RESUMEN DEL APARATO PSÍQUICO
edison1295Documentos de Investigación21 de Mayo de 2019
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NOMBRES: KARINA URBANO, EDISON LÓPEZ, ANDREA PAUCAR, JAIRO VILLACIS
RESUMEN DEL APARATO PSÍQUICO
Freud nombra a la mente humana como un aparato psíquico, en el cual menciona dos tópicas.
Como primera tópica: conciencia, preconsciente e inconsciente.
Conciencia, son los fenómenos, percepciones y pensamientos que son conscientes en el instante, en la actualidad. Además es una cualidad de lo psíquico que puede añadirse a otras cualidades o faltar, una represión no suele ser consciente de manera duradera (latente) en todo momento es susceptible de la conciencia.
Inconsciente, Coincide con lo latente con lo susceptible de conciencia, es en un sentido dinámico que está cerrado a través de la resistencia y la represión. Llamamos represión al esfuerzo de desalojo, el estado en que se encontraba antes de se hiciera consciente, en el trabajo psicoanalítico la resistencia es sentida o concebida como la fuerza que produjo o mantuvo a la represión, lo reprimido es el modelo de lo inconsciente. Hay 2 clases de inconsciente. Lo que llamamos preconsciente (lo latente) e inconsciente (lo reprimido inconsciente dinámicamente). También podemos decir que el preconsciente, es todo aquello que es susceptible de hacerse consciente.
Según Freud nos hemos formado de la representación de una organización coherente de procesos anímicos en una persona y la llamamos su yo, de este yo depende la consciencia, gobierna la motilidad. De este yo parten también las represiones, a raíz de las cuales ciertas aspiraciones anímicas deben excluirse no sólo de la conciencia, sino de las otras modalidades de vigencia y de quehacer. En el análisis, eso hecho a un lado por la represión se contrapone al yo, y se plantea la tarea de cancelar las resistencias que el yo exterioriza a ocuparse de lo reprimido (1923).
La consciencia es la superficie del aparato anímico por lo pronto, son cc todas la percepciones que nos vienen de afuera (percepciones sensoriales) y de adentro, lo que llamamos sensaciones y sentimientos. La diferencia entre una representación (pensamiento) icc y una prcc en que la primera se consuma en algún material que permanece no conocido, mientras que en el caso de la segunda (prcc) se añade a conexión con representaciones con representación-palabra (que tienen una mediación, los procesos internos del pensamiento son convertidos en percepciones).
Sólo puede pasar a ser consciente lo que ya una vez fue percepción cc; menos los sentimientos, lo que desde adentro quiere devenir consciente tiene que intentar trasponerse en percepciones exteriores, esto se vuelve posible por medio de las huellas mnémicas.
La percepción interna proporciona sensaciones de procesos que vienen de los estratos más diversos, y de los más profundos, del aparato anímico. Las sensaciones son multiloculares es decir de lugares múltiples, como las percepciones externas; pueden venir simultáneamente de diversos lugares y, por eso, tener cualidades diferentes y hasta contrapuestas sensaciones y sentimientos sólo devienen conscientes si alcanzan al sistema psíquico; si les es bloqueada su conducción hacia adelante, no afloran como sensaciones, a pesar de que permanece idéntico eso otro porque les corresponde en el decurso de la excitación.
EL «yo» es la esencia que parte del sistema psíquico y que es primero prcc y «ello», en cambio, según el uso de Groddeck, a lo otro psíquico en que aquel se continúa y que se comporta como icc.
El yo es la parte del ello alterado por la influencia directa del mundo exterior, con mediación de prcc: se emplea en hacer valer sobre el ello el influjo del mundo exterior y también sus propósitos propios; se afana por remplazar el principio de placer, que rige estrictamente en el ello, por el principio de realidad. Para el yo, la percepción cumple el papel que en el ello corresponde a la
pulsión. El yo es el representante del que puede llamarse razón y prudencia, por oposición al ello, que contiene las pasiones.
La importancia funcional del yo se expresa en el hecho de que normalmente le es asignado el gobierno sobre los accesos a la motilidad es decir del movimiento. El yo suele trasponer en acción la voluntad del ello como si fuera la suya propia. El cuerpo propio y sobre todo su superficie es un sitio del que pueden partir simultáneamente percepciones internas y externas. No sólo lo más profundo, también lo más alto en el yo puede ser inconsciente.
El ideal del yo y Yo ideal
El ideal del yo es un elemento del superyó. Freud menciona que la convergencia entre el narcisismo primario o idealización del yo, identificaciones con las figuras paterna e ideales colectivos del sujeto da como resultado el ideal del yo. El ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse.
En su libro “Introducción al narcisismo” 1914 dice Freud lo siguiente acerca del Ideal del YO: “Lo que el hombre proyecta ante sí como su ideal es el substitutivo del narcisismo perdido de la infancia; en aquel entonces él mismo era su propio ideal”.
El Yo ideal es un término que fue introducido por Freud en 1914 (Introducción del narcisismo), en este designa al yo real que habría sido objeto de las primeras satisfacciones narcisistas. Pero Freud menciona que posteriormente, el individuo presenta una tendencia a querer reencontrar este Yo ideal, característico del estado llamado «de omnipotencia» del narcisismo infantil, tiempo en que el niño «era su propio ideal»
En el yo y el ello (1923), Freud acerca al yo ideal y al ideal del yo, atribuyéndoles las mismas funciones de censura e idealización. Para J. Lacan (El estadio del espejo corno formador de la función del yo [je] 1949), el yo ideal es elaborado desde la imagen del cuerpo propio en el espejo. Esta imagen es el soporte de la identificación primaria del niño con su semejante y constituye el punto inaugural de la alienación del sujeto en la captura imaginaria y la fuente de las identificaciones secundarias en las que el
Postura Lacan
El ideal del yo como el superyó están relacionados con la superación del complejo de Edipo, y son productos de la identificación con el padre, pero también representan aspectos diferentes del rol paterno dual.
El superyó es una instancia inconsciente; su función es reprimir el deseo sexual que suscita la madre. El ideal del yo, por su parte, ejerce una presión consciente en favor de la sublimación, y da las coordenadas que le permitirán al sujeto asumir una posición sexual en tanto hombre o mujer.
En escritos posteriores (ya de posguerra), Lacan se dedica más a diferenciar el ideal del yo y el yo ideal (en francés, moi ideal). En el seminario de 1953-1954, desarrolla el modelo óptico para distinguir entra ambas formaciones. El ideal del yo sería una introyección simbólica, mientras que el yo ideal es fuente de una proyección imaginaria.
El ideal del yo será el significante que opera como ideal, un programa (internalizado) de la Ley, la guía que domina la posición del sujeto en el orden simbólico; por lo tanto, anticipa la identificación secundaria (edípica) o bien es un producto de esa misma identificación.
El yo ideal, por su parte, está originado en la imagen especular del estadio del espejo; es como una promesa de síntesis futura, hacia la cual el yo tiende: esa ilusión de unidad que está en la base del yo. El yo ideal siempre acompañará al yo, como un interminable intento de recuperar la omnipotencia de la relación dual preedípica.
Y, aunque esté producido en la identificación primaria, el yo ideal seguirá desempeñando un papel como fuente de todas las identificaciones secundarias posteriores.
Las dos clases de pulsiones
Las percepciones tienen para el yo la misma significación que el valor de las pulsiones para el ello.
Hay que distinguir dos variedades de pulsiones: pulsiones sexuales, que son las más llamativas y notables. No solo comprenden la pulsión sexual no inhibida y las pulsiones sublimadas de meta inhibida, sino también la pulsión de auto-conservación.
Por otro lado, las pulsiones de muerte, encargadas de conducir al ser orgánico al estado inerte, mientras que la pulsión sexual persigue la meta de complicar la vida mediante la síntesis de la sustancia vida dispersada en partículas, con el fin de conservarla.
La pulsión de muerte se exterioriza como pulsión de destrucción dirigida al mundo exterior u otros individuos.
Ambas pulsiones se ligan entre sí. Y luego de adoptar esa “mezcla” de las pulsiones, se presenta también una idea de “desmezcla”
Con cada una de estas dos clases de pulsiones se coordinaría un proceso fisiológico particular (anabolismo y catabolismo); en cada fragmento de sustancia viva estarían activas las dos clases de pulsiones, si bien en una mezcla desigual, de suerte que una sustancia podría tomar sobre sí la subrogación principal del Eros.
La pulsión de destrucción es sincronizada a los fines de la descarga, al servicio de las pulsiones sexuales. Vislumbramos que el ataque epiléptico es también producto de una desmezcla de pulsiones, así como también en la neurosis obsesiva merece una aparición particular la desmezcla de pulsiones y el resalto de la pulsión de muerte.
Freud dice que la esencia de una regresión libidinal estriba en la desmezcla de pulsiones (de la fase genital a la anal)
Se puede sustituir la oposición entre las dos pulsiones por la polaridad amor-odio. El odio no es solo el acompañamiento del amor, ni solo su precursor, sino que también suele suceder que el odio se mude en amor, y el amor en odio. Esta mudanza acontece mediante un desplazamiento de energía, como si en la vida anímica hubiera, ya sea en el yo o en el ello, una energía desplazable que pudiera agregarse a una moción erótica o a una autodestructiva, y elevar su investidura total.
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