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Del relato de la paciente

Steven GarzaApuntes25 de Febrero de 2022

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  1. Del relato de la paciente

Los síntomas de la paciente comienzan cuando empieza a tener un extrañamiento del entorno donde está, ve extraño a la escuela, a los alumnos y la situación donde está. Ve la escuela como un cuartel, a los niños como rehenes y obligados a cantar, contrario a la situación real donde los niños son parte de un coro.

Es decir, las ideas y las fantasías, van “apropiándose” de su percepción de la realidad.

Conforme va pasando esto, el sentimiento de la realidad en sí se va alejando de ella, lo ve inmenso, bastante abstracto.

Por casualidad, todo esto sucede al mismo tiempo que ella está consciente que su padre tiene una infidelidad con su madre y que ésta amenaza con suicidarse, algo que posiblemente provoca que su ligazón con la realidad se debilite aún más.

Veía a las personas con diferentes formas, las cuales estaban relacionadas con los impulsos agresivos que tenía en la fantasía, lo cual, al sentir la agresión, estaba acompañado de temor y angustia.

Al parecer, entre más estímulos del exterior tenía, más se angustiaba y sentía temor. Poco a poco, su fragmentación con la realidad se tornaba más fuerte, al grado de no reconocer a ninguna persona, ni tampoco los impulsos de exterior, las barreras con la realidad de la fantasía eran cada vez más tenues, al grado de no poder distinguir siquiera las conversaciones.

El yo, ni el contacto con la realidad se habían perdido del todo, porque por momentos podía regresar a la realidad y desvincularse del temor y la angustia. Esto estaba acompañado por una sensación de felicidad, lo cual era cada vez menos frecuente.

Los estímulos del exterior resultaban cada vez más ambiguos en cuanto la pérdida del contacto con la realidad era más grande, y ya no podían ser significados en relación con los objetos que los producían. La angustia era tan fuerte que perdía la capacidad de reaccionar ante ellos y simplemente se detenía. Dada la proyección de los impulsos agresivos internos, ella también podía darle una significación propia a los estímulos del exterior, la cual era frecuentemente agresiva y amenazante. Esta pérdida de significación de la realidad la hacía ver como plana y sin significado.

La paciente podía todavía conservar cierta consciencia de su situación, ya que ella sabía que todas las alucinaciones que tenía no eran reales, pero no podía hacer otras cosas que angustiarse ante los significados que les daba. Al tener esta consciencia, sabía que tenía un problema.

De cualquier forma, ella no podía darse cuenta del por qué estaba teniendo esos síntomas.

Al mismo tiempo, estos niveles de angustia y ansiedad la hacían sentir amenazada, por la agresión proyectada en la realidad y que en cualquier momento podía ser atacada como castigo. De cierta forma, el superyó también se estaba proyectando en la realidad de forma exacerbada. Con esto también empezó la fantasía de no querer seguir con vida, aunque esto no impedía que al menos intentara seguir con su vida, sin embargo, con el tiempo también perdió la capacidad de seguir con esta faceta.

Empezó a despersonalizarse con la proyección la imagen de otra persona, que representaba verdaderamente a sí misma, e incluso ella sabiendo que no era real no podía sino tomarla como tal.

Con una muñeca pudo expresar su deseo de satisfacer las necesidades que no lo habían sido en la etapa de infante, su deseo de ser protegida, libre de estímulos aversivos y de cierta forma, esto relacionado con el regreso al vientre materno.

Al momento de empezar a tomar terapia, pudo significar en la analista la figura materna con la cual en todo el transcurso de ésta pudo vincularse para progresivamente recuperar la relación con la realidad. Ella crea un personaje con ella, a la cual llama “mamá”, y a su vez está separado la percepción de la persona del terapeuta.

Dado que el vínculo con la fantasía se fortalecía y el que se tenía con la realidad se debilitaba, también el influjo de la primera en la culpabilidad sentida por la paciente, la cual resultó ya demasiado grande para poderla simbolizar y simplemente “aplastaba” a la paciente y ya no podía saber siquiera por qué se sentía culpable, lo cual, a su vez, ayudó a que la paciente se despersonalizara más. Después se puede ver que esto era por toda la hostilidad acumulada, puesta al servicio de la fantasía y proyectada en la percepción de la realidad.

Estos impulsos agresivos se ven proyectados en la fantasía de tener un sistema que la obligaba a hacerse daño a ella y misma y a los demás, el cual al mismo tiempo, era un sistema que la juzgaba y la castigaba por no “obedecer” lo que éste “decía”. Esta presión de la culpa era tal que ella ni siquiera podía razonar sus órdenes, sólo le restaba obedecer, incluso si era en perjuicio de ella misma.

Ella estaba consciente de alguna forma que siguiendo las órdenes del sistema estaba encaminándose al “país de la iluminación” (concepto como tenía a las personas a su alrededor que estaban recibiendo tratamiento psiquiátrico que presentaban alucinaciones).

En una primera fase, la analista, cumpliendo con la función de cuestionar, investigar, etc. era vista por ella como algo que le recordaba hechos del pasado que exacerbaban su sentimiento de culpa.

La analista, en el papel de madre, se personifica, en diversas etapas, como ese objeto protector, nutricio que ella necesitaba para poder vincularse nuevamente con el mundo exterior, y ella desde el principio lo siente de esa forma.

Conforme ella le ofrece protección ella empieza a confiar en su persona, estando, de cierta forma, consciente de que el vínculo con ella la acercaba a la realidad (“protégeme de los guardianes” que eran “agentes” del “país de los iluminados”).

De cualquier forma, por buena parte del tratamiento, las “órdenes” seguían llegando, hasta que poco a poco el anclaje con la figura materna que representaba el terapeuta podía hacer que se vinculara nuevamente con la realidad.

Al principio, la única forma de que pudiera ignorar las “órdenes” y no sentirse culpable y perseguida por no seguirlas era que un agente externo le impidiera cumplirlas. Sin embargo, los sentimientos de culpa fueron en aumento hasta que nuevamente tuvo que seguir las “órdenes” a costa de lo que fuera.

Al considerar que había un abandono o recriminación por parte de analista, estuviera éste en la realidad o no, ella tenía nuevamente un quiebre con la realidad, retrayéndose cada vez más, lo cual a su vez era visto como una conspiración por parte del sistema para quitarle lo que ella consideraba que necesitaba para seguir con vida. Éste se reanudaba parcialmente cuando ella consideraba de nuevo tener el amor de esta “madre” simbólica. A su vez, todos los influjos del “sistema” disminuían conforme aumentaba el contacto y la protección de la figura del terapeuta.

Este vínculo con la terapeuta le daba herramientas para poder ejecutar actividades básicas.

Al estar todavía sintiendo esa no significación del mundo, ella reacciona con sentimientos de hostilidad y melancolía.

Al tener a la terapeuta personalizada como dos sujetos separados, la persona en sí y la madre, al momento de ver cómo ella actuaba con todo lo demás en el entorno como sí misma y no como su madre, ella también tendía a la despersonalización y al sufrimiento.

Una de las cosas que el “sistema” le prohibía hacer era comer; al momento que la analista, como madre, le diga que ella puede hacerlo, ella sentía estar desobedeciendo al primero, y al principio sentir culpa.

Una de las herramientas que la terapeuta usó para poder reconstruir su contacto con la realidad fueron muñecos, usando éstos como objetos donde ella pudiera proyectarse de forma positiva para poder restablecer la energía libidinal del yo. Hizo esto por medio de la consciencia de las carencias que ella tuvo durante la primera infancia, representándolas en los muñecos. Así la paciente pudo reconstruir los vínculos que estaban fragmentados.

En un inicio ella no podía hacer una diferenciación del muñeco con ella, por lo que el trato que hacía con el muñeco de alguna forma era como si lo estuviera haciendo con ella también.

Otra de las herramientas que la terapeuta usó fueron las manzanas simbolizados como los senos maternos proveedores de alimento y de amor, con los cuales, por medio de varias aproximaciones ella pudo proyectar estos elementos que en la primera infancia al parecer le fueron negados. Ella con esta consciencia pudo recobrar parte de su vínculo con la realidad.

Otro aspecto fue que en los muñecos podía ver un acompañante protector.

Por medio del vínculo que había con la analista-madre, ella también pudo, por medio del deseo de ésta, poder empezar de nuevo a realizar actividades básicas, como el aseo personal y la alimentación, en lo que su descuido estaba relacionado con su deseo de estar muerta (i.e. el deseo de regresar a un estado donde los influjos externos no tuvieran influencia en ella).

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