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Violencia Y Abusos Sexuales


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2014  •  8.278 Palabras (34 Páginas)  •  368 Visitas

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Ciertamente el tema de la violencia tiene un protagonismo cada vez mayor entre las consultas psicoterapéuticas, y es esa necesidad la que satisface la lectura de este libro.

Como seres vivientes, los humanos nos destacamos también, en-

tre otras cosas más loables, por la ferocidad que somos capaces de desarrollar en nuestras interacciones. Entre los polos antitéticos de protección y agresión en la conducta humana, existen múltiples varia- bles que se diferencian entre sí por la proporción de amor y de odio que las componen. Es así como detrás de los actos de amor y cuida- do encontramos vínculos continentes y relaciones constructivas; en cambio la rabia y la descarga violenta-agresiva están alineadas tras el odio y las actitudes destructivas. Ciertamente, tal como lo plantean

Perrone y Nannini, todos somos capaces de actuar hasta con violen-

cia extrema, según las circunstancias en las que creamos estar ex- puestos. No obstante, cuando la violencia es la modalidad relacional que se privilegia, se hacen necesarios conocimientos específicos para intervenir sobre ella.

Esta obra, con un lenguaje claro y coloquial, nos trae a la mano explicaciones y desarrollos posibles de la violencia para los que no teníamos parámetros previos. Plantea una mirada y una lectura de lo violento tales que se transforma en una situación abordable, po- sible de ser comprendida relacionalmente, y de este modo nos abre caminos alternativos para intervenciones resolutivas.

Este trabajo nos posiciona activamente en la dramática de la vio- lencia. Nos da elementos que desarticulan la fascinación del espan-

20 V10LENCIA Y ABUSOS SEXUALES EN LA FAM:ILIA

to. Y, en este sentido, su efecto sobre la lectura de la violencia que hace el psicoterapeuta es isomórfico de la intervención dirigida a lograr "despegar" a los actores de la violencia interactiva.

Reynaldo Perrone es argentino y desde el año 1973 trabaja, in- vestiga y entrena en Europa. En su tarea como terapeuta con situa- ciones de violencia familiar, se interesó en las particularidades de la interacción entre el individuo y la ley, organizando su estudio sistémico junto a Martine Nannini. El esfuerzo conjunto dio lugar a este libro, largamente elaborado, en el cual los trabajadores de la salud mental encontrarnos un utilísimo apoyo. Vaya para ellos nues- tro agradecimiento. Seguramente esta edición en castellano conti- nuará el éxito que la precede en sus ediciones en Francia.

WANDASANTI

Directora del Centro de Investigación Familiar, Buenos Aires

ALGUNAS REFLEXIONES A MODO DE PREÁMBULO

DE LA FAMIUA Y DE LOS RIESGOS QUE Allí SE CORREN ...

La práctica de la terapia familiar lleva a tener definiciones e imáge- nes de la familia donde aparecen, a priori, algunas contradicciones.

Ésta puede ser tanto una unidad social que les permite crecer a sus miembros y desarrollar sus capacidades, su potencial y las habi- lidades necesarias para lograr su autonomía, como también un lu- gar de sufrimiento, arbitrariedad, injusticia, opresión, pena, amena-

za, violencia y abusos sexuales.

En el mismo crisol se hacen y se deshacen los nudos de los lazos familiares y se conjugan sentimientos positivos y negativos. Así, poco a poco, se realiza la alquimia de la construcción de la identidad y de la individualización, o bien de la indiferenciación y la alienación.

Lo que inicialmente parecía contradictorio deja de serlo ante la idea de que allí donde circulan los mayores afectos emergen los sufrimientos más intensos. De ahora en más es juicioso considerar que los lazos familiares pueden ser también violentos, abusivos y fuera de la ley.

Con las teorías psicoanalítica y sistémica, el siglo XX desacralizó

a la familia, mostró su complejidad e inauguró el análisis crítico de lo que hasta ese momento pertenecía a su intimidad: la violencia y los abusos sexuales intrafamiliares.

En nombre del interés general, la familia no es más un santua-

rio que escapa a la justicia represiva. Se ha inscrito en un movimien- to que desde hace veinte años tiende a su normalización.

22 VIOLENCIA Y ABUSOS SEXUALES EN 1A FAMILIA

El cambio fue particularmente perceptible en el ámbito social: de una concepción que consideraba la violencia y los abusos sexua- les aberraciones inevitables del comportamiento humano, se paso a tomar conciencia de los aspectos inaceptables de estas prácticas y a tener voluntad de modificarlas.

Pero más allá de una denuncia a la justicia o una separación,

¿cómo hacer para que semejantes situaciones evolucionen y para que las familias puedan reorganizarse sin violencia?

Las opiniones y la experiencia coinciden en un punto: la inter- vención de la ley es necesaria, pero no suficiente. En lugar de la ló- gica de la exclusión se dio cabida a una lógica de integración y ne- gociación, según la cual la familia puede funcionar como una uni- dad de comprensión y de solución de los fenómenos de violencia, justamente porque es allí donde ésta tiene mayores posibilidades de surgir.

No basta con comprender, sino que también es preciso interve- nir. La primera etapa consiste en describir la compleja dinámica relacional en las familias con transacción violenta, las diferentes formas que adopta la violencia y el modo en que cada uno participa en el surgimiento del acto violento. Es necesario que los conceptos creados y expuestos sean lo suficientemente operacionales como para construir líneas de intervención compatibles con las prácticas

de los asistentes sociales y los terapeutas.

Es a la investigación de estos conceptos que está dedicado este libro.

DE LA VIOLENCIA AL ABUSO SEXUAL

La violencia se presenta con las características de la urgencia y la crisis. Aunque sus razones y sus determinismos estén inscritos en lo más profundo de las historias individuales, el aquí y ahora del sufri- miento parece no admitir ninguna demora en la intervención.

La teoría de la comunicación humana de la escuela de Palo Alto, en la que prevalecen la descripción y la explicación del "aquí y aho- ra", resulta particularmente pertinente para abordar los fenómenos de violencia. Constituye una referencia teórica esencial para identi-

ALGUNAS REFLEXIONES A MODO DE PREÁMBULO 23

ficar las condiciones puntuales en las que ésta emerge y permite imaginar los protocolos de intervención, cuya meta es no sólo que la violencia cese de inmediato, sino también que se creen relacio- nes en las que se pueda evitar la necesidad de la violencia.

La primera parte de este libro aborda las dos formas bajo las cua- les se manifiesta la violencia: la agresión y el castigo. Refiriéndolas a determinados tipos de organizaciones relacionales, estas formas nos llevarán a cuestionar los sistemas de creencias sobre los que se ba- san y a definir la violencia desde el punto de vista de su función interaccional.

Con el concepto de relé, particularmente útil en el trabajo social,

se ha de introducir el tema de la intervención y la organización del tratamiento en los sistemas con interacciones violentas.

Lo aprendido acerca de la violencia y sus manifestaciones nos llevó a reunir en una misma lectura los fenómenos de abuso sexual.

Aunque a priori todos los autores están de acuerdo en conside-

rar que el abuso sexual es violencia, a veces se produce de tal modo que hasta la misma víctima duda de que la violencia haya existido.

La violencia castigo o complementaria es una forma de violencia

en la cual la "víctima" pierde el sentido de su integridad y puede lle- gar a justificar y negar la violencia del otro. La relación de abuso sexual se aproxima a este tipo de configuración relacional. En ella el sentimiento de vergüenza y culpabilidad de la víctima trastorna el sentido de la responsabilidad. El hecho de que a veces el abuso

sexual se produzca sin violencia ni resistencia manifiesta confunde los parámetros con que, por ejemplo, en caso de violación, se defi- ne y se diferencia al abusador y la víctima.

Ahora bien, en toda terapia de casos de abuso sexual hay que proceder a redistribuir la culpabilidad y las responsabilidades. A la pregunta de la víctima: "¿Por qué no he dicho 'no'?", la respuesta es que la violencia puede revestir formas imparables, subterráneas, y pulverizar así las certezas más esenciales.

La confusión psíquica producida por la situación de abuso pue- de hacer que los asistentes sociales, los testigos, la víctima y el abusa- dor olviden que se trata de una situación de violencia objetiva. Esto refuerza la idea de que es legítimo incluir los abusos sexuales en toda investigación sobre violencia intrafamiliar. Por otra parte, debe

24 VIOLENCIA Y ABUSOS SEXUALES EN LA FAlv.!ILIA

comenzarse por dilucidar que lo que parece ser un acuerdo con el abusador, no es en realidad sino una aceptación sin opción posible, por falta de alternativas y de apoyos relacionales sólidos.

Fue necesario aislar y analizar esta particularidad del abuso

sexual, porque constituye la clave para comprender los fenómenos psíquicos creados por la relación abusiva.

Se definió como hechizo una condición particular de la relación

del abuso sexual. La segunda parte de esta obra está dedicada a destacar las singularidades de la relación de hechizo y a construir los elementos de una terapia específica de este estado.

DEL LENGUAJE COMO "PORTAVOZ"

En elimaginario tradicional de la violencia, así como en los rela- tos periodísticos, la manera de narrar y de explicar consiste simple- mente en diferenciar a los "verdugos" de las "víctimas".

Al decir de Jay Haley, hay teorías que explican por qué las cosas son como son, pero que no ofrecen ningún medio para cambiarlas. Si se desea que el problema de la violencia pueda solucionarse de algún modo que no sea la separación, hay que utilizar una teoría y un lenguaje que posibiliten el cambio.

Pero es imposible que los malos se transformen en buenos y los

buenos en malos, a menos que nos alejemos de las definiciones res- trictivas y simplistas e imaginemos que todo cambio debe apoyarse sobre una definición dinámica de la interacción, haciendo a cada uno responsable de lo que ocurre y, por lo tanto, de lo que puede evolucionar.

Así pues, ninguna "víctima" saldrá de su condición si no logra

entrever de qué manera participa en ella y, por consiguiente, en su modificación. Ningún "verdugo" podrá salirse de su papel si no lle- ga a visualizar que tiene la libertad de hacerlo.

Las palabras "verdugo" y "víctima" crean, de por sí, una situación

cerrada e inmóvil al amputar toda posibilidad de evolución. En con- secuencia, es preciso cambiar el vocabulario y vivir la experiencia, por cierto difícil, de no emplearlas más para hablar de la violencia. Haciéndolo, se amplían las posibilidades de reflexión.

ALGUNAS REFLEXIONES A MODO DE PREÁMBULO 25

Lo que se acaba de puntualizar se refiere a los fenómenos de vio- lencia en general. Sin embargo, en los casos de abusos sexuales se debe optar por utilizar los términos "abusador" y "víctima", confir-

.n:ando la idea de que la elección del vocabulario tiene su importan-

cia.

Lo característico de la violencia es que cada uno de los partici- pantes rehúsa considerarse responsable de lo que ocurre, y culpa al otro. Esto no es así en la relación abusiva, donde toda la culpabili- dad recae sobre la víctima, y en modo alguno sobre el abusador. Esta realidad confunde la capacidad crítica de la víctima.

Por ello es que, a diferencia de lo que se propugna en los casos de violencia, cuando se trata de abusos sexuales pareció necesario reactivar e invertir el reparto de las responsabilidades, y definir ca- tegóricamente a la víctima como víctima y al abusador como abusa- dor. Definiciones que ponían en duda tanto el uno como el otro.

Así pues, tras haber justificado en la primera parte del libro el abandono del lenguaje lineal, en la segunda parte se decidió volver a utilizarlo, aparente incoherencia que se explica desde el punto de vista estratégico, por cuanto es necesario subrayar la diferencia en- tre abusador y víctima, y distribuir de otro modo las responsabilida- des inherentes a estas dos posiciones existenciales.

INTRODUCCIÓN

Es en la familia donde nacen y maduran los sentimientos más intensos, y donde se realizan los aprendizajes sociales básicos.

La aceptación de la diferencia y de la autoridad, el respeto de las

reglas, la tolerancia a la frustración, la experiencia del compromiso

y de la negociación dejan atrás las réplicas violentas, tanto en la red social como en la familia. Si estos aprendizajes no se llevan a cabo, es decir, si no se toman en cuenta la diferencia, la singularidad y los deseos de cada persona, aparece la violencia, y ésta se vuelve el modo habitual de resolver los conflictos familiares.

Antaño la violencia parecía ser un signo del destino y de lo inevita- ble. Hoy en día la justicia interviene más a menudo en los asuntos familiares (por ejemplo, la ley reprime la violación entre los cónyu- ges, un tipo de violencia que hasta ahora era difícil de juzgar), por- que cada vez hay más' quejas de personas que resultan víctimas de vio- lencia familiar, lo cual revela una mayor disposición social a ocupar- se de esta problemática. Actualmente existe una tendencia a asimilar espacio familiar y espacio social, en virtud del de:munbe de las últi- mas barreras que hacían creer que en el ámbito de la familia cual- quier persona podía sustraerse a la ley general e igualitaria.

Pero a pesar de que ahora se escucha a quienes padecen tales

problemas, las maneras de resolverlos e intervenir en los sistemas familiares con interacción violenta siguen siendo un desafío. Así, pues, la evolución natural lleva a buscar, en diferentes niveles, los modos de intervenir para remediar, calmar o resolver este tipo de problemas.

28 VIOLENCIA Y ABUSOS SEXUALES EN LA FAMILIA INTRODUCCIÓN 29

Los profesionales del campo de la justicia, de lo social o de la salud mental que se enfrentan con fenómenos de violencia necesi- tan instrumentos conceptuales y operativos que resulten adecuados para comprender y analizar estas situaciones que, por una parte, les permitan poder tolerar el estrés emocional que el trabajo con fami- lias violentas produce, y por otra, les provean modelos de interven- ción con ellas. Este trabajo de investigación sobre la violencia intrafamiliar responde a esa necesidad, y también propone elemen- tos de estrategia terapéutica.

PREMISAS

La necesidad de introducir una lógica diferente en el análisis de la violencia nos llevó a adoptar cuatro premisas básicas. Gracias a esta nueva lógica, es posible encarar el problema de manera diná- mica y considerarlo desde una perspectiva de cambio.

Primera premisa: La violencia no es un fenómeno individual, sino la manifestación de un fenómeno interaccional. No puede explicar- se tan sólo en la esfera de lo intrapsíquico sino en un contexto relacional, puesto que es el resultado de un proceso d~ comunica- ción particular entre dos o más personas.

Segunda premisa: Todos cuantos participan en una interacción se hallan implicadosy son, por lo tanto, responsables (aquí la palabra "responsable" hace referencia a una responsabilidad interaccional, no legal). De hecho, quien provoca asume la misma responsabili- dad que quien responde a la provocación, aun cuando la ley no cas- tigue sino al que pasa al acto.

Señalamos que hemos podido observar una participación activa y muy precoz de los niños en la interacción violenta. Al comportar- se de determinado modo se vuelven actores "responsables" de la aparición de la violencia. Un niño pequeño puede oponerse firme- mente a realizar alguna acción que le pida su madre (por ejemplo, quedarse quieto, hacer sus tareas escolares, etcétera), y es de algún modo y en parte responsable de la palmada que recibirá de ella. Sin

embargo, sólo ella es, legal y moralmente, responsable de su acto. De hecho, todos los actores de una secuencia de violencia se hallan involucrados. El hecho de considerar que un niño participa en la aparición de la violencia desde un punto de vista psicológico no impide que el adulto, implicado desde un punto de vista moral y legal, deba rendir cuentas de su acto.

Tercera premisa: En principio, debe darse por sentado que todo individuo adulto, con capacidad suficiente para vivir de modo autó- nomo, es el garante de su propia seguridad. Si no asume esta res- ponsabilidad, estimula los aspectos incontrolados y violentos de la otra persona, con lo que organiza y alimenta una interacción de carácter violento.

Esta idea nos permite concebir las relaciones humanas desde un •}

punto de vista transaccional, donde cada individuo debe realizar operaciones tendientes a garantizar su seguridad personal. Si la persona no efectúa tales operaciones, las transacciones se organizan de modo tal que se vuelve posible la aparición de la violencia.

Mientras espera a su esposo, que suele ser violento, una mujer se dice para sus adentros: "Espero que esta noche no me golpee". Esta mujer cede a su marido la iniciativa de actuar violentamente y se prepara para tolerar y recibir la violencia del otro, otorgándole así un poder arbitrario.

Un padre le dice a su hijo de 7 años, que lo amenaza con arrojar- le una piedra: "¡¿No me vas a lastimar?!. .. ". De esta manera el padre le cede al hijo la iniciativa de la violencia o de la no-violencia, y lo coloca en una posición de poder abusivo y transgresor.

El hecho de ser víctima (o de ponerse en tal posición más que en la de verdugo) no cambia en nada el grado de responsabilidad de cada uno. Ésta, obviamente, consiste en no ser ni víctima ni verdugo.

Cuarta premisa: Cualquier individuo puede llegar a ser violento, con diferentes modalidades o manifestaciones. La violencia y la no- violencia, más que estados opuestos y excluyentes, corresponden a una situación de equilibrio inestable en un mismo individuo. Éste no es de por sí violento, pero en determinado contexto o determi- nada interacción puede manifestar violencia.

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30 VIOLENCJ.A Y ABUSOS SEXUALES EN LA FAMILlA

Un individuo no es violento en sí, sino que su violencia aparece según el contexto o la particular modalidad de la interacción en que está inmerso. Esta manera de pensar las situaciones es más operativa para los operadores, porque se evitan así prejuicios rígidos y pue- den imaginarse diferentes formas de salir de la violencia. Es lo opuesto a concebir la violencia como una característica de ciertos individuos, inherente a su particular "naturaleza".

Se sabe que algunos ciudadanos, considerados personas de bien por el medio social y profesional donde actúan, pueden ejer- cer la violencia en el seno de su familia, y también que un hombre o una mujer pueden ser violentos con su cónyuge sin que ello implique que lo sean con otras personas. Irreprochables jefes de familia pueden ser también implacables torturadores de prisione- ros políticos.

Estas cuatro premisas nos sitúan en una perspectiva sistémica, donde se estudia la participación de cada persona en el funciona- miento del sistema y se considera que cada uno tiene que hacerse y pensarse responsable de sus propios comportamientos.

Ahora bien, es necesario definir algunos términos que se utiliza-

rán con frecuencia en este-trabajo. Resulta pertinente comenzar por establecer la diferencia que existe entre los conceptos de agtesioidad y de violencia. A través de los siglos, la significación, la connotación

y las implicaciones morales de cada una de esas palabras han cam- biado, y hoy se les atribuye un sentido diferente según el contexto social y político al que se esté haciendo referencia. Lo que hoy se define como violencia, alguna vez fue considerado una legítima ma- nifestación de poder.

La agresioidad es la aplicación de la fuerza al servicio de la super-

vivencia y no connota la destrucción del objeto al cual está destina- da. La agresividad sirve para que cada uno defina su territorio y haga valer su derecho. Es una fuerza de construcción y definición del individuo.

La agresividad se caracteriza principalmente por el empleo de la

fuerza con el propósito de protegerse a uno mismo y proteger a los suyos, de defender el territorio de pertenencia individual o colecti- vo, por la capacidad de oponerse utilizando los medios necesarios

INTRODUCCIÓN 31

para lograrlo, por servirse de la fuerza vital para contener los ata- ques del ambiente que amenazan la propia existencia.

Agresividad no significa lo mismo que agresión. Ciertas manifes- taciones del comportamiento (confrontación, altercados, penden- cias, disputas, conflictos) son expresiones de agresividad, pero no constituyen agresión ni violencia. La agresión contiene agresividad,

pero connota un ataque brutal, un atentado a la integridad fisica y! o

psíquica de un sujeto.

El concepto de violencia aparece por primera vez en el siglo XII.

Significa el uso abusivo de la fuerza, el acto de servirse de ésta para obligar a alguien a obrar contra su voluntad, y esa fuerza puede aplicarse a través de la acción física, la intimidación o la amenaza.

Cuando hay violencia, siempre se apela a la fuerza de manera bru-

tal con el fin de someter o destruir.

Llegar a un acuerdo acerca de la definición de la palabra violen-

cia es una empresa extremadamente difícil pues cada uno tiene una apreciación individual de lo que es violento y lo que no lo es. Se ha llegado a hablar de una "violencia buena" que tendría consecuen- cias positivas. En ese caso, con frecuencia se confunde la violencia con la agresividad. La violencia desbarata el territorio del otro y el propio, invade y desdibuja los límites. Es una fuerza que destruye al otro y a uno mismo.

Y. Michaud ha propuesto una definición acertada: "Hay violen- cia cuando, en una situación de interacción, uno o varios actores actúan de manera directa o indirecta, de una sola vez o progresiva- mente, afectando a otra persona o a varias en grados variables ya sea en su integridad física o en su integridad moral, ya sea en sus pose- siones o en sus participaciones simbólicas y culturales" (Y. Michaud, Violence et politique, Encyclop<edia Universalis, 2004).

Es consensual definir el acto violento como "todo atentado a la

integridad física y psíquica del individuo, acompañado por un sen- timiento de coerción y de peligro". Esta proposición no elimina la apreciación individual, pero toma en cuenta algunos criterios obje- tivos. Será adoptada, pues, como la definición de acto violento.

En referencia a la teoría de la comunicación, a menudo será evo-

cado el concepto secuencias comunicacionales. Se entiende por secuen-

. cia "la unidad de análisis no causal que integra las transacciones

32 VIOLENCIA Y ABUSOS SEXUALES EN 1A FAMILIA

interpersonales". Una transacción es la relación entre dos mensajes contiguos, vale decir el modo en que un mensaje se enlaza con el que lo precedió y con el que le sigue, y así sucesivamente. Una se- cuencia puede comprender varias transacciones. La primera infor- mación que se debe utilizar es, entonces, la interacción, y no las características de cada individuo en particular. Cuando se enfoca la atención en una persona, su conducta resulta significativa cuando ésta es estímulo de la conducta del otro y no por sus motivaciones individuales.

El primer paso para elaborar los modelos circulares de comuni- cación en las interacciones violentas consiste en identificar las repe- ticiones observadas en algunas secuencias. Un modelo circular es una cadena de acontecimientos, cuyos elementos son interdepen- dientes. Cuando A estimula a By B estimula a C, se trata de una causalidad de tipo lineal. Pero si a su vez C estimula a A, el modelo es circular y se sale de la lógica del sistema precedente. La lógica circular muestra la interdependencia recíproca de los distintos ele- mentos.

Al analizar casos clínicos es posible descubrir algunas reglas de funcionamiento comunes a las familias con transacciones de tipo violento, así como determinadas constantes en las secuencias de comunicación entre las personas implicadas. El acto violento no representa una forma de desorden, sino que obedece a un orden prioritario, resultante de las secuencias circulares, de interacciones yde mensajes repetitivos intercambiados entre varios protagonistas, cuya implicación es innegable.

Como ya ha sido dicho, el vocabulario habitual de la violencia (verdugo y víctima) se vuelve incompatible con el modelo circular. Por ello parece más razonable hablar de actores de la violencia, y diferenciar los emisores (aquellos que manifiestan la violencia con hechos, con actos) de los receptores (aquellos que la reciben, en el nivel descriptivo). Se llamarán participantes a las personas que se hallan presentes en el momento de la acción violenta.

La propuesta de este trabajo es mostrar que existen modelos de interacciones que conducen a la violencia.

Primera parte

VIOLENCIA Y FAMILIA

Cada uno es el destino del otro, y sin duda el destino secreto de cada uno es destruir al otro (o seducirlo), no por maldición ni por alguna otra pulsión de muerte, sino por su propio destino vital.

J. BAUDRILlARD

La Transparence du mal

l. LA GÉNESIS DE LA VIOLENCIA Y DE LA LEY1

Cuando los hombres eran libres e iguales, cada uno podía temer lo peor de los demás. La vida era brece, el temor inmenso.

WOLFGANG SOFSKY, Traité de la violence

LA GÉNESIS DE LA VIOLENCIA

Al comienzo, los hombres eran totalmente libres. La condición humana se construía siglo tras siglo; en virtud de complejas combi- naciones genéticas y biológicas, poco a poco se definía una especie diferente, que se situaba en un nivel superior al de las demás espe- cies que habitaban el planeta.

Con el tiempo, emergió un grupo distinto de los demás cuyas

criaturas alcanzaron la capacidad de pensar, y de pensar en su pro- pia existencia. A partir de entonces la conciencia iluminó y dio di- mensión a los seres, que hasta entonces obraban por instinto y esta- ban subordinados a las necesidades primarias. Cobrar conciencia otorgó sentido a la vida de cada uno y permitió discriminar los dife- rentes estados afectivos. Así fue como aparecieron el pensamiento,

los sentimientos y los estados de espíritu.

Indudablemente, llegar a reconocer la vida, la muerte y el su-

frimiento fue algo esencial, comparable a la percepción de la ca- rencia y el deseo. La existencia salvaje y primitiva estaba ligada a los imperativos del deseo. El temor era la única experiencia que limitaba la satisfacción inmediata de tales deseos. Por otra.parte,

l. La primera parte de este capítulo fue publicada anteriormente en Violence subie, oiolence agie, ÉditionsJ eunesse et Droit, 2000, y en Perspectivas Sistémicas, año

13, nº 67 y 68, agosto y octubre de 2001.

36 VIOLENCIA Y ABUSOS SEXUALES EN LA FAMILIA LA GÉNESIS DE LA VIOLENCL~ Y DE LA LEY 37

en la dialéctica deseo/placer intervenían, como ahora, complejos circuitos neurobioquímicos, cuyo resultado fue el anclaje en la memoria ancestral de la experiencia vivida, con el corolario lógi- co de repetición y aprendizaje producído generación tras genera-

ción.

La fuerza física se puso así al servicio de la satisfacción del deseo (o de la contención del agresor, cuando era necesario resistir a su pulsión). La fuerza definió, pues, las relaciones. Quienes la poseían podían satisfacer sus deseos con los más débiles, quienes, por su parte, se convertían en objetos de placer de los primeros.

El orden, lasjerarquías, el poder y el lugar que ocupan los indivi-

duos en relación con los demás se organizan a partir de la fuerza, la que llega así a ser la primera ley del hombre. Desde siempre, el hombre utilizó la fuerza para dominar y transformar la naturaleza y para asegurarse la supervivencia en el nicho ecológico, pero tam- bién para sojuzgar a los más débiles, cuando cuerpos y bienes po- dían servir para satisfacer los deseos de los más poderosos.

La expresión de este fenómeno es la relación de dominación y

sumisión, en la cual quien domina satisface su deseo y obtiene pla- cer en tanto que aquel que debe someterse lo hace para salvar su vida o para evitar el dolor. En esta relación binaria, aquel que resis- te o se niega a someterse sufre el castigo del dolor, y corre el riesgo de ser destruido y aun de morir. Cuando la fuerza sin control se pone al servicio del deseo sobreviene la violencia.

René Girard (citado por Y. Michaud en Encyclopa:dia Universalis,

2004) estima que el deseo no se limita a la relación entre un objeto y un sujeto. En realidad, se trata de situaciones de rivalidad alrede- dor del mismo objeto: "La rivalidad no es el fruto de una conver- gencia accidental de dos deseos sobre un mismo objeto. El sujeto desea el objeto precisamente porque el rival lo desea". Dicho de otro modo, para Girard, desde el momento en que alguien desea algo, ese deseo señala el objeto a un rival que a su vez lo desea. El deseo es mimético por naturaleza y está constantemente en busca

de un modelo. Así es como la mimesis (el movimiento de imitación)

del deseo engendra el conflicto. En virtud de una transposición previsible, la violencia llega a ser pues "el significante de lo desea- ble absoluto": si hay violencia, el objeto es deseable.

Pero esta realidad provocará consecuencias ineluctables, pues quien es más fuerte puede no serlo siempre. La astucia, el ardid, las alianzas crean relaciones inestables, hasta el punto de que cada miembro de la relación podría estar expuesto a la destrucción y la

muerte.

Al principio, el reino de lo imprevisible, del caos y de lo arbitrario

constituían la base de lo cotidiano; la ley suprema era la fuerza, la fina- lidad última, la satisfacción del deseo. Puesto que la fuerza era predo- minante y el deseo, determinante, los más fuertes dominaban a los más

débiles y, a veces, los protegían. De ese modo obtenían privilegios. El

privilegio es el beneficio arrancado-~ otro a cam?io de la prome~a de protegerlo. Así nacieron la explotaoon y la esclavitud. U nos p~rd1an la libertad para conservar la vida y aceptaban que otros se atnbuyeran privilegios por protegerlos y dejarlosvivir. Como el deseo de los pode- rosos siempre era insaciable, los grupos estaban condenados a una lu-

cha sin fin, permanente, a la destrucción colectiva. . _ .

Para salir del caos y la arbitrariedad, el hombre descubno a Dios. Sólo una instancia supraindividual y trascendente sería capaz de imponer un orden posible que apuntara al~ protecc~ón de todos. En efecto, el orden emerge cua:ido la razon logra imponerse al deseo y a la fuerza. Así fue como El llegó al hombre y como el hom-

bre creó a Dios. ,

El hombre creó a Dios y luego aceptó la ley que El le "transmi-

tió". El mito fundador de la civilización judeocristiana (como los de las demás civilizaciones) explica la articulación de lo humano (Moi- sés) con lo divino y cómo la instancia trascendente transmite la ley en un sitio sagrado (el monte Sinaí).

De esta manera, una instancia divina impuso una ley que, en lo

esencial, obligó al hombre a renunciar a la fuerza y a controlar su deseo. Se reconoce a Moisés como el legislador supremo pues fue quien notificó a los hombres los mandamientos qu~, des~e ent~n- ces, iban a condicionar su libertad. El hombre creo a D10s y D10s

creó la ley.

Puede sostenerse que la lucha contra lo arbitrario y la violencia

es tan antigua como la lucha entre el bien y el mal, pues todas las civilizaciones, aunque procuraron dominarla, siempre utilizaron la violencia aun con la intención de controlarla.

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38 VIOLENCIA Y ABUSOS SEXUALES EN LA FAMILlA

W. Sofsky argumenta en este. sentido: "El hombre intentó sus- traerse a la barbarie mediante la ley, pero la ley sólo adquiere una validez duradera si se Ia impone, efectiva y constantemente, por la fuerza".2

LA.LEY

Para que la ley fuera aceptada, había que contar, pues, con un principio superior, un fundamento teológico. El carácter divino de la ley hizo que los hombres la aceptaran. En virtud de la trascenden- cia emergente y de los vínculos divinos que mantiene con Dios, la ley adquirió supremacía sobre la fuerza y, al ser recibida por los ele- gidos de Dios, pudo extenderse luego al pueblo todo.

A imagen y semejanza de Dios, la ley es incuestionable, y a ima- gen y semejanza del hombre, es imperfecta. Lo cierto es que, trans- mitida de generación en generación, se hizo permanente.

EL ESPÍRITU DE IA LEY

Esta concepción de la ley natural identifica el orden con lavo- luntad de Dios: como condición para formar parte, junto a sus se- mejantes, de la comunidad identitaria y, por consiguiente, evitar la exclusión y la soledad, el hombre se somete a los mandamientos que le imponen renunciar a su libertad.

Mucho más tarde en el curso de la historia, y particularmente gracias a la Revolución Francesa, surgieron otras concepciones que, al desacralizar su origen, dieron prioridad a la razón como dimen- sión trascendente, inspiradora y creadora de la ley. La razón del hombre sustituye la voluntad de Dios en el espíritu actual de la ley.

Esta transición fundamental es la característica principal de la

desacralización de la ley, que responsabiliza al hombre en relación con su destino. Vale aclarar que lo que expresa la ley es la razón del

2. Sofsky, W., Traitéde la uiolence, París, Gallimard, 1998.

LA GÉNESIS DE LA VIOLENCIA Y DE LA LEY 39

hombre y no su voluntad. La ley procura interpretar y dar significa- ción a la razón, o sea, a la manifestación más elevada del espíritu del hombre. La ley formula una decisión conforme al bien común, pero esa decisión está subordinada a la razón, que es la instancia que puede discernir lo que es justo.

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