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CAPÍTULO 2. PRINCIPIOS Y DIMENSIONES DE LA INTERVENCIÓN CON MENORES EN RIESGO

yuch137 de Junio de 2012

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Las distintas administraciones tienen la competencia de cuidar y proteger a los ciudadanos, en especial a aquellos que su bienestar depende de otros adultos. Las Naciones Unidas promulgaron en 1989 la Resolución sobre los Derechos del Niño, que fue ratificada por nuestro país. En esta se reafirma la necesidad de proporcionar a los niños cuidado y asistencia especiales en razón de su vulnerabilidad. Se destaca el papel primordial de la familia en lo que respecta a la protección y la asistencia al menor.

1. Asistencia a todos los niños y adolescentes independientemente de su género, cultura y nacionalidad.

2. La planificación y el desarrollo de actividades del sistema deben ser en base a las necesidades de niños y adolescentes.

3. Asegurar que los niños y adolescentes sean escuchados y participen activamente en la atención que se les dispense.

4. La dignidad de los niños y adolescentes debe ser respetada en la provisión de cuidados y servicios del sistema de atención social.

5. Establecer condiciones que permitan a niños, niñas y adolescentes reconocer los límites que facilitan un comportamiento no perjudicial para otros o para sí mismo.

6. Notificar y hacer partícipes a niños y adolescentes que han sido separados de sus padres de su historia personal y familiar, y garantizar que se respete su cultura y procedencia.

7. La atención que se proporcione a niños y adolescentes debe ser de carácter continuo, que asegure su protección integral, bienestar y desarrollo.

8. Promover y preservar la estabilidad del ambiente familiar, evitando la institucionalización.

9. Organizar la acción protectora, ejerciéndola a pesar de la oposición de padres o tutores.

10. Niñas, niños y adolescentes tienen el derecho a difundir, asegurar y garantizar el cumplimiento y seguimiento de la Convención de Derechos de la Infancia.

El niño tiene derecho al bienestar y a tener cubiertas sus necesidades materiales y afectivas, y contar con una educación que posibilite su desarrollo como persona. Los organismos competentes promueven la detección de situaciones en las que exista un menor que precise atención profesional por verse en una situación de desprotección o de riesgo. Estas situaciones no se dan únicamente en entornos desfavorecidos. Escolares con problemas académicos, que tienen dificultades de relación o manifiestan conductas agresivas, presentan un mayor riesgo de padecer problemas psicológicos, como trastornos de ansiedad o depresión, y sociales, como conductas delictivas o conflictos familiares. Es necesario desarrollar acciones que reduzcan la probabilidad de aparición de estos problemas y/o que eviten su agravamiento.

2. NIVELES DE INTERVENCIÓN CON MENORES EN SITUACIÓN DE RIESGO

Se han desarrollado programas de prevención primaria basados en diversos enfoques teóricos. En el caso de la prevención del abuso de sustancias, las estrategias tradicionales como la transmisión de información, la educación afectiva o los programas de alternativas, continúan siendo las más comunes. Orientaciones recientes, como el entrenamiento en habilidades de resistencia o la mejora de competencias personales han mostrado mayor eficacia. Las estrategias tradicionales partían de nociones intuitivas sobre cómo prevenir, mientras que las contemporáneas se basan en las teorías psicológicas de la conducta humana.

2.1. Definición y tipos de prevención

El término prevención implica actuar antes de que un problema se produzca o en los primeros momentos de su aparición, a fin de evitar que cause mayor deterioro. En psicología, el concepto se ha tomado prestado del campo de la Salud Pública a partir de los trabajos de Gerald Caplan. Distingue tres tipos de prevención.

 Prevención primaria: tiene lugar antes de la aparición del problema.

 Prevención secundaria: dirigida a colectivos de alto riesgo o en los que acaba de iniciarse el problema

 Prevención terciaria: trata de reducir los perjuicios del problema y equivale al tratamiento o rehabilitación del menor.

Otra distinción de la prevención, propia del campo de las drogodependencias, se refiere a los contenidos del programa preventivo, diferenciando entre intervenciones específicas que incluyen información y habilidades relacionadas directamente con las drogas e intervenciones inespecíficas que abarcan contenidos informativos relacionados con la salud en general o con el desarrollo de habilidades personales.

Gordon (1987) propuso reemplazar los términos de prevención primaria, secundaria y terciaria, diferenciando a su vez entre tres formas de prevención.

 Prevención universal: dirigida a adolescentes, sin que hayan sido identificados como en situación de riesgo: algunos ejemplos son los programas para fomentar una maternidad saludable, de inmunización infantil o de desarrollo de competencias para escolares, estos se caracterizan por ser proactivos, aplicados independientemente del estado de riesgo de los destinatarios, que no tienen ningún matiz estigmatizante.

 Prevención selectiva: dirigida a menores en mayor riesgo que el promedio, por ejemplo, programas de apoyo al estudio para niños con dificultades escolares.

 Prevención indicada: se dirige a menores de alto riesgo, o en los que se ha detectado síntomas iniciales de un problema, aunque todavía no cumplan los criterios diagnósticos. Un ejemplo son los programas de autocontrol para niños con problemas de conducta.

Offord (1996), los programas universales presentan una serie de inconvenientes, como el hecho de que parte de los esfuerzos se realizarán sobre niños que no llegarán a tener problemas en el futuro, la baja dosis que proporciona la mayoría de intervenciones universales podría no tener suficiente duración o intensidad para modificar patrones de desarrollo en niños que ya estén en riesgo. Los programas universales tienen un mayor impacto sobre los niños con bajo riesgo. Una ventaja de los programas universales es su potencial para prevenir múltiples problemas a la vez. Muchos programas tenían bajos efectos sobre problemas psicológicos, de abuso de drogas, fracaso escolar o delincuencia, pero, influían sobre otros factores de riesgo asociados a dichos problemas.

2.2. Aproximaciones tradicionales de la prevención

Una de las formas más comunes de prevención se basa en el modelo de transmisión de información, se trata con los menores desde un plano teórico los contenidos sobre los riesgos de la conducta problemática o sobre los factores de protección. En el caso de las drogodependencias se instruye a los alumnos acerca de los peligros de las drogas en términos de sus consecuencias negativas a nivel social, legal y de salud. En estos programas participaban médicos u otros profesionales sanitarios que informaban sobre las consecuencias negativas de las drogas sobre la salud, se invitaba a antiguos consumidores a tratar con el grupo los problemas de su adicción. Estas estrategias recurrían a la activación del miedo, mediante técnicas diseñadas para asustar a los adolescentes a través de presentaciones muy realistas e incluso dramáticas de los peligros del consumo. Parte de la premisa de que el problema se debe al desconocimiento de las consecuencias negativas implicadas. Estudios de evaluación muestran que los programas informativos tienen cierto impacto en el nivel de conocimientos y en las actitudes, pero fallan a la hora de cambiar hábitos o de modificar la intención de consumir.

Otra aproximación tradicional es la educación afectiva, fomentando un desarrollo afectivo individual, se reducen los factores de riesgo. Los programas basados en este modelo se centran en muchos de los factores incluidos en las intervenciones actuales, la educación afectiva tradicional ha usado métodos ineficaces. Se enfatizaban los juegos experienciales y las actividades de clase que persiguen fomentar el crecimiento personal de los estudiantes, el autoconocimiento y la autoaceptación. No hay evidencia de que este tipo de actividades mejoren la toma de decisiones, la asertividad o las habilidades de comunicación.

Una tercera aproximación clásica es el modelo de alternativas, se basa en proporcionar a los adolescentes actividades alternativas a los comportamientos de riesgo, como la participación en un ocio saludable como forma de competir con la realización de conductas delictivas. El modelo surge desde centros de juventud que realizan actividades deportivas, de medio ambiente, de voluntariado, etc. Los estudios que evalúan estos programas indican que pueden producir efectos beneficiosos en el menor, como potenciar los factores de protección o fomentar el desarrollo de hábitos saludables.

2.3. Aproximaciones actuales

Los programas de mejora de competencias optan por la instrucción de habilidades personales generales y sociales en combinación con habilidades de resistencia. Dotan al adolescente de competencias que le ayuden a prevenir el fracaso escolar o los problemas de aislamiento social.

Estas habilidades se enseñan usando métodos combinados de corte cognitivo-conductual: instrucción y demostración, representación de papeles, feedback y refuerzo, ensayo conductual y práctica extensiva mediante tareas para casa. Se incluye el entrenamiento en toma de decisiones y resolución de problemas, habilidades cognitivas para resistir la influencia social, habilidades para mejorar la autoestima, estrategias de afrontamiento para el estrés y la ansiedad y habilidades sociales generales.

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