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El (miedo original), el miedo a la muerte, es un temor innato y endémico que todos los seres humanos compartimos, por lo que parece, con el resto de animales, debido al instinto de supervivencia programado en el transcurso de la evaluación en todas las especies animales…., pero solo nosotros los seres humanos, conocemos la inexorabilidad de la muerte y nos enfrentamos por tanto, a la importante tarea con (y pese a) la constancia que tenemos del carácter ineludible de la muerte ( Bauman, 2007, p. 46).

La muerte deja un vacío profundo y difícil de llenar, pues humanamente nada se puede hacer para evitar tal suceso; por consiguiente, se siente impotencia, rabia, dolor, angustia y desesperación. Solo se puede llorar hasta agotar las lágrimas y más vale recordar los momentos felices que tantas veces se vivieron en compañía de esta persona amada; igualmente tener la certeza que se hizo lo suficiente para ayudar a sobrellevar la dolorosa enfermedad. No queremos aceptar esta realidad, por tanto nuestro deseo más profundo es encontrar una sanación para el cuerpo y el alma, superar toda dolencia humana; sin embargo, no es suficiente consuelo para tanto dolor causado por la pérdida de un ser querido.

Morir es un acontecimiento universal. Salud, enfermedad y muerte son aspectos indisociables al ser humano; la enfermedad es el preludio al deceso, pero cuando se ha perdido la esperanza de sanación, es inevitable no continuar apegados a nuestro cuerpo y al mundo físico que nos rodea. La naturaleza de los seres vivos es nacer, crecer, reproducirse y morir para dar paso a otra vida, como ocurre en la ciclo regular, pero cuando muere un ser querido sea como fuere, parece que no estamos preparados, creemos que no nos va ocurrir y que es ajeno a nuestra familia.

¿Será la muerte una solución al dolor físico y mental de la persona que está sufriendo en una cama de hospital donde cada día se aplican medicamentos para minimizar los dolores? Tantos esfuerzos realizados por enfermeras, médicos, familiares y no se encuentra ningún remedio que calme tal sufrimiento y retrase la muerte. Es irónico decirlo pero la condición humana es tan frágil que una simple bacteria pone en jaque a un grupo de especialistas que no pueden hacer nada para combatirla.

Los médicos hacen juramentos al graduarse, entre ellos salvar la vida de los pacientes. No obstante, se puede percibir constantemente en los hospitales como llegan personas enfermas buscando una cura milagrosa para tanto dolor e inevitablemente los procedimientos, tecnologías e intervenciones no pueden eludir la muerte. Para el médico, el fracaso es inevitable al no poder salvar la vida del paciente y permanecer impotente ante la degradación del cuerpo humano; allí solo queda la fe en un ser supremo, Dios todo poderoso y dador de la vida, en el cual los creyentes ponemos toda esperanza de salvación y misericordia con la certeza

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