecnológico donde lo local y lo

mundial se funden, se interconectan

y confunden. Habermas (2000), en

cambio afirma que “Las tendencias

que hoy suscitan la atención

general bajo la rúbrica multiuso de

‘globalización’ están transformando

una constelación histórico

caracterizada por el hecho de que

Estado, sociedad y economía son,

por así decirlo, coextensivas dentro

de los mismos límites nacionales.”

Por otro lado, autores como

García (1999) parten de la premisa

que presenta la globalización como

una realidad novedosa que se impone

engullendo las otras realidades,

subyugando todos los campos en los

que se desenvuelve la vida humana,

de manera que toda actividad

de la cotidianidad está sometida

a la fuerza de la globalización.

Wallerstein (2002) niega la novedad

de la globalización, a la que observa

como un elemento ideológico que

mitifica las relaciones humanas

bajo la dominación de los centros

hegemónicos de poder.

Para autores como Cervantes y

Gil (2001), entre otros, esta noción

implica una connotación espacial,

y se manifiesta, en dos direcciones

diferentes: el de alcance (extensión)

y el de intensidad (profundidad).

Mientras que Raghavan dice al

respecto que hablar de globalización

es pura retórica cuando en realidad

el término más adecuado es el

de transnacionalización de la

economía mundial; destaca también

las diversas connotaciones que el

término encierra.

En la esfera de los cambios

económicos mundiales, o del nuevo

orden económico, “globalización”

adquiere una gran variedad de

usos: el surgimiento de una nueva

y asimétrica división internacional

de la mano de obra junto con una

mayor dispersión de la actividad

económica, dirigida por la

planificación estratégica de grandes

corporaciones, que han sustituido

la planificación gubernamental o

estatal en varios países. También

parece utilizarse para definir la

actual situación mundial, es decir,

el desgaste de la dominación de

Estados Unidos sobre la economía

mundial de posguerra, debido a la

creciente competencia de Europa

Occidental y Japón, y al surgimiento

de ámbitos regionales de influencias

Así mismo, el término se emplea

para describir la propagación

mundial del capitalismo en

el contexto del colapso de las

economías de planificación

central y dominación del sistema

capitalista en la mayor parte del

mundo (...) también es sinónimo de

liberalización. (Raghavan, 1997:29-

30)

Beck (1998), por su parte

afirma que viene a ser un conjunto

de procesos en la que los Estados

soberanos se entremezclan con

actores transnacionales. Para De La

Vega (2001: 125) la globalización

es “un rasgo que caracteriza nuestra

época, marca el inicio de una nueva

era, un cambio paradigmático jamás

visto en la historia de la humanidad”.

Finalmente, el Fondo Monetario

Internacional (2000) sostiene que

la globalización es “un proceso

histórico”, consecuencia lógica del

desarrollo del sistema capitalista y

la innovación científica-tecnológica

que permitió que las economías

nacionales se integraran a través

del comercio y las trasnacionales

financieras. En esa misma línea de

ideas, Stiglitz (2002: 34) afirma que

es fundamentalmente “la integración

más estrecha de los países y los

pueblos del mundo, producida por

la enorme reducción de los costes

de transporte y comunicación, y el

desmantelamiento de las barreras

artificiales a los flujos de bienes,

servicios, capitales, conocimientos y

(en menor grado) personas a través

de las fronteras.”

Paralelamente a estas

explicaciones que enfatizan el hecho

económico como detonante de los

cambios inscritos en el proceso de

globalización, se inició otro debate,

el que se refiere a la vinculación

de ésta con la postmodernidad. De

acuerdo con este planteamiento,

mientras la globalización da

cuenta de la propagación de la

lógica del mercado dentro de

una economía postindustrial y de

las comunicaciones en todos los

ámbitos de la vida del planeta,

la postmodernidad nos habla del

modelo cultural propio de esa

realidad globalizada.

Esta vinculación entre

postmodernidad y globalización es

lo que permite presumir que estamos

en presencia de un cambio de

paradigma, de “una nueva estructura

de la conciencia del hombre”

(Brünner, 1999: 13), en tanto que

deja en obsolescencia teorías,

categorías de análisis, modelos

explicativos y metodológicos, en

fin se agotan las reglas que regían

el modo de percibir la realidad,

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Aldea Mundo Año 14. Nº 27/ Enero - Junio 2009 (1)

convirtiéndolas en creencias 57

anticuadas que no permiten explicar

los cambios que estamos viviendo.

Esto indica que se transita por

un interesante momento en que se

han transformado las relaciones del

hombre con su entorno que abarca

desde las relaciones internacionales

en sus distintas facetas económica,

política, social, cultural, hasta

las relaciones interpersonales, es

decir, que se asiste a un cambio

trascendental o como diría Marcuse

se está ante “una mutación cultural”

(De La Vega, 2000: 127).

Respecto a estas afirmaciones,

es oportuno señalar algunas ideas

expuestas por Córdova (1999: 35),

quien compara los cambios que se

producen en la humanidad después

de 1492, época de metamorfosis

de todos los parámetros de

comportamiento, con la actualidad.

Al respecto señala:

La impresionante similitud entre

lo que hoy está sucediendo con la

secuencia de lo que se inició en 1492

(...) Era un mundo en el cual (...) la

duda se imponía como el principio

de liberación del pensamiento. Una

a una se derrumban las autoridades.

Los viajes cambian todos los días

los mapas. La astronomía de ayer

ya no servía. Nadie podía aferrarse

a los principios tenidos hasta la

víspera por vía inconmovibles. Todo

habría que someterlo a la continua

revisión (...).

De la misma forma, en la

actualidad los acelerados y continuos

avances científicos y tecnológicos

permiten cuestionar nuestro sistema

de vida, las creencias y la manera de

percibir el mundo. En esta dinámica

global de cambios la industria de

las comunicaciones funge como

“vehículo de la globalización y fuente

inagotable del posmodernismo (...)

[constituyéndose en] la gran fábrica

de signos” (Brünner, 1999:14). A

través de ella circulan por todo el

planeta las nuevas visiones, nuevos

lenguajes que definen la realidad.

El cambio de paradigma, desde

el punto de vista filosófico, podría

incluso significar una representación

del nihilismo anunciado por

Nietzsche en su célebre frase “Dios

ha muerto” como una forma de dar

cuenta de la crisis profunda de los

valores occidentales.

La industria cultural,

representada por la información,

el entretenimiento y

telecomunicaciones, diseña la visión

de mundo y la lleva a las sociedades

en forma de símbolos, es el principal

sector de la economía postindustrial,

lo que alimenta por su parte la tesis

de la globalización como paradigma

ideológico.

Así como ha sido difícil ponerse

de acuerdo acerca de una definición

de la globalización, de la misma

manera ha ocurrido con la ubicación

histórica de los inicios del fenómeno,

lo que ha generado una polarización

entre quienes consideran que se

está ante la presencia de un proceso

novedoso y quienes, contrariamente,

estiman que no existe ninguna

novedad sino que éste no es más que

una intensificación del capitalismo.

Algunos autores, como

Wallerstein (2002), sostienen que

hubo globalización desde el siglo

XIX, por su parte, Tilly señala

la existencia histórica de cuatro

oleadas de globalización durante

el último milenio, las cuales se

ubican en los siglos XII, XVI, XIX

y finales del XX. Mientras que Hirst

y Thompson sostienen que, “si los

teóricos de la globalización quieren

decir que tenemos una economía en

la que todas las partes del mundo

están vinculadas por mercados

que comparten información

prácticamente en tiempo real,

entonces eso comenzó no en la

década de 1970 sino en la de 1870”

(Arrigni y Silver, 2001: 16)

Para Bernal (1993: 20), su origen

se ubica en “la configuración del

primer orden mundial estructurado

por el mercantilismo del mundo

europeo a comienzos del siglo

XVI”. Como se puede observar, las

divergencias son notables en cuanto

a la fecha en que la globalización se

inició. Sin embargo, todos convergen

en que su detonante es el factor

económico en expansión y no otro.

Para estos autores la globalización

es un mito y decir que es novedoso

se convierte en una gran falsedad.

Quienes se inscriben en la tesis

de la novedad de la globalización,

generalmente ubican su inicio entre

los años 60 y 70. Entre ellos, se

encuentra a Tomassini (1995: 148)

quien lo sitúa en la segunda mitad de

la década del 60 “con los inicios de

la distensión, la trasnacionalización

de la producción, y las rebeliones

culturales- más que políticas –que

surgen al mismo tiempo en Europa,

Estados Unidos y América Latina.”

Para el politólogo alemán

Hirsch (1999: 8) “el concepto de

globalización marca, en cierto

sentido, el fin del breve siglo XX,

que comenzó con la Revolución

Rusa y finalizó en 1989.” Nweihed

(1999: 21) dice, por su parte,

que “el fenómeno o proceso de

globalización, (...) surge o cobra auge

en la década de los noventa, sobre

todo después de la desaparición de

la bipolaridad, la disolución de la

antigua Unión Soviética y el triunfo

del modelo liberal y democrático

(...)”.

Sería interminable la lista

de autores a citar, que sostienen

posiciones en uno u otro sentido que

han aportado luces a la comprensión

de un fenómeno tan complejo, el

cual, como ya se dijo, envuelve todas

las realidades de la cotidianidad, sin

llegar jamás a unificar criterios en

torno a su origen. No obstante, Bernal

(1993) pareciera aplicar una medida

salomónica, la cual subscribimos,

cuando reconoce la antigüedad del

fenómeno pero señala elementos

que lo hacen aparecer como

novedoso, es decir, la intensificación

de los flujos de información en

un tiempo y espacio distinto a los

que se acostumbra a medir y que

precisamente se evidencia en los

años 70 con la formación de los

mercados financieros.

Es precisamente, esa

intensificación de los flujos de

información, tiempo, espacio,

mercancías y personas la que nos

está anunciando la llegada de

una nueva época donde los seres

humanos tienen ante sí el gran reto

de asumir el control de sus vidas

y sociedades, de forma tal que “el

Estado, el mercado, organizaciones

y agrupaciones supranacionales

vuelvan a ser instrumento para

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58 reforzar la identidad, la dignidad y

la solidaridad”, como apunta Ugalde

(1998: 102), y no para subyugar ni

ejercer dominio sobre los hombres.

3. Dinámica y efectos de la

globalización.

La globalización, a través

de las distintas definiciones

antes presentadas, es un proceso

que designa al conjunto de

transformaciones o cambios de

carácter multifacético observados

en el ámbito mundial. Actúa en

diversas dimensiones, en la esfera

social, política, económica y

cultural, como una fuerza superior

a la voluntad de los actores

individuales o colectivos.

Su actual impacto es el

resultado de la combinación de

los cambios ocurridos luego de la

Segunda Guerra Mundial como

los avances técnicos y científicos,

la división internacional del

trabajo, la transnacionalización

del capital, la revolución

tecnológica, las innovaciones en las

telecomunicaciones e informática,

en fin de la revolución del

conocimiento. Así mismo, responde

también a la reestructuración del

esquema fordista, al repunte de las

políticas de apertura y el final de la

Guerra Fría.

Todo esto trae como

consecuencia una mayor

internacionalización, una nueva

división internacional del trabajo,

una nueva configuración temporal y

espacial que redefine las relaciones

y vínculos entre Estados y de los

Estados con los demás actores

internacionales.

Aunque la globalización no sólo

abarca el ámbito económico, éste

ha sido su detonante y sus efectos

están vinculados a él, propagándose

posteriormente a otras esferas

de acción que son impactadas

directamente por los desequilibrios

de la dinámica económica. En un

mundo diseñado, en la práctica,

bajo el parámetro de la desigualdad

entre países, la globalización

adquiere diversos significados

para unos y para otros. Así como

presenta facetas negativas también

trae consigo beneficios invaluables.

Por esta razón dice Ugalde (1998:

102) que los efectos “que provoca

no son unilineales, sino que

tienden a mover a las sociedades

en direcciones que aparentemente

parecieran paradójicas y a veces

(...) contradictorias”. Entre esas

características que hacen de

la globalización una paradoja,

señala Ugalde, el ser inclusiva y

excluyente, universalizadora y

provocadora de nacionalismos,

moderna y desmodernizadora,

uniformadora y diversificadora,

democratizadora y autocratizante,

objetivadora y subjetivista. La

apertura del comercio internacional

permitió acelerar el crecimiento de

muchos países que de otra manera no

hubiera sido posible. Sin embargo,

ese crecimiento se desacelera

cuando choca contra la realidad de

un mundo donde los Estados son

desiguales entre sí. A los países

más pobres el sistema les impone,

mediante acuerdos internacionales,

abrir sus mercados y permitir la

entrada de la gran variedad de

productos procedentes de otras

latitudes, lo que sería muy bueno si

sus empresas pudieran competir en

igualdad de condiciones, pero al no

ser así, sus industrias son absorbidas

y los beneficios de la apertura

favorecen a las empresas foráneas.

Para los países desarrollados la

apertura no implica lo mismo, ellos

exigen que se abran los mercados a

sus productos pero colocan trabas

en sus mercados, protegiendo sus

economías el mayor tiempo posible

y dificultando la competencia.

La penetración de industrias

extranjeras en las economías

subdesarrolladas puede fomentar el

quiebre de las industrias nacionales,

pero a su vez permite que en estos

países se tenga contacto con nuevas

tecnologías y maneras de gerenciar.

Los préstamos internacionales, por

su parte, se convirtieron en una

bendición cuando estas economías

no tenían manera de financiar

sus proyectos, pero cuando los

resultados no han sido los esperados

y llega el momento de pagar la

deuda se convierten en una gran

pesadilla para estos.

La globalización ha permitido

reducir el aislamiento entre

Estados, que sus sociedades

puedan conectarse, ampliar sus

conocimientos, mediante el avance

de las comunicaciones, entre los

que destaca como uno de los más

propagados el Internet .

Para unos la globalización es

sinónimo de progreso, pero para

otros, como los países del Tercer

Mundo, no lo es tanto, pues sufren

el impacto más fuertemente

viendo como la brecha que separa

a los países entre pobres y ricos

se ensancha cada vez más, en vista

de que “no ha cumplido con sus

promesas de beneficio económico”

(Stiglitz, 2002: 29). Para este

autor, los órganos que gobiernan

la globalización, es decir, el Fondo

Monetario Internacional, el Banco

Mundial y la Organización Mundial

del Comercio no han logrado con

sus recetas reducir la pobreza, no

han dado respuestas efectivas a

África, ni a Asia, ni a Rusia, mucho

menos a América Latina (Stiglits,

2002). La economía de mercado

no ha producido la prosperidad

anunciada.

Stiglitz (2002: 33) afirma

que “(...) Occidente (...) marcó

la agenda de la globalización,

y se aseguró de acaparar una

cuota desproporcionada de los

beneficios a expensas del mundo

subdesarrollado”. No sólo se

benefició de los resultados de la

Ronda Uruguay que permitió la

liberalización de los mercados, sino

que los bancos occidentales salieron

ganando con los súbitos declives

de las divisas en América y Asia,

así como de sus sistemas bancarios

debilitados y colapsados.

Con las normas sobre propiedad

intelectual, la industria farmacéutica

occidental cerró la puerta a los

laboratorios de los países más

débiles para utilizar sus fórmulas

y elaborar medicamentos a más

bajos costos. Como colorario “miles

de personas resultaron de hecho

condenadas a muerte, (...) Si los

beneficios de la globalización han

resultado en demasiadas ocasiones

1

Yetzi U. Villarroel P. / La Globalización: Efectos en el estado y el sistema internacional / 55 - 62

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inferiores a lo que sus defensores 59

reivindican, el precio pagado ha sido

superior, porque el medio ambiente

fue destruido, los procesos políticos

corrompidos y el veloz ritmo de

los cambios no dejó a los países un

tiempo suficiente para la adaptación

cultural” (Ibid: 32-33). Los

resultados han sido tan dramáticos

que se comenzó a hablar de una

latinoamericanización de Europa

Oriental y de una africanización de

América Latina. (Córdova, 1999:

64)

La globalización en su

aspecto económico representó

la profundización de las

contradicciones del sistema

capitalista de producción, según las

cuales, las asimetrías entre países

débiles y fuertes son cada vez

mayores. Esto ha producido como

desenlace final conflictos sociales

y étnicos, migraciones masivas,

aumento de la pobreza, sistemas

políticos inestables, democracias

debilitadas, Estados permeados

por las fuerzas trasnacionales del

mercado y los flujos de información

que se ven imposibilitados

para regular los intercambios

económicos y culturales. A su vez,

los países desarrollados, a pesar de

ser los mayores beneficiarios del

proceso de globalización, también

se han visto envueltos en la vorágine

que la misma entraña y se han

convertido en centros receptores

de migraciones desbordadas de

quienes huyen de la pobreza, la

guerra y la destrucción. Esto ha

hecho resurgir en muchos países los

sentimientos xenófobos dormidos

creando situaciones que ponen en

entredicho el resguardo y respeto de

los principios fundamentales de los

Derechos Humanos, como lo son el

respeto a la vida y a la diferencia.

Las migraciones se han

convertido en un problema

fundamental en la actualidad,

especialmente para los países más

sólidos económicamente o más

desarrollados, lo que ha generado

desde los años 80 un gran debate

en foros internacionales, ante

la necesidad de crear un marco

jurídico internacional que regule

la situación en concordancia con

los Derechos Humanos. Por ello,

con la iniciativa de la UNESCO,

la Organización Internacional

del Trabajo, la Organización

Internacional de Migración, junto

con alrededor de diez ONG’s, se

realizó la Convención Internacional

sobre la Protección de los Derechos

Humanos de los Trabajadores

Migrantes, con el fin de luchar

contra la explotación y violación

de los Derechos Humanos de los

trabajadores migrantes legales o no.

Córdova (1999) se refiere a la

manera como los países del norte

han sido invadidos por oleadas

migratorias desde el Sur y el Este;

hace alusión a la forma como esto

es tomado por los nacionales de

dichos países, quienes consideran

a los migrantes como personas que

van a usufructuar de beneficios

que sólo les corresponden a ellos

como población nacional, además

de introducir perturbaciones a sus

sociedades.

Los principales flujos

migratorios se producen desde

África Meridional a Sudáfrica y

por África Septentrional se dirigen

a Europa, de América Latina y el

Caribe a Estados Unidos y Europa

y de Europa Oriental y la ex URSS

a Europa Occidental y América

del Norte. Porque como apunta

Habermas (Ob. Cit) “Ciertamente,

las masas de las regiones más

pobres de este mundo no disponen

de sanciones efectivas contra el

Norte, no pueden hacer huelga,

pero sí pueden “amenazar” con olas

migratorias”.

Por estas razones cuando se

habla de globalización es frecuente

encontrar discursos donde se

declaran como su característica

fundamental el producir una

inclusión de mayores espacios

geográficos del mundo con la

paralela exclusión de un mayor

número de seres. Sobre todo,

cuando el avance tecnológico exige

una mano de obra cada vez más

calificada y especializada.

Sin duda alguna la globalización

ha aportado a la humanidad

incomparables beneficios, entre los

que podemos señalar: ha cambiado la

manera de pensar de las poblaciones

mundiales; ahora se aprecian más

que antes valores como los derechos

humanos, la democracia y la idea de

sociedad civil. Existe mayor nivel

de información y conocimiento

con lo que se han beneficiado

incluso los mismos movimientos

antiglobalización. Ahora es más

difícil que las poblaciones mundiales

permanezcan indiferentes ante las

decisiones de los gobiernos por muy

distantes que éstos estén.

Ahora, nos interesa señalar

los impactos políticos de la

globalización, entre los que

sobresale el nacionalismo como una

reacción frente a los impactos que la

globalización, tomando como base

la crisis del Estado nación, tanto en

el interior de sus fronteras como en

el exterior.

La globalización ha significado

para el Estado una cierta pérdida

de soberanía ante las fuerzas

trasnacionales del mercado y las

propuestas neoliberales, debido a

la imposibilidad e incapacidad para

regular los intercambios económicos

y culturales, así como los flujos de

información y conocimiento que

las nuevas tecnologías ponen al

servicio de la humanidad. Por tal

razón, como bien apunta Tomassini

(p1991: 165), si se modifica el

contexto donde se desarrolla

la política igualmente deben

transformarse las bases tradicionales

del quehacer político.

Siendo la globalización un

proceso que entre sus múltiples

efectos ha revelado la necesidad

creciente del ejercicio político

dentro de un marco democrático,

requiere de un esfuerzo por parte

de los Estados de profundizar

las prácticas democráticas, más

allá de la teoría clásica de la

democracia representativa que no

se ajusta a la realidad actual, hacia

la consolidación de una plena

participación que sobrepase los

límites del formalismo y se sustente

en la justicia social. (De La Vega,

2001:130)

Para los países de América

Latina, en el orden interno, el asunto

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60 adquiere mayor relevancia porque

al no haber logrado alcanzar la

modernización, tampoco lograron

consolidar el sistema democrático

a plenitud. En su lugar sólo

alcanzaron a iniciar un proceso

de democratización cuyo mayor

éxito fue ampliar las bases del

sistema electoral y crear un marco

constitucional para sustentarla,

también se lograron pequeños éxitos

en la distribución de algunos bienes

socio-económicos, pero en términos

generales fracasaron en los intentos

por lograr un desarrollo económico,

acabar con la exclusión y la

desigualdad, no llegando a cubrir

las expectativas de la sociedad en

general.

En un mundo donde las

sociedades están cada vez más

informadas, más interconectadas,

donde el conocimiento es la

base fundamental del quehacer

político, surge la necesidad de

ciudadanos cada vez más críticos,

más responsables de velar por el

desempeño de los funcionarios que

eligen y con mayor visión sobre

los asuntos públicos. Las ideas

de participación y representación

requieren ser ajustadas a las nuevas

exigencias. La globalización pone en

jaque a las principales instituciones

políticas, empezando por el Estado,

los partidos políticos y los poderes

públicos. De la misma forma

provoca crisis de legitimidad, crisis

de valores y crisis de las ideologías,

lo que genera a la vez una crisis de

gobernabilidad.

4. Reflexiones Finales:

En síntesis, se puede señalar

que en un sistema internacional

caracterizado por la globalización,

los países de América Latina se ven

sacudidos en sus estructuras, existe

una necesidad “de intensificar la

participación de las comunidades y

las gentes en las decisiones y en la

vida política sin que haya surgido

una institucionalidad adecuada

para ello” (Ibid:. 165), sino,

contrariamente, las instituciones no

han podido adaptarse a los cambios

mundiales, no han podido responder

a las demandas de mejoras en

su funcionamiento, eficiencia y

equidad en su desempeño, con lo

que se fractura su credibilidad.

Los partidos políticos han

entrado en crisis, junto con el Estado

y los poderes públicos, que ante la

falta de ideas novedosas, proyectos

viables y atractivos que permitan

dejar atrás la corrupción de los

sistemas políticos y motoricen la

economía, no han sabido redefinirse.

Ante la creciente ola de información,

que dinamiza la globalización, y

la extensión de la educación las

poblaciones de América Latina han

podido hacerse más conscientes de

sus derechos y de sus carencias; lo

que entre otras cosas ha desatado

las protestas populares, en gran

parte de la región, contra la mala

administración, la corrupción y

la falta de cumplimiento de las

promesas. Esto demuestra que se

están dando los primeros pasos

hacia la dirección correcta pero que

el cambio es bastante lento, lo que

en un mundo caracterizado por la

rapidez es inexcusable.

Hacia afuera de sus fronteras

los Estados latinoamericanos deben

crear una estrategia de integración,

más acertada que las que hasta ahora

han emprendido, con verdadera

voluntad política que les permita

blindarse y contener los efectos de

la globalización de manera eficaz

para incorporarse a un sistema

internacional caracterizado por

la incertidumbre, la competencia

económica voraz dentro de un

“paradigma socio-tecnológico” con

una creciente necesidad de respeto

a la naturaleza y a la diversidad

cultural.

Saliendo un poco del caso

latinoamericano para enfocarse más

bien en el sistema internacional, se

puede destacar que los efectos de

la globalización sobre el Estado

son directamente proporcionales a

su grado de desarrollo, económico,

político y social, y a la posición que

ocupe dentro de la escala jerárquica

internacional, pues a pesar de que

la Carta de las Naciones Unidas

establece “la igualdad soberana de

todos sus miembros”, en la práxis

nunca ha sido así. De tal forma,

que no siendo los Estados iguales,

las transformaciones que en ellos

produce la globalización tampoco

lo son, pues ocurren de manera

asimétrica, produciendo efectos

divergentes en los distintos Estados.

Frente al discurso de la pérdida de

poder del Estado y la desaparición

del comunismo, comenzó el debate

en torno a la configuración de

un nuevo orden mundial, según

el cual se democratizarán las

relaciones entre países basándose

en la multipolaridad donde

Naciones Unidas jugaría un papel

importante. Sin embargo, a raíz

de los acontecimientos del 11

de septiembre y la asunción del

poder del partido republicano en

los Estados Unidos, tomó mayor

vigor la idea de un mundo unipolar

dirigido por los Estados Unidos

como policía mundial, pero que

dadas las implicaciones económicas

y políticas que esto acarrea

para su economía y su prestigio

internacional no podrá mantenerse.

0,5 cm.

Por ello se hace cada vez

más indispensable revisar las

funciones de los organismos

internacionales como garantes de la

paz y mediadores ante los conflictos

internos y externos de los Estados.

Especialmente cuando la guerra ya

no representa una respuesta para

dirimir conflictos, en la medida

que el potencial bélico nuclear de

nuestro tiempo pone en peligro la

existencia del planeta entero.

En torno a la evidente crisis del

Estado nacional se han producido

dos vertientes de pensamiento; por

un lado los que plantean la inminente

desaparición del Estado nacional

como Omahe y Bauman plantean la

tesis de los Estados débiles, según la

cual, después de la desaparición del

orden bipolar los Estados pierden

importancia y se hunden entre el

desequilibrio y el fraccionamiento.

De forma tal que para recuperar

su posición de sujeto fundamental

de derecho nternacional recurre a

desenterrar antiguos conflictos como

los nacionalismos (Mires, 2000: 35).

Igualmente, Duclos y Kurz

vislumbran la situación como un

quiebre de la civilización moderna

bajo el influjo de las nuevas

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Aldea Mundo Año 14. Nº 27/ Enero - Junio 2009 (1)

relaciones económicas. Mientras 61

que Henser si bien admite el

debilitamiento del Estado, también

reconoce que el sistema capitalista

requiere del Estado para sostenerse.

(Ibid)

Por otro lado, están quienes

postulan la necesidad de buscar

alternativas que reordenen los

procesos políticos. Entre ellos se

encuentran Jürgen Habermas (2000,

p. 159) quien plantea que hay que

aprovechar las posibilidades de

competencia internacional en el

marco de la globalización respetando

los equilibrios democráticos.

De acuerdo con lo antes señalado,

somos de la opinión de que si bien el

Estado nación se encuentra en crisis,

debido a que la globalización lo ha

debilitado, esto no es indicativo

de su desaparición, sino que al

contrario nos señala la necesidad

de una redefinición, tal vez un

desplazamiento hacia otras esferas

de acción como la supranacional,

regional o trasnacional. Frente a toda

esta situación cada Estado nacional

intentará de manera instintiva,

debido a que no existe una fórmula,

de buscar una salida, para unos

está en la formación de bloques de

integración al estilo de la Unión

Europea, para otros se encuentra

en las ideologías nacionalistas,

pero todas las soluciones girarán en

torno a la idea de redefinir al Estado

que bajo los parámetros actuales

se convierte en una organización

inoperante pero que mediante un

nuevo diseño sea capaz de responder

a las demandas de su sociedad.

Sabemos que el nacionalismo

funciona como mecanismo para

salvaguardar el Estado, que a su

vez es la estructura garante de la

supervivencia nacional, es decir,

de la nación. El nacionalismo no

va a desaparecer mientras exista

la nación, y hará todo cuanto sea

posible para evitar el colapso del

Estado nacional. No obstante, como

ya hemos dicho anteriormente,

si el Estado llegara a declinar, la

nación siempre puede recurrir al

nacionalismo para crear otro, bien

sea redefiniéndolo o creando otra

estructura que al igual que el Estado

actual cumpla con el propósito de

asegurar la existencia de la nación,

pero con capacidad de hacer frente

a los retos que la globalización le

impone.

El nacionalismo le permite

al Estado nacional fortalecer los

ligamientos de las redes de cohesión

que resquebrajó la globalización

económica al ensanchar la brecha

entre pobres y ricos, e interconectar

culturas dando la sensación de la

pérdida inevitable de la identidad

nacional. El efecto que se produce

en los Estados se asemeja al

impacto que recibe un individuo

que al mirarse al espejo no puede

reconocer su imagen ¿La reacción

quién la puede imaginar? Se sabe

que intentará reencontrarse consigo

mismo, de buscar su identidad más

no sabemos de qué manera lo hará.

Igualmente pasa con las naciones,

si sienten que se están perdiendo

recurren al nacionalismo, lo hacen

reaccionando ante el miedo, la

ansiedad y la incertidumbre que son

los sentimientos que predominan en

la actualidad.

Algunos países como los del

mundo desarrollado, frente a la

avalancha migratoria desde los

lugares pobres más remotos, sienten

miedo ante lo que han denominado

como la tercermundialización de su

sociedad, lo que ha hecho emerger

movimientos de extrema derecha

xenófobos que legitiman actos

fuera del orden democrático y en

contradicción con los Derechos

Humanos, con el fin de preservar los

intereses de su sociedad.

En los países del Tercer

Mundo, empujados por la exclusión

económica y social, la globalización

permitió que en Estados multiétnicos

el etnonacionalismo proliferara

generando tragedias como la de

los Balcanes, todo por buscar cada

grupo su propio bienestar. Otro tanto

lo representa el fundamentalismo

islámico que se revela ante la

imposición de una cultura extraña,

la occidental, que le relega a la

antigüedad, al pasado pero no le

reconoce sus aportes a la humanidad.

En América Latina, por su parte, la

ola nacionalista también une su voz

a la del resto de los países del Tercer

Mundo, de la mano de movimientos

campesinos e indígenas en busca de

relaciones más humanas, basadas en

el respeto y la igualdad.

La globalización, a pesar de

sus efectos negativos de exclusión

y profundización de la pobreza

ha despertado en los mismos

excluidos la búsqueda de soluciones

a sus problemas, algunas veces

degenerando en fundamentalismos,

pero esencialmente ha sido el motor

para movilizar grupos sociales

que anteriormente se encontraban

pasivos ante sus realidades.

Esto pareciera hacer resurgir

movimientos retrógrados, pero lejos

de esa discusión, lo importante es el

hecho de que estos grupos se asuman

a sí mismos como actores y luchen

por su incorporación al sistema del

cual se mantenían excluidos.

Respecto al nacionalismo

se considera que en los actuales

momentos uno de los conceptos

claves que debe renovarse es

precisamente el de nacionalismo

para ajustarse a los nuevos tiempos.

El nacionalismo es una fuerza y

un sentimiento que se encuentra

inmerso en todos los seres humanos,

el gran reto estriba en que éste se

expanda a escala mundial, es decir,

que se haga cosmopolita, que la

idea de identidad que subscriba sea

de carácter mundial: todos somos

ciudadanos del mundo, los lazos

de solidaridad deben traspasar

los límites creados por el propio

hombre hacia una ampliación de la

visión de ser ciudadano no de un

Estado nacional, sino del mundo y

como tal, interesarnos por lo que

sucede en el planeta.

El nacionalismo no debe ya ser

excluyente como hasta hace poco lo

ha sido, sino incluyente, no debe

ser intolerante hacia la diferencia,

sino todo lo contrario tolerante

hacia la rica diversidad planetaria,

ya no debe mirar al pasado, sino

al futuro. Su liderazgo no debe

descansar sobre un líder mesiánico,

sino sobre las sociedades civiles

organizadas, no debe ser cerrado

sino abierto, no puede sostenerse

sobre una ideología mesiánica

de una nación determinada, sino

sobre una ideología democrática,

sustentada en la libertad, igualdad y

fraternidad, así como en principios

éticos y morales. Ya no requiere de

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Aldea Mundo Año 14. Nº 27/ Enero - Junio 2009 (1)

62 la deificación de ningún héroe sino

de principios universales como los

derechos humanos.

Los íconos simbólicos de

identificación deben enmarcarse

en los logros que la humanidad

en general ha alcanzado, ya no

debe resistir a los cambios sino

generarlos. Hace unos siglos atrás

hubiera sido risible pensar en los

avances con los que hoy cuenta

la humanidad, sin embargo, la

capacidad innovadora del hombre

es infinita y mientras ésta exista

todo es posible.

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NOTAS

1 El internet surge a principios de 1968

bajo la denominación de ARPANET (The

Advanced Research Proyects Agency

Network) con fines militares por el

Pentágono, en Kaldone Nweihed, Op.

Cit., nota de pie de página nº 20, p. 66.

2 Esta Convención, que entró en vigencia

el 1 de julio de 2003, fue ratificada por

22 países entre los cuales no figuran los

principales países de inmigración, ni de

Europa, ni de América del Norte quienes

concentran el 60% de los trabajadores

migratorios. Este hecho hace que la

Convención se convierta sólo en un

compendio de buenas intenciones pero

que carezca de mayor relevancia respecto

a dar solución al problema que intenta

regular, en http//:www.portalunesco.org/

es/ev.php

Yetzy U. Villarroel P.*

* Magister en Ciencia Política (USB).

Internacionalista (UCV). Aspirante al

título de Dra. en Ciencia Política (USB).

Profesor tiempo integral Universidad

Simón Bolívar, Departamento de

Ciencias Sociales.

Email: yvillarroel@usb.ve

*Extracto del trabajo presentado por

la autora para optar por el título de

Magister en Ciencia Política

Fecha de recepción: junio de 2009

Fecha aprobación: septiembre 2009

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