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CERRANDO EL CICLO, EL SUICIDIO

JuanIgnacio15 de Febrero de 2012

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CERRANDO

EL CICLO

EL SUICIDIO

ES CONDENABLE EL SUICIDIO

NO LA PERSONA QUE LO REALIZA

AUTOR.: JUAN IGNACIO ARIAS ANAYA

A GROSSO MODO

¡Morir con dignidad…! ¡Acabar la vida sin temores!

Estar conscientes y tranquilos, sabiendo estamos a la espera del paso que daremos. ¡Aceptar nuestra muerte hasta con alegría…!

¿Cuántas veces no hemos escuchado estas palabras…?

Y sin embargo, no nos llama mucho la atención, arribar donde todos debemos llegar más pronto que tarde.

Más de alguno se preguntará. ¿De qué sirve hacer el propósito de acabar conscientes nuestra etapa terrena que termina, si después estaremos volviendo a una nada apabullante?

¿En qué beneficia abandonar tranquilamente una vida, buena o mala, si luego encontraremos no existe nada después atravesar el umbral de la muerte…? En pocas palabras… ¿Hay algo después o no lo hay…?

Muchos se rehúsan a buscar respuestas.

Los más tratan negar una realidad que apabulla.

Aunque siempre habrá quién busque respuestas, sabiendo llegará irremediablemente.

La pregunta obvia sería entonces… Si hay tanta duda… Si todos vamos a llegar a eso… ¿Por qué no investigar qué hay después de la vida?

Miles de millones de gente que abandonan el mundo, las ha habido desde siempre. Así ha transcurrido el tiempo, queriendo conocer lo mismo que nos atañe ahora, aunque sea con variantes pero idéntica duda, la cual llega surgida en las conciencias desde tiempo inmemorial.

Teorías van, respuestas llegan. Unas convencen, otras dejan más dudas.

Debo ser yo, quien con cuanto he ido escuchando, busque saber un poco más sobre la muerte. ¡Y sobre un más allá que no aparece claro!

Para estar seguro, antes que nada, necesitaría encontrar alguien a quien seguir de cerca, quien tuviera capacidad de hacer saber qué ocurre realmente cuando la muerte arriba.

Y aún si se encontrara, muy difícil hacer contacto entre el fallecido y el que está vivo. ¡Nos movemos en planos diferentes!

No falta sin embargo quien pretende saberlo todo. Aunque sólo sean suposiciones. ¡Charlatanes hay demasiados!

Las religiones pretenden adueñar de la verdad.

Cada uno de sus dirigentes, exige sean obedecidas sus indicaciones, alegando miles de razones que las más ocasiones son puro bla, bla, bla… y no resuelven el dilema, por muy convincentes que parezcan.

Lo que pasa, es que se habla de un estado de donde nadie ha regresado.

Sin embargo la muerte es algo real. Podemos si no comprender, al menos tratar intuir qué ocurrirá cuando la muerte llegue.

Sin importar arribe luego un padecimiento terrible.

O haya sido provocada por el mismo que muere.

Sin faltar venga ocurriendo luego años de no tener algo qué temer, para encontrarla pereciendo en un accidente de la índole que sea.

Significa la muerte puede llegar de mil maneras, desde aquella que ocurre luego una prolongada agonía, o la otra que luego padecer horrores, la situación resuelve en el final, dando tiempo suficiente para preparar a pasar mejor la partida final.

Aunque la que impacta peor a los que quedan, sea la muerte de improviso.

Una muerte que llega de pronto sin nada que anunciara pronto llegaría.

Cualquier tipo de muerte, rebasa por completo la capacidad humana de aceptarla como algo inevitable.

En el humano el hecho de nacer, significa comenzar a morir.

La muerte es la que brinda un sentido a la vida.

Más de alguno dirá, es un contra sentido. No se crea…

Me perdonan pero no es así. La muerte es la que brinda aceptar vivir. Aunque parezca lo contrario. La naturaleza así está diseñada.

En lo inanimado, hay un constante acabar y rehacer. No hay una sola roca que surge ante la vista, que no vaya resintiendo una erosión que aunque no la apreciemos, se va realizando.

En la hierba del campo ocurre igual. Un día luce esplendorosa, sólo para luego morir, dando origen a una renovación total cuando vuelve a florecer cuanto antes había quedado yerta.

Igual sucede en los humanos. Las células del cuerpo van muriendo a diario, sólo para reponer continuamente, haciendo con ese ciclo vida-muerte, que el cuerpo obtenga su vitalidad y quienes van naciendo, tengan la misma oportunidad que antes tuvieran quienes ya murieron.

En el cerebro igualmente se van perdiendo y recomponiendo las neuronas, que aumentan o disminuyen de acuerdo a su actividad pensante.

Todas las células de nuestro cuerpo perecen, aparentemente demasiadas, para dar lugar al nacimiento de otras nuevas.

Si consideramos esto, el cuerpo que tuvimos cuando niños, ya no existe.

Fue cambiando continuamente, renovando millones de células a modo ahora, pudiéramos decir ya somos otros…

En el trayecto de semanas, meses, años, hemos cambiado de todo a todo, a modo si revisamos, encontraremos todo es diferente cuando cumplimos cierta edad, a diferencia del cuerpo tenido cuando niños.

¡Y sin embargo seguimos siendo los mismos!

Ojo…, en esto debemos fijar nuestra atención.

Eso tan difícil de aceptar, es cuanto nos hace saber estamos en un ciclo donde cambia todo diariamente. Vida en el presente, muerte en el futuro, no siempre muy lejano, pero real… ¡Es el Ciclo de la Vida…!

De él nos olvidamos tratando negarlo, pero siendo conscientes está ahí siempre presente a nuestra vista. Basta sólo buscar para encontrar, la muerte la tenemos por doquier, pues todos los días muere alguien. Son muchos o pocos quienes dejan un lugar en este espacio, para permitir arriben nuevas vidas a llegar y ocuparlo.

Sin embargo nadie quiere admitir, para cada uno llegará más pronto que tarde, el momento de partir hacia otra etapa. Nos da miedo, o sentimos que si no hablamos de ello, nunca arribará. Pasa por sabernos frágiles, lo que hace mantener aferrados a lo que conocemos y estimamos, a modo aun estando en la peor situación, o sufriendo alguna terrible enfermedad, aferramos a una vida que escapa y a como dé lugar, no queremos dejarla partir. ¡Por eso hacemos la lucha por sanar, aún estando desahuciados!

Por lo cual no admitimos haya otra vida luego haber terminado la actual.

Y sin embargo, la vida tal como la conocemos, terminará irremisiblemente.

En ella nos hemos hecho conscientes, la defendemos a capa y espada. Eso aunque no parezca, lo tenemos bien localizado en lo que llamamos instinto de conservación.

Aunque gocemos, suframos o padezcamos, nadie quiere abandonarla, rehusando admitir sea posible para uno en lo personal, llegue la muerte.

Dentro la vida vamos caminando, sin entender cuánto vamos cambiando.

Admitir lo no conocido, siempre es muy difícil.

¡Mejor lo ignoramos! Entonces pretendemos estar viviendo, como si fuésemos a durar demasiado tiempo. Hacemos planes, buscamos asegurar un futuro que no sabemos si se dará… Por eso nos damos de topes y descompensamos, cuando ante nosotros otra persona muere, principalmente si es un allegado, por ser como si apareciera para cada uno, un recordatorio que dice con ese hecho, cuál será la meta donde nos dirigimos. ¡Se quiera o no se quiera…!

Es el sitio donde llegaremos irremediablemente, quiérase que no.

Un lugar donde partiremos a vivir en otro lado, pasando para entrar, en lo que hemos llamado ¡El reino de la muerte…!

¿O será el reino de la verdadera vida…?

Se habla mucho de nociones que no concuerdan con cuanto la inteligencia, serenamente puede presentar. Oímos hablar de un Cielo prometido.

Pensamos infantilmente, será un lugar donde no hagamos nada, sino pasar la eternidad gozando un premio que entregarán si en vida fuimos buenos.

O iremos a terminar en un Infierno de por sí ya muy temido, donde todo será llanto y sufrimiento eterno, que será impuesto en castigo por haber sido malos. Fue la noción que tuvimos cuando niños, en la cual desenvolvimos, hasta cuando finalmente pudimos reflexionar y rechazar…, o admitir tal idea. En esa concepción estuvimos sabiendo que al morir sólo habría dos opciones.

¡O llegar a un paraíso lleno de goces…!

¡O hundir en un averno lleno de miedos…!

Sin faltar un intermedio que no contaba, pues finalmente arribaría en la llegada final al Paraíso. Un sitio donde se pagaría cuanto hicimos menos bueno, al cual gente muy sabia llamó… ¡El Purgatorio!

Un lugar donde ni será cielo, ni tampoco infierno, pero muy real, por saber será donde se purguen las condenas más o menos largas, para limpiar la cuenta, de cuanto se hubiera quedado a deber al Ser Supremo.

¿Cuántas veces no pensamos en ello?

Recordamos las aclaraciones que no aclaraban nada, sólo confundían más cuando afirmaban. ¡Aún las fallas más mínimas, serán cobradas!

Hasta el mismo acto de pensar estuvo cuestionado.

¡Los malos pensamientos!

Justificaban cuanto daban por sentado, porque sí, sin fundamento alguno, sólo por haberlo así pensado otros, que vivieron cuando tales ideas eran acatadas sin chistar, pues en ello habían vivido, o negar eso podía costar la vida… Y en una justificación muy acorde, enseñaban…

¡Por eso tales faltas, son llamamos pecados

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