PROYECTO II Curso: Psicología del Adolescente y Aprendizaje
marcelanelsonTarea18 de Julio de 2017
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UNIVERSIDAD ESTATAL A DISTANCIA[pic 1][pic 2]
ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
CATEDRA DE PSICOLOGÍA
CENTRO UNIVERSITARIO: OROTINA
PROYECTO II
Curso: Psicología del Adolescente y Aprendizaje
CÓDIGO: 00739
Profesor evaluador: Jeannette Guillén Hernández
NOMBRE DE LA ESTUDIANTE: Marcela Nelson Miranda
NÚMERO DE CÉDULA: 1-0918-0252
CARRERA: Profesorado en Ciencias Naturales
Fecha de entrega: Del 2 AL 7 de mayo, 2016
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I CUATRIMESTRE-2016
Actividad 1: Tema 3- II Parte
Educación, marginalidad y exclusión
La revolución tecnológica implica una nueva transición ocupacional en América Latina y crea diferentes oportunidades de movilidad ocupacional. Los grupos más privilegiados van a colegios privados, donde tiende a instrumentarse la propuesta moderna con individualismo, competencia, tecnología. Este grupo se parece menos a los jóvenes excluidos dentro de su propio país que a los jóvenes de países desarrollados y pertenecientes a una aceptable situación socioeconómica.
Cuando el sistema escolar se encuentra inserto en estrategias que corresponden a políticas de desarrollo que no promueven la inclusión social, contribuye a fortalecer la exclusión juvenil. Si el sistema educativo es expulsor, es parte del riesgo estructural en que se desarrolla la población de adolescentes y jóvenes.
Se ha constatado que el progreso en la cobertura debe ser seguido de la modificación del paradigma de universalidad de los programas. La universalidad, entendida como homogeneidad programática, no logra impactar la marginación de los grupos menos favorecidos. La homogeneidad de los planteamientos educacionales que desconocen la diversidad dificulta la movilidad social, incrementa la discriminación de oportunidades, lleva a un círculo vicioso donde se excluye a los jóvenes en general y en particular, a niños y adolescentes en pobreza, a las mujeres jóvenes, a indígenas y a la juventud rural.
En el área rural latinoamericana predomina la escolaridad primaria y en muchos países escasean los establecimientos de educación secundaria o el acceso es muy difícil. Los establecimientos rurales a veces son unidocentes, bidocentes. El tipo de enseñanza que se entrega es muy diferente al de un sistema escolar completo. Las personas adolescentes señalan que no ven relación entre lo que les están enseñando y lo que quieren hacer ni con las situaciones que encuentran en sus propias vidas. La ausencia de educación secundaria es un claro impedimento para lograr la inserción laboral digna.
Existe una amplia población juvenil en riesgo de ser eliminada del sistema educativo por dificultades de aprendizaje e indisciplina, ausentismo, bajo rendimiento y sanciones, requerimientos de aporte económico a sus familiares o de cuidado del hogar. La llamada ¨deserción escolar¨, la sobre edad y la repitencia son síntomas graves de los desajustes del sistema.
Las personas adolescentes que pertenecen a escuelas y colegios tienen una adscripción identificadora positiva: son estudiantes. La pertenencia al sistema escolar es un factor de prestigio en nuestras sociedades, así como la asistencia al colegio y la universidad confirman a las personas jóvenes la existencia de un periodo preparatorio en sus vidas.
La población estudiantil decrece conforme aumenta el nivel académico. En las zonas rurales centroamericanas los establecimientos de educación secundaria son escasos, un solo maestro imparte varios grados y los estudiantes deben hacer grandes sacrificios para llegar diariamente a los locales escolares.
Por ello es necesario reconocer que el énfasis en los rendimientos de la población estudiantil es los marcos de la norma, sin tomar en cuenta las individualidades, el contexto social, cultural, familiar y geográfico donde se desenvuelven los estudiantes facilita el fracaso escolar, la expulsión del sistema educativo, lo que representa un fracaso social, y en última instancia, la violencia social.
Trabajo y bajo nivel socioeconómico.
El cambio de la niñez a la etapa adulta se produce violentamente en las familias más desposeídas. Las necesidades de supervivencia llevan a exigencias de los padres hacia los hijos para que contribuyan con apoyo material. Estas demandas son crecientes a medida que dejan la niñez y se pauperiza la situación económica. La diversión puede ser culpabilizada y las ausencias del hogar suelen constituir una forma de respuesta juvenil. El grupo familiar, en estas condiciones, no ofrece estabilidad ni genera una sólida pertenencia.
Muchos estudiantes ante la disminución del poder adquisitivo de sus familias, dejan de serlo para ingresar a la fuerza de trabajo y aportar al ingreso de su hogar, pero lo hacen en los momentos en que las empresas tienden a emplear menos personas. La desocupación perjudica principalmente a la población joven y especialmente a las mujeres, quienes tienen aún mayores dificultades para incorporarse a la población económicamente activa.
Una cantidad muy importante de niños y adolescentes se introduce al mercado laboral por medio del sector informal, labores artesanales, manuales, comercio ambulante, lustrabotas y la calle es a menudo su zona de trabajo. Las mujeres adolescentes pasan a realizar la labor doméstica de la casa, con lo que justifica el hecho de su hogar y el respeto de sus padres. Precozmente asumen el rol de madres sustitutas; su experiencia en las actividades domésticas será una de las capacidades que explotarán en el papel de empleadas domésticas.
Las jóvenes de baja escolaridad, que por necesidad económica se colocan fuera del hogar como empleadas, durmiendo en casas donde trabajan, solventan sus gastos individuales y aportan la parte restante a sus padres. La desocupación genera un contingente de jóvenes excluidos de una inserción social legitimada, pues no hay acceso a ninguna de las dos vías aceptadas socialmente: estudiar o trabajar. A los jóvenes que no estudian ni trabajan se les llama por algunos organismos internacionales los grupos ni-ni.
Adolescentes en conflicto con la ley.
El enfoque de derechos reconoce a adolescentes y jóvenes como sujetos de derecho, sin distingo de ninguna condición, permitiendo una concepción de integralidad, no- discriminación e igualdad social. La protección social debe reconocer que las acciones que procuran contrarrestar las respuestas inadecuadas no pueden ir acompañadas de la estigmatización y visibilización negativa, sino que deben ir asociadas a la oferta de un replanteamiento de la percepción de los problemas y las opciones, junto con la posibilidad de desarrollar respuestas más satisfactorias a las necesidades y derechos de niños y adolescentes.
Las personas adolescentes acusadas de infringir la Ley Penal Juvenil presentan delitos y contravenciones. Las principales infracciones se relacionan con robo o violación de domicilio, seguidos por drogas y finalmente violencia física. En contravenciones las tres principales causas son golpes, palabras obscenas e irrespeto a la autoridad; estas refieren a situaciones de convivencia con otras personas o autoridades adultas.
Una ruta negativa se caracteriza por situaciones familiares de conflicto o agresión, expulsión del núcleo familiar y abandono del sistema educativo en un ámbito de exclusión. Sus estrategias de supervivencia en el caso de los hombres, se basan en actividades ilegales, incluyendo una fuerte carga de agresión hacia los otros y hacia sí mismos. En las mujeres, se refuerza la victimización a través del abuso sexual y reafirmación de los patronos patriarcales de dominio del hombre sobre la mujer.
Una ruta de vulnerabilidad, son las condiciones familiares o sociales que favorecen la exclusión (violencia familiar, sistema educativo deficiente, estigmatización social debido a la comunidad de procedencia, dificultades económicas), así como condiciones objetivas de inseguridad en su entorno (pandillas, venta y convivencia con drogas, trasgresión, infraestructura y medio ambiente deteriorados) generan una vulnerabilidad en el desarrollo social.
La ruta favorable (en adolescentes de la clase media), se presentan las condiciones familiares o sociales que favorecen la inclusión (apoyo a la permanencia en el sistema educativo, conflictos familiares menores, un sistema educativo que favorece la permanencia de la persona adolescente, programas sociales que apoyan aspectos críticos del desarrollo personal, una situación económica que no impide el proceso educativo de la persona adolescente). Los hogares son el espacio principal para la vida de relación y expansión. Se desarrollan estrategias personales o grupales para enfrentar las condiciones de inseguridad del entorno.
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