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Capitulo Ll Pedagogia Del Oprimido

lalalaaaa27 de Enero de 2013

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CAPITULO II

La concepción "bancaria" de la educación como instrumento de opresión.

Sus supuestos. Su crítica.

La concepción problematizadora de la educación y la liberación. Sus supuestos.

La concepción "bancaria" y la contradicción educador-educando.

La concepción problematizadora y la superación de la contradicción

educador-educando: nadie educa a nadie —nadie se educa a sí mismo—, los hombres se educan

entre sí con la mediación del mundo.

El hombre como ser inconcluso y consciente de su inconclusión y su permanente movimiento

tras la búsqueda del ser más.

Cuanto más analizamos las relaciones educador-educandos dominantes en la escuela

actual, en cualquiera de sus niveles (o fuera de ella), más nos convencemos de que estas

relaciones presentan un carácter especial y determinante —el de ser relaciones de naturaleza

fundamentalmente narrativa, discursiva, disertadora.

Narración de contenidos que, por ello mismo, tienden a petrificarse o a transformarse en

algo inerme, sean estos valores o dimensiones empíricas de la realidad. Narración o disertación

que implica un sujeto —el que narra— y objetos pacientes, oyentes —los educandos.

Existe una especie de enfermedad de la narración. La tónica de la educación es

preponderantemente ésta, narrar, siempre narrar.

Referirse a la realidad como algo detenido, estático, dividido y bien comportado o en su

defecto hablar o disertar sobre algo completamente ajeno a la experiencia existencial de los

educandos deviene, realmente, la suprema inquietud de esta educación. Su ansia irrefrenable. En

ella, el educador aparece como su agente indiscutible, como su sujeto real, cuya tarea

indeclinable es "llenar" a los educandos con los contenidos de su narración. Contenidos que sólo

son retazos de la realidad, desvinculados de la totalidad en que se engendran y en cuyo contexto

adquieren sentido. En estas disertaciones, la palabra se vacía de la dimensión concreta que

debería poseer y se transforma en una palabra hueca, en verbalismo alienado y alienante. De ahí

que sea más sonido que significado y, como tal, sería mejor no decirla.

Es por esto por lo que una de las características de esta educación diseñadora es la

"sonoridad" de la palabra y no su fuerza transformadora: Cuatro veces cuatro, dieciséis; Perú,

capital Lima, que el educando fija, memoriza, repite sin percibir lo que realmente significa cuatro

veces cuatro. Lo que verdaderamente significa capital, en la afirmación: Perú, capital Lima, Lima

para el Perú y Perú para América Latina.

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La narración, cuyo sujeto es el educador, conduce a los educandos a la memorización

mecánica del contenido narrado. Más aún, la narración los transforma en "vasijas", en

recipientes que deben ser "llenados" por el educador. Cuando más vaya llenando los recipientes

con sus "depósitos", tanto mejor educador será. Cuanto más se dejen "llenar" dócilmente, tanto

mejor educandos serán.

De este modo, la educación se transforma en un acto de depositar en el cual los

educandos son los depositarios y el educador quien deposita.

En vez de comunicarse, el educador hace comunicados y depósitos que los educandos,

meras incidencias, reciben pacientemente, memorizan y repiten. Tal es la concepción "bancaria"

de la educación, en que el único margen de acción que se ofrece a los educandos es el de

recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos. Margen que sólo les permite ser coleccionistas o

fichadores de cosas que archivan.

En el fondo, los grandes archivados en esta práctica equivocada de la educación (en la

mejor de las hipótesis) son los propios hombres. Archivados ya que, al margen de la búsqueda,

al margen de la praxis, los hombres no pueden ser. Educadores y educandos se archivan en la

medida en que, en esta visión distorsionada de la educación, no existe creatividad alguna, no

existe transformación, ni saber. Sólo existe saber en la invención, en la reinvención, en la

búsqueda inquieta, impaciente, permanente que los hombres realizan en el mundo, con el

mundo y con los otros. Búsqueda que es también esperanzada.

En la visión "bancaria" de la educación, el "saber", el conocimiento, es una donación de

aquellos que se juzgan sabios a los que juzgan ignorantes. Donación que se basa en una de las

manifestaciones instrumentales de la ideología de la opresión: la absolutización de la

ignorancia, que constituye lo que llamamos alienación de la ignorancia, según la cual ésta se

encuentra siempre en el otro.

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Podrá decirse que casos como éstos ya no ocurren en las escuelas actuales. Si bien éstos realmente no ocurren, continua el carácter preponderantemente narrativo que estamos criticando.Pedagogía del Oprimido. Paulo Freire. Página 4

El educador que aliena la ignorancia, se mantiene en posiciones fijas, invariables. Será

siempre el que sabe, en tanto los educandos serán siempre los que no saben. La rigidez de estas

posiciones niega a la educación y al conocimiento como procesos de búsqueda.

El educador se enfrenta a los educandos como su antinomia necesaria. Reconoce la razón

de su existencia en la absolutización de la ignorancia de estos últimos. Los educandos, alienados

a su vez, a la manera del esclavo, en la dialéctica hegeliana, reconocen en su ignorancia la razón

de la existencia del educador pero no llegan, ni siquiera en la forma del esclavo en la dialéctica

mencionada, a descubrirse como educadores del educador.

En verdad, como discutiremos más adelante, la razón de ser de la educación libertadora

radica en su impulso inicial conciliador. La educación debe comenzar por la superación de la

contradicción educador-educando. Debe fundarse en la conciliación de sus polos, de tal manera

que ambos se hagan, simultáneamente, educadores y educandos.

En la concepción "bancaria" que estamos criticando, para la cual la educación es el acto de

depositar, de transferir, de trasmitir valores y conocimientos, no se verifica, ni puede

verificarse esta superación. Por el contrario, al reflejar la sociedad opresora, siendo una

dimensión de la "cultura del silencio", la "educación bancaria" mantiene y estimula la

contradicción. De ahí que ocurra en ella que:

a) el educador es siempre quien educa; el educando el que es educado.

b) el educador es quien sabe; los educandos quienes no saben.

c) el educador es quien piensa, el sujeto del proceso; los educandos son los objetos

pensados.

d) el educador es quien habla; los educandos quienes escuchan dócilmente.

e) el educador es quien disciplina; los educandos los disciplinados.

f) el educador es quien opta y prescribe su opción; los educandos quienes siguen la

prescripción;

g) el educador es quien actúa; los educandos son aquellos que tienen la ilusión de que

actúan, en la actuación del educador.

h) el educador es quien escoge el contenido programático; los educandos, a quienes

jamás se escucha, se acomodan a él.

i) el educador identifica la autoridad del saber con su autoridad funcional, la que opone

antagónicamente a la libertad de los educandos. Son éstos quienes deben adaptarse a

las determinaciones de aquél.

j) Finalmente, el educador es el sujeto del proceso; los educandos, meros objetos.

Si el educador es quien sabe, y si los educandos son los ignorantes, le cabe, entonces,

al primero, dar, entregar, llevar, trasmitir su saber a los segundos. Saber que deja de ser un

saber de "experiencia realizada" para ser el saber de experiencia narrada o trasmitida. No es

de extrañar, pues, que en esta visión "bancaria" de la educación, los hombres sean vistos

como seres de la adaptación, del ajuste. Cuanto más se ejerciten los educandos en el archivo

de los depósitos que les son hechos, tanto menos desarrollarán en sí la conciencia crítica de la

que resultaría su inserción en el mundo, como transformadores de él. Como sujetos del mismo.

Cuanto más se les imponga pasividad, tanto más ingenuamente tenderán a adaptarse al

mundo en lugar de transformar, tanto más tienden a adaptarse a la realidad parcializada en los

depósitos recibidos.

En la medida en que esta visión "bancaria" anula el poder creador de los educandos o lo

minimiza, estimulando así su ingenuidad y no su criticidad, satisface los intereses de los

opresores. Para éstos, lo fundamental no es el descubrimiento del mundo, su transformación.

Su humanitarismo, y no su humanismo, radica en la preservación de la situación de que son

beneficiarios y que les posibilita el mantenimiento de la falsa generosidad a que nos referíamos

en el capítulo anterior. Es por esta misma razón por lo que reaccionan, incluso instintivamente,

contra cualquier tentativa de una educación que estimule el pensamiento auténtico, pensamiento

que no se deja confundir por las visiones

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