Acerca del abuso y la violencia sexual
dunita201425 de Marzo de 2014
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ACERCA DEL ABUSO Y LA VIOLENCIA SEXUAL
Ricardo Carmen Manrique
Psicoterapeuta
ricardocarmen@hotmail.com
A pesar de que se ha dicho mucho acerca del abuso sexual y se ha discutido sobre castigos para los abusadores aun queda la sensación de que es necesario aclarar ideas sobre el tema y de manera especial, sobre la prevención. Es por ello que ensayaremos un punto de vista interdisciplinario sobre el tema. Siendo para ello conveniente despejar el exceso de información inadecuada para diferenciar lo real y exacto de lo falso, la exageración y el sensacionalismo.
Una de las falsas creencias sobre el abuso sexual y sobre otras manifestaciones chocantes de la sexualidad humana es que son recientes; es decir, que es en los últimos años o meses cuando «el mundo se ha vuelto loco» y han aparecido las más impresionantes expresiones sexuales, lo cual es irreal pues estas prácticas vienen desde los inicios de la humanidad y han estado presentes durante toda la historia.
También es falso que los abusadores son sujetos extraños o marcadamente anormales, pues se ha encontrado que pueden ser de cualquier raza, edad, nivel socio económico o de instrucción; hallándose en común algunos factores de personalidad o historia familiar que mencionaremos más adelante.
Hasta hace poco existía la creencia de que el abuso y la violencia sexual eran poco frecuentes en los menores de edad, sin embargo se ha encontrado en estudios recientes que dos de cada tres adultos norteamericanos recuerda haber sido objeto de caricias o juegos de naturaleza sexual durante su infancia, tanto con niños de su propia edad, niños mayores o adultos.
En nuestro país es igualmente alta la tasa de frecuencia de adultos que al ser entrevistados manifiestan recordar el haber sido besuqueados o acariciados alrededorde la pubertad por amistades de su edad o por adultos cercanos; esta información por si sola puede llamar la atención, sin embargo, al ponerla en contexto encontramos que en algunas zonas de la región andina y de la amazonía dichas prácticas son consideradas como naturales expresiones de afecto y no se perciben como actos con contenido sexual como podría ocurrir en algunos sectores de la ciudad de Lima. Resulta importante entonces tener en cuenta que el contacto físico y las caricias son percibidas y valoradas de acuerdo al grupo social que las juzga, variando de acuerdo a la cultura y manera particular como vive y expresa el afecto y la sexualidad cada grupo humano.
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EN BUSQUEDA DE LOS ORIGENES
Si revisamos la evolución de la especie humana veremos que desde cuando el hombre era más una bestia que aquello que conocemos como humano, se daban la mayoría, sino todas, de las expresiones sexuales que hoy se ven. En la era paleolítica, en los tiempos de la manada humana, la ley de la supervivencia era el supremo mandato y tal vez el único criterio de orden o autoridad. Es por ello que la horda humana era controlada por un «macho dominante», quien era el más fuerte y feroz, el mejor cazador, el mejor proveedor de alimentos y guerrero en general. Este personaje era seguido por la manada ya que en gran parte la supervivencia dependía de él; este macho dominante era el primero en alimentarse, en escoger refugio, y por supuesto era el primero al escoger las hembras de su «harém», sin poner mucho reparo en la edad o el consentimiento de las escogidas.
En esos tiempos cada día realmente se luchaba por sobrevivir. El hombre primitivo se enfrentaba a las inclemencias del clima, a las fieras para las cuales él era presa y por último contra otros hombres primitivos. Eran tiempos en que los mecanismos de supervivencia trabajaban al máximo pues no sólo peligraba la existencia del individuo, sino la de todo el grupo, incluso, la continuidad de la especie misma. Para situaciones como esta la naturaleza ha previsto un serie de mecanismos que buscan garantizar la supervivencia, estos principios se aplican a todos los seres vivos y vienen funcionando desde los inicios de la vida hasta hoy en día. Una parte de dichos mecanismos están vinculados a la sexualidad y prevee el incremento de la fecundidad e inicio temprano de la vida sexual de las hembras de una especie o grupo amenazado con la extinción; al escasear los alimentos y llegar con ello a cierto grado de desnutrición, así como al disminuir la población y ponerse en peligro la continuidad del grupo o especie.
Se ha encontrado que de manera complementaria a lo citado anteriormente se da una fuerte asociación entre la situación de excitación generalizada que rodea al escapar a la muerte tras una lucha o confrontación y la inmediata continuidad de un estado de furor sexual que impelería al apareamiento al sujeto sobreviviente como parte del mecanismo que busca garantizar la supervivencia del más fuerte, y con él, la de su prole y la especie.
Entonces tenemos que el hombre primitivo llevaba una vida gobernada por las necesidades viscerales más elementales, las mismas que por su naturaleza le resultaban impostergables. Estos mecanismos, por el valor que tenían para garantizar la continuidad de la vida quedaron como mandato genético o instintivo, transmitiéndose de generación en generación, durante cientos de miles de años.
En los tiempos de la horda humana la vida transcurría azarosa y llena de peligros, no existía la familia y casi todos los machos se apareaban con casi todas las hembras indistintamente, pues ellas pertenecían a la horda y no existían los límites que hoy da el parentesco ya que no había forma de determinar la paternidad de la descendencia y el establecer ese tipo de relación no tenía ningún sentido en aquel entonces, por lo que era común que los machos más fuertes tomaran a todas las hembras aptas y disponibles para la vida sexual, que pudieran encontrar atractivas, sin importar en lo más mínimo si existía algún lazo de consanguinidad; siendo aplastada violentamente cualquier oposición o resistencia. Este comportamiento se mantuvo en la especie humana durante siglos, hasta que con el paso del tiempo y la evolución, la manada humana acumuló experiencia, la misma que al ser asimilada se hizo conocimiento, el mismo que fue transmitido a las nuevas generaciones; así desarrolló una cultura, alcanzó cierto grado de conciencia convirtiéndose la horda en una tribu dando origen a lo que hoy llamamos ser humano.
Con el paso del tiempo se formó un linaje, que dio origen a una casta de machos dominantes que ostentaba el poder y control de la tribu, que descubrió la necesidad de tener la certeza sobre la paternidad de su descendencia para garantizar la correcta sucesión del poder del jefe saliente al nuevo jefe, pues la certeza de este vínculo constituía en ese entonces la única posibilidad para dejar el poder y seguir viviendo. Aparecieron así las primeras restricciones en el comportamiento sexual así como en el uso de la violencia y del asesinato como el principal medio de acceder al poder, estableciéndose las relaciones exclusivas y cerradas para un grupo unido por lazos de consanguinidad, es decir: la familia. Siguiendo un desarrollo simultáneo y paralelo aparece la neotenia como estilo de vida en la cual el periodo de protección y ternura propios para con la infancia se extienden durante una larga etapa de la vida de los individuos, abarcando incluso la etapa reproductiva, aprendiendo así el homínido en trance de humanizarse a vivir su sexualidad no como una situación de violencia y sometimiento sino como una experiencia de comunicación, amor y ternura.
De esta manera se consolidaron las castas o clases sociales al interior de las tribus como un medio para garantizar el control del poder por un linaje; con el ejercicio del poder aparecieron los límites y condicionamientos que regían la vida familiar, la conducta sexual, la consolidación de relaciones estables entre hombres y mujeres que serían el germen del matrimonio.
En esta etapa del desarrollo de la humanidad, si bien ya existía cierto orden social y una cultura incipiente, aún predominaba la precariedad de las condiciones de vida, pues la lucha por la supervivencia evolucionó de la lucha total contra el ambiente, las fieras y los demás hombres, a la casi continua guerra entre los clanes o tribus por el control de los cotos de caza, posesión de las tierras fértiles y de las hembras; de manera que la amenaza de exterminación del clan era permanente y la única alternativa para lograr sobrevivir como grupo a los continuos enfrentamientos contra otros clanes era teniendo la mayor cantidad de guerreros dentro del clan; por lo que se favorecían los enlaces que proporcionaran como descendencia dichos guerreros y con ello fortalecieran el poder de la tribu, sin poner mayor objeción o reparo en los vínculos de consanguinidad que pudieran existir, penalizando únicamente aquellos comportamientos sexuales que no tuvieran como finalidad la reproducción, apareciendo así la censura del auto erotismo («masturbación») y del comportamiento homosexual, por ser conductas que no favorecían la generación de nuevos guerreros y que de prosperar podrían amenazar el futuro de la tribu. Estos preceptos arcaicos extraídos directamente de la búsqueda de la supervivencia sirvieron de base a las Leyes Mosaicas, las que a su vez servirían de base a las leyes o moral judeocristiana.
Hasta este punto ya han transcurrido algunos cientos de miles de años durante los cuales, quienes eventualmente devinieron en seres humanos, habían ejercido la violencia como medio para imponerse al medio, a las fieras y a otros de su especie; se habían apareado indistintamente guiados por la búsqueda del placer y de la supervivencia quedando estos tipos de conducta como atávicas, predispuestas genéticamente
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